Se montó una muestra performática sobre recuerdos y situaciones que remiten a nuestra ciudad, con 17 artistas en escena y música en vivo
Decir “Hay lugar” es, de por sí, una afirmación. Pero, en el marco de un hecho artístico ¿se puede estar tan seguro? ¿No sería más bien una pregunta: “Hay lugar”?
Los teóricos que abonan el paradigma de la interpretación proponen la apertura al interrogante: más que un asidero de espacios, hablan de la existencia de múltiples narrativas de lo real, máxime si se trata de abordar la ciudad donde uno ha nacido y se ha criado o se ha aquerenciado por equis motivos. La muestra performática que justamente lleva ese nombre, arma y desarma apropiaciones sobre Villa María desde ángulos totalmente disímiles.
Una advertencia ante todo: no se trata de una obra de teatro convencional, donde está bien explícita la trama en cuestión. En este caso, el espectador debe abandonarse a la expectativa de ramalazos de situaciones que, apreciadas como un todo, alimentan un sentido dramatúrgico y un mensaje coherente. Aún a riesgo de no comprender lo acontecido o no captar líneas de parlamento dichas velozmente o en tonos bajos.
A simple vista se evidencia que la obra se ha hilvanado con improvisaciones y trabajos desarrollados dentro del taller “Poéticas personales, mapas emocionales de mi ciudad”, dirigido por la actriz, directora y dramaturga Eugenia Hadandoniou.
Aparecen ficcionalizaciones de historias de vida, pareceres, miedos y sueños en un plano muy individual y, al mismo tiempo, ligazones comunes a todos los participantes que describen nostálgica y sensorialmente a la Villa. Un personaje en particular lo sintetiza de este modo: “Tengo un nido que va entre el río y las vías del tren”.
También se distingue un dispositivo formal y estético que sirve de marco. Una casona señorial, con su respectiva servidumbre, que recepta foráneos-inmigrantes-parias-pobres, ávidos de comida (se hará y se servirá en vivo un arroz con leche). Acaso, un atisbo del rasgo fundacional de nuestra urbe. Por tal motivo, el lugar físico elegido para la pieza no es azaroso: la sede de Patrimonio Histórico, construcción que data de principios del siglo pasado.
Luego, el espectador tendrá la posibilidad de dirimir cómo han cuajado en poco más de una hora reminiscencias directas a Beckett (y su célebre “Godot”), al hombre surrealista de Magritte, una bellísima versión a capella de “Te abracé en la noche” de Fernando Cabrera (a cargo de Leticia Soria), con una simpática recreación coral del tema “Lo que digo” del grupo local Rayos Láser, a fin de prologar el cierre.
Lo que sí queda flotando es la sensación de haberse empapado con elementos bien propios, de acá nomás, pero tornados hacia derivas poéticas o teatrales.
Párrafo aparte para la convocatoria de actores (17 artistas en escena); muchos de ellos, de lo mejor que han dado las tablas locales en los últimos años.
Actuaron: Juan Pablo Amante, Laura Beccaría, Marisabel Demonte, Karina Costabello, Sebastián Giordano, Belén Gómez, Jimena Magalí, Patricia Lietti, Rocío Orozco, Nicolás Pedraza, Julio Pereyra, Jimena Rodríguez, Paula Rodríguez Cavaglia, Leticia Soria, María José Sarmiento, Celeste Sarafia y Valeria Valls.
Juan Ramón Seia
Debido a las localidades agotadas del estreno (sábado y domingo a las 21), se agregó una segunda en la velada dominical y se anunció que se repondrá el 4 de agosto en la apertura del Festival de Teatro de Invierno, que será anunciado en breve.