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Arquitecto Alonso: obras y el primer semáforo de la ciudad

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Arquitecto Alonso: obras y el primer semáforo de la ciudad

Nos encontramos con el Carlos Faustino Alonso quien supo ejercer el cargo de director de Parques y Paseos del municipio local. Un hombre sencillo, que camina sus 77 años. Hace tiempo se jubiló, no sin antes dedicar décadas al ejercicio de su profesión de arquitecto. Desde ese quehacer influyó en la geografía urbana de esta ciudad que construimos entre todos 

Estudiar en época convulsionada

Recuerda que inició sus estudios primarios en escuelas privadas, algo bastante habitual entonces, para luego rendir su ingreso a segundo grado en la Escuela República del Paraguay. En esa institución terminó de cursar en el año 49 y pasó a estudiar en el Instituto Bernardino Rivadavia. Con orgullo recuerda los esfuerzos de sus humildes padres para «hacerlo estudiar». Aclara que su padre, Oscar Alonso Bengochea, se ganaba la vida vendiendo caramelos. Hijo de vascos españoles, había nacido en nuestro territorio y era el mayor de seis hermanos.

En 1955, triste año de la vida política nacional, Carlos terminó de cursar el colegio de nivel secundario y partió, con 16 años, a estudiar arquitectura en la ciudad de Córdoba. Recuerda que «entonces no había estudiantes con esa edad en la reciente Facultad de Arquitectura, antes había sido una Escuela de la Universidad Nacional de Córdoba dentro de la Facultad de Ingeniería». Cuenta que tenía que rendir su tesis en 1966, a horas de producida la denominada Noche de los Bastones Largos, una gran represión de estudiantes y profesores de la UBA que defendían la autonomía universitaria y la libertad de cátedra ante la intervención y ocupación militar de las universidades nacionales. Aquella horrible noche para la cultura nacional, también tuvo consecuencias en la vida de este estudiante villamariense que se quedó sin rendir su tesis por un tiempo hasta que, meses después, luego de andar de un lado para otro con los planos pudo terminar la carrera. Recién recibido ingresó a trabajar en el puesto que mencionamos, en el municipio local.

 

Obras y recolección de residuos

Señala que por entonces el servicio municipal de recolección de residuos domiciliarios se hacía con camiones o con un carro tirado por un tractor, no existían los camiones compactadores. Tampoco estaba difundido el uso de las bolsas de plástico para la basura. Se utilizaban cajones descartados por las verdulerías y tarros de 20 litros, dejándolos en las veredas para el paso de los empleados municipales. Los recolectores corrían junto al vehículo y agarraban los tarros o cajones, los tiraban sobre el camión, donde otro trabajador los vaciaba para luego regresarlos a sus compañeros. Algunas veces, desde arriba del vehículo, los arrojaban directamente sobre la vereda. No pocas vecinas salían a reclamar que no les abollaran su tacho o rompieran sus cajones.

Alonso busca en su memoria y dice «cuando regresé con mi título había pocos arquitectos en la ciudad. Unos cuatro, Invernissi, Lasa de Soldavini, Jorge Tais, Hilario Pasetti, de este último llegaría a ser socio. Fui el quinto. Ingresé al municipio, en parques y paseos. Luego de salir de ese trabajo comencé en el sector privado. La primera obra particular fue la casa del dentista Luis Depetris, al lado del Centro Vasco en la calle Lisandro de la Torre».

Recorre sus obras y el impacto de las mismas en la geografía urbana y se detiene a contar cómo construyó un subsuelo en la avenida Hipólito Yrigoyen donde después, por años, funcionó un local de juego con pistas de bowling. «El subsuelo de ese lugar tenía dos metros de profundidad, tuvimos que trabajar para llevarlo hasta los cuatros metros de hondo… antes allí había una gomería». Otra de sus obras que desea destacar es la «casa redonda en la esquina del bulevar Sarmiento y la calle 9 de Julio, que era de Gabetta». Todo un símbolo de la arquitectura local que Alonso construyó en la primera mitad de los 70. Luego pasa por varias obras más, son muchas, en toda su carrera calcula que trabajó en más de mil viviendas.

 

Semáforo

Pero regresando a su trabajo en el municipio local quiere señalar que le tocó trabajar para la colocación de lo que sería, según su testimonio, el primer semáforo en las calles de Villa María. Decidió instalarlo en la esquina formada por Buenos Aires y el encuentro de Alem e Yrigoyen. «Fue toda una novedad para la ciudad. Elegí ese lugar porque tenía mucha circulación y era donde más se podría hacer docencia para que la ciudad se fuera acostumbrando al nuevo dispositivo».

En cuanto al tema de la recolección domiciliaria de residuos señala que la empresa Scorza, de la ciudad de Oncativo, se dedicaba a equipamientos municipales e intentó copiar una máquina compactadora que se encontraba en Río Cuarto «era una Wayne-Chevrolet, de Estados Unidos que estaba abandonada allí. Esta gente comenzó a ver cómo la hacía aquí». Al poco tiempo desde el municipio se armó una licitación para comprar dos camionetas, dos camiones volcadores y también compactadoras para la recolección de residuos». Según el testimonio de Alonso, Scorza se presentó y ganó la licitación y pudo proveer el primer vehículo de ese tipo para la recolección de residuos en la ciudad. Se ríe y trae una anécdota de esa época «Scorza casi no se presenta porque, según me dijeron, esperaba que le avisara cuánto debía entregarme. Claro que le dije que nada tenía que ver con ese tipo de cosas…» alejado de eso tejes y manejes, continúa enumerando obras que dirigió, como la plazoleta del Libertador en las inmediaciones del puente Alberdi, el traslado del monumento al Gaucho, las lajas en las veredas del ferrocarril, la iluminación de la plaza Independencia y un largo etcétera. Pero sobre todo recuerda la gran colaboración de los empleados municipales, «sin los que no hubiera podido hacer nada. Por eso cuando terminamos la construcción de la plazoleta donde está el monumento ecuestre de San Martín, donde los empleados municipales hasta de noche trabajaron, los invité con un asado para ellos. Quería reconocerles y agradecerles todo lo que habían puesto». Nada de lo que hizo, remarca, se podría haber desarrollado sin la colaboración de los empleados municipales. Así suma algunos recuerdos más relacionados al rescate del Corralón Municipal de un busto de San Martín que, gracias a la intervención de un empleado terminó en la plazoleta del populoso barrio que lleva el nombre del prócer. Allí, Alonso diseñó y ejecutó una obra que aún luce en la plaza de la esquina de calle Tucumán y 17 de Agosto. Por último recuerda que con los empleados rescató, también del Corralón, «los globos y las columnas para la iluminación de la plaza Independencia, trabajo que hicimos con Cristóbal Pérez, el electricista». Termina diciendo, «entre todos construimos lo que pudimos para la ciudad». Siempre es así, la suma de voluntades va configurando la geografía urbana.