Actriz, directora y diseñadora de ropa, Yanina Pastor es referente ineludible en el vestuario teatral de Córdoba. Sus trajes de “Un largo, accidentado, insólito y maravilloso viaje” merecieron en marzo el Premio Provincial de Teatro. Y en agosto, cinco obras de La Docta contarán con su estética
Las mallas veteadas de rosa de las tres mujeres-pájaro (acaso una versión personal de las sirenas que llamaban a Ulises), los atuendos del gigante que buscaba el mar o los trajes entre acuáticos y de aviación (rojo coral y verde nube) para los personajes de “Un largo, accidentado, insólito y maravilloso viaje” salieron del lápiz, la imaginación y (sobre todo) de la máquina de coser de una villamariense: Yanina Pastor. Y acaso poco importe que esa fabulosa indumentaria para vestir el sueño de cualquier noche de verano haya obtenido un premio provincial. O al menos eso no parece ser lo que más le importa a una actriz que se hizo vestuarista por derecho y “prepotencia en el trabajo”.
Como ocurre con todas las vocaciones verdaderas (esas que, más que “elecciones”, son una continuidad inevitable de la propia ontología), a los primeros latidos de “Yanina vestuarista” hay que buscarlos mucho antes de la Escuela de Teatro en la Universidad de Córdoba. Incluso mucho antes de sus primeras clases de “declamación” en la Villa. Habrá que remontarse a profundas tardes de los 90, cuando aprovechando el descanso materno experimentaba con viejos trajes del armario.
“Le empecé a robar la máquina de coser a mi mamá a los 13 años porque ella me la había prohibido y no me quería enseñar a usarla. Lo hacía a la hora de la siesta porque ella se dormía y no escuchaba nada. Así que sacaba los vestidos de mi abuela del placar y los reformaba para mí. Pocas veces era tan feliz”.
Teatro, papel, tijera
-¿Y por eso te fuiste a estudiar teatro a Córdoba, para ser vestuarista?
-No, porque la licenciatura tiene una formación integral; no es para ser actor ni director, sino un “pensador del teatro”. Hay materias técnicas y teóricas pero ninguna específica de vestuario. Lo más cercano es “Caracterización”, que mezcla el maquillaje con la ropa y la peluquería.
-¿Y era la materia en que mejor te desenvolvías?
-Creo que sí (risas). Como a mí siempre me gustó dibujar y pintar y me pasaba leyendo sobre la historia de la moda y del traje, empecé a prestarle más atención a la escenografía. Al principio lo hacía como un complemento de ser actriz. Pero cuando hacíamos una obra y se dividían las tareas, yo siempre agarraba el vestuario. El teatro es un trabajo muy colectivo, pero yo disfrutaba la soledad de la costura. Así que, paralelamente, entré al instituto de Aldo Belén.
-Por ese entonces, Diseño de Indumentaria no estaba en boga como ahora…
-¡Para nada! ¡Era la única escuela de Córdoba y ahora hay más de 20! Aldo había sido vestuarista en Estados Unidos para los estudios Universal. También había dirigido obras y tenía una visión muy artística de la ropa de teatro. Siempre nos pedía trabajos que tenían más que ver con el arte que con la moda. Y eso me ayudó muchísimo.
-¿Y hacías ropa en la escuela de teatro?
-Sí, porque a raíz de mi vocación muchos compañeros empezaron a llamarme. En mi departamento tenía un placar entero con ropa de teatro. Me gustaba juntar prendas viejas y reformarlas, como cuando era chiquita. Así que mis compañeros venían a casa y yo los vestía para una obra o para un trabajo práctico. Era súper corajuda porque agarraba cualquier vestido, le sacaba el molde y cortaba. Todo por instinto.
-¿Y Aldo Belén te ayudó?
-Muchísimo. Con él aprendí técnicas y terminé de darme cuenta de lo mucho que me gustaba diseñar y crear vestuario. Por esos tiempos hice tres obras más en Córdoba, pero después me vine a Villa María. Luego, con Javier González abrimos El Globo Rojo y me alejé bastante de los trajes.
-¿Por qué?
-Supongo que al llevar adelante un teatro no te podés dedicar tan de lleno a un solo rubro y tenés que estar en todos lados. Además, tuve que actuar y dirigir. Pero en 2014, apenas decidí irme de El Globo Rojo, una amiga de Córdoba me llama diciéndome que estaba preparando una obra y que había pensado en mí para el vestuario. Era Eugenia Hadandoniu y la obra era “Ser o no ser Hamlet”, que tuvo mucha repercusión. Los vestuarios llamaron la atención, a tal punto que me dieron un premio municipal.
-¿Cómo vestís a un personaje?
-A veces lo tenés que hacer sola, pero a mí lo que más me gusta es cuando podés hacer un proceso desde el comienzo, viendo todos los ensayos. Me gusta que el vestuario sea una construcción colectiva con los actores y el director. Generalmente el grupo tiene una idea muy puntual de lo que quiere, pero el vestuarista tiene que estar en ítems muy complejos.
-¿Cómo cuáles?
-Como la necesidad de cada escena, la movilidad del actor o la estética general de la obra. Hay que saber adaptar el vestuario a todas esas exigencias. Esto es más importante que la idea estética que tenga cada uno.
-¿Y cómo definirías la estética particular de Yanina Pastor?
-Le doy mucha importancia a la comodidad del actor y me gusta que el vestuario permita transformaciones. Uso muchas capuchas y chalecos, que son prendas muy versátiles y les dan opciones de juego a los actores. Además, quiero que los vestuarios no se parezcan de una obra a la otra; aunque trato de encontrar el universo propio de cada pieza.
-¿Trabajás siempre sola?
-Generalmente, sí. Como verás, tengo de todo en mi casa; tres máquinas de coser, hilos de colores, botones, maniquíes y los placares de teatro siguen llenos. A veces, cuando estoy muy apretada con los tiempos, tengo alumnas avanzadas a las que les derivo algunos trabajos. Pero ellas solamente los empiezan. Luego termino todo sola.
Ser o no ser en las tablas de la Villa
-¿Tus clases son específicas de “vestuario”?
-No, son talleres libres que doy en mi casa y tienen que ver con el diseño de ropa. Cada chica viene con una idea de lo que quiere hacer y le ayudo a concretarla. Algunas lo hacen como un hobby, otras quieren estudiar Diseño de Indumentaria y otras son alumnas de alta costura que quieren hacer vestidos de fiesta. Me encantaría dar talleres de vestuario, pero acá no tengo mucho público; incluso no tengo trabajo para teatro.
-En compensación tenés mucha demanda en Córdoba…
-Sí, por suerte. Para que te des una idea, en agosto habrá en cartel cinco obras a las que les hice el vestuario. En Villa María he diseñado para escuelas de danza y ahora estoy con la estética de una banda de rock. También hay un proyecto de hacer vestuario para una película. Nunca trabajé en cine, pero el desafío me encanta.
-¿Cómo ves el teatro de Villa María?
-Sigue habiendo mucho movimiento, con seis grupos que estrenan dos obras por año, que no es poco. Ahora se viene el Festival de Invierno, donde se van a mostrar todas las obras locales. Me pareció una idea genial de los chicos de UNITE.
-¿Hay alguna obra que te gustaría “vestir” en especial?
-No sé si una obra, pero me gustan mucho las piezas clásicas reversionadas, porque podés mezclar el vestuario de época con el actual y eso da como resultado una textura que me encanta. De hecho, fue lo que hice en “Ser o no ser Hamlet”. El año pasado “vestí” una obra inspirada en cuentos fantásticos (“Un largo, accidentado, insólito y maravilloso viaje”) y estuvo buenísimo porque en ese mundo podés explayarte. Había gigantes, bosques, personajes imaginarios… Era una obra de Daniela Martín por la que me dieron el Premio Provincial de Teatro en el rubro vestuario.
-¿Tenés referentes en tu especialidad?
-En Córdoba, mi profesor de Teatro Santiago Pérez me hizo conocer a muchos vestuaristas del Teatro San Martín. A nivel nacional mi referente es Renata Schussheim y a nivel internacional, la japonesa Eiko Ishioka, que hizo la estética del “Drácula” de Cóppola y varios trabajos para el Cirque du Soleil. También me encanta Emma Lebail, vestuarista de la película “Amélie”.
-Además de actriz, en 2010 ganaste un premio nacional como directora, ¿vas a volver a esos rubros?
-¡Me encantaría! Este año estuve a punto de actuar, pero tuve tanto trabajo que no hice tiempo. En cuanto a lo otro, estoy armando de a poco una obra en la SalaMandra, pero es un proceso que va lento. Mientras tanto, sigo haciendo ropa para los personajes.
Como el chaleco para un torero que Yanina le mide a su maniquí para la foto. Cuando a principios de mes se lo ponga un actor, los dos (actor y chaleco) le habrán prestado “prenda y sustancia” a un ser imaginario; ese que mediante la fabulosa alquimia del teatro se materializará por una noche en las tablas del mundo.
Iván Wielikosielek