En la Biblioteca para Discapacitados Visuales de Córdoba se producen por año 50 audiolibros que permiten a cientos de invidentes acceder de manera gratuita a la literatura. Un grupo de voluntarios dona su voz para que otros puedan oír lo que sus ojos no pueden ver
La ceguera es una discapacidad que afecta entre el 1% y el 4% de la población de los países latinoamericanos. En ese marco, una gran pregunta es cómo hacer para promover que las personas no videntes gocen de las diferentes expresiones de la vida cultural, para lo cual se deben eliminar diversas barreras.
Y un buen ejemplo es el trabajo de la Biblioteca Provincial para Discapacitados Visuales, que desde hace 22 años viene promoviendo y fortaleciendo la accesibilidad de las personas ciegas o de baja visión, abriendo las puertas a la literatura a través de los audiolibros.
“Fue hace muchos años, pero aún recuerdo que lo primero que escuché fue ‘Cien años de soledad’ en casete”, comenta Alberto Tita, uno de los socios del lugar.
La biblioteca cordobesa fue la primera del país en tener este tipo de ediciones y hoy cuenta con su propio estudio de grabación, en el que se realizan unos 50 ejemplares anuales en CD y MP3, conformando en la actualidad una colección que supera los 900 audiolibros. Los títulos incluyen clásicos universales, policiales, románticos, historiográficos, y no faltan Sartre, Cortázar, García Márquez y Sheldon, ni autores cordobeses o incluso títulos como el Kamasutra.
Rodolfo Mignini, quien está a cargo de la producción, comentó que “antes se llamaban libros parlantes y comenzaron a funcionar en el primer lustro de los 90. Se hacían con los radiograbadores de casetes, sin criterio técnico o artístico. Después se pusieron cabinas de grabación, pero muy precarias. El cambio llegó con el nuevo siglo”.
La digitalización comenzó en 2004 con el reequipamiento y la adecuación de formatos y en 2010 se inauguró el estudio de grabaciones con un tratamiento acústico profesional.
“He podido escuchar algunos de los audiolibros, pero el que más me gustó fue ‘El Principito’, porque me lo leía mi abuela cuando era chico, y volver a escucharlo me trajo recuerdos y fue muy lindo”, cuenta Iván de la Colina, otro de los usuarios.
Iván no lee en Braille, y como él hay muchos chicos que no lo hacen por múltiples razones. Para estas personas, la importancia de poner a disposición una audioteca se potencia.
Así lo aseguró Mercedes González, la responsable de la institución. “Cuando la gente ya es grande y queda ciega es difícil que aprendan Braille, porque es fácil aprender a escribirlo, pero es difícil leerlo, más si tienen problemas de diabetes que provoca la pérdida de la sensibilidad al tacto”. Un caso similar “pasa con los jóvenes que han sufrido algún accidente que les generó la discapacidad de un día para el otro. Para estas personas hacemos especialmente los audiolibros”.
Mi voz para tus ojos
“Cuando me encuentro con la gente en la biblioteca saben que soy yo, muchos me reconocen al instante por mi voz y de inmediato me dicen qué libro les gustó más”. Estas palabras son de Mario Varela, el reconocido locutor de los SRT, quien viene grabando historias desde hace 12 años.
“Comencé el 2 de abril de 2003. Hacía mucho tiempo que me interesaba poder hacer esto, entonces fui a la Biblioteca y vi el estudio. Pregunté cómo podía hacer para grabar y comencé, y sigo hasta hoy”, comenta Mario.
Los usuarios de los audiolibros confiesan que la voz es fundamental porque es la que te guía y te invita a seguir escuchando un relato, te permite que lo entiendas o hace que lo abandones. Y es que no hay dudas en que contar historias es un arte.
Mario asegura que cada vez que se coloca frente al micrófono se mete en la piel de cada personaje y resalta que “leer es una tarea apasionante. Desde que iba a la escuela me gustaba leer libros, pero ahora es distinto, cuando hago esto sé que estoy colaborando con el bien del otro”.
Al igual que él, Sara Vidal también narra para alguien más, desde hace unos cinco años. Ella es maestra de niños con capacidades especiales y se define como una lectora de vocación, que utilizó siempre la lectura como una herramienta para ayudar.
“Cuando le leés a nenes con problemas de aprendizaje o con síndrome de Down, estás contribuyendo a un desarrollo mejor y a facilitar la concentración. Ahora sigo leyendo, para otros con quien también colaboro”, dice Sara, quien recuerda como si fuese ayer el día que se unió a esta iniciativa.
“Una vez me hablaron de grabar audiolibros. Fui, pasé la prueba y acá estoy, fascinándome cuando entro al estudio y me pongo a interpretar los personajes porque quiero entretener al que me está escuchando”, cuenta.
Sara es dueña de una biblioteca circulante de unos siete mil ejemplares, lo que la convierte en la proveedora de muchos libros que graban otros voluntarios al tiempo que sólo desea que esto se “puede expandir”, porque “es tan bueno lo que se hace y hay tanta gente que no puede leer; que no puedan no significa que no les guste”.
Actualmente, son 15 los lectores que donan su tiempo y también su voz para grabar cientos de historias para aquellos que como Alberto, no pueden leer. “No conozco personalmente a los locutores, pero merecen una recompensa por su tarea”, dijo.
Veintidós años de inclusión
La Biblioteca Provincial para Discapacitados Visuales funciona en la calle Vélez Sarsfield 137, de la ciudad capital, y nació en 1993 gracias al impulso de un grupo de personas invidentes en búsqueda de un lugar que fomentara un espacio de lectura y formación.
Quienes visiten el edificio pueden acceder al préstamo de libros en sistema Braille, impresión de apuntes universitarios en Braille, talleres literarios para personas ciegas y videntes, y capacitaciones abiertas a todo público.
El acceso es gratuito y se exigen los mismos requisitos de cualquier otra biblioteca.
Asimismo, quienes estén interesados en postularse como lectores voluntarios pueden contactarse al teléfono 0351-156270161, o al correo electrónico bibliodisc@yahoo.com.ar.