Por el Peregrino Impertinente
Las Marietas son un conjunto de islas ubicadas en las costas del centro-oeste de México, en las bondades del Océano Pacífico. Debido a su incomparable atractivo natural, representan un verdadero paraíso. Esto, entendiendo el término como un espacio de espléndida belleza del mundo real, y no como el lugar donde Adán y Eva andaban haciendo chanchadas hasta que un dios de lo más envidioso los condenó al destierro. “Menos mal que nos mandó una manzana y no whisky y Multi O”, había comentado entonces el pervertido de Adán.
En concreto, el área protegida está compuesta de dos islas: la redonda y la larga “Eso me recuerda a una vez en la que…” salta otra vez el depravado primer hombre, antes de ser definitivamente silenciado por la divina providencia.
Es justamente en la Isla Larga donde se ubica la llamada Playa del Amor. Una cala de enorme hermosura rodeada de rocas, corales, especie de cavernas y un mar tan prístino que los peces se ven clarito desde cualquier punto “¿Dónde? ¿Dónde?”, Pregunta con desesperación Sergio Romero “Ahí negro, al frente tuyo”, le responde Andrea Bocelli, dejando en evidencia las muy limitadas capacidades del arquero de la selección.
Lo cierto es que debido a la visita masiva de turistas, y el consecuente deterioro de un medio ambiente tan especial, las Islas Marietas permanecieron cerradas durante el último tiempo. Recien fueron reabiertas hace pocas semanas, aunque con una serie de reglamentaciones impuestas por el Gobierno mexicano que, entre otras cosas, solo permiten el ingreso de un máximo de 116 turistas diarios (contra los más de 3.000 de antaño). “Perdimos en recaudación pero ganamos en naturaleza” dice el careta del director del parque, quien por dentro se quiere cortar los cosos con un pez espada.