La pequeña aldea es un fiel resumen de todas las virtudes que el valle posee. A 15 kilómetros de Alta Gracia, corporiza un banquete de paz, sierras y río Anizacate
Escribe Pepo Garay
Especial para EL DIARIO
El de Paravachasca es un valle ubicado en el oeste de Córdoba capital, cuyo principal referente es Alta Gracia. Limita con la región de Punilla al norte, en las adyacencias de Falda del Carmen (camino a Villa Carlos Paz, al este de las Sierras Grandes), y al sur con el Valle de Calamuchita, justo a la altura del Dique Los Molinos.
Se trata de un área geográfica preciosa, de montañas tenues y naturaleza en flor, agua para refrescarse ahora que los calores se asoman, y mucha tranquilidad para compartir con los poquitos y amables paisanos que mechan el mapa. La Serranita, 15 kilómetros al sur de Alta Gracia y a 175 de Villa María, es un fiel resumen de todas las bondades que la zona posee.
Así que habrá que salir a disfrutarla, tan pequeña su circunferencia, de 500 habitantes que ni se sienten en invierno, y que apenas se multiplican en verano, sobre todo con la llegada de los dueños de varias casonas y quintas (vienen de la cabecera provincial y de Buenos Aires, fundamentalmente).
Así, la comuna logra conservar buena parte de su esencia pacífica y sigilosa incluso cuando la temporada explota en otros centros turísticos no muy lejanos (Carlos Paz está a 55 kilómetros, Santa Rosa a 50).
Buenas noticias para el amante del relax y la ausencia de ajetreos (¿filas para comprar un helado? ¿Qué es eso? Preguntan los locales). Atractiva propuesta a los ojos de quien busca llenarse de Córdoba al compás de un río generoso, el Anizacate, y de los faldeos prominentes henchidos de eucaliptus, sauces, álamos, algarrobos. Arriba, se alcanzan a divisar las propiedades antes citadas, las usadas como “segundas casas”. También hay hosterías y cabañas, aunque en términos de restaurantes, bares y afines, la oferta es escasa.
Cerros y la Cueva de los Helechos
En todo caso, lo elemental está en descansar en el balneario o seguirle la corriente cristalina y empedrada al Anizacate, y descubrir ámbitos donde el agua se hace bien ancha y el paisaje abierto y vital. Espacios alejados como La Curva ofrecen playas vírgenes de arena y ollas naturales lo bastante hondas como para lanzarse de las piedras, otro clásico mediterráneo. Algo similar ocurre en la célebre Cueva de los Helechos, rincón repleto de vegetación y sutiles cascadas.
Mientras tanto, los que controlan todo desde las alturas son los cerros La Cruz o La Luisa, las dos montañas más famosas del lugar. Llegar a su cima tras un pequeño esfuerzo, significa otear los horizontes de Paravachasca, los paraísos tímidos del Departamento Santa María y la Pampa de Achala (en las Altas Cumbres). En rigor, esta última no forma parte del valle, pero su vecindad hace que se complemente, al menos en el deseo por subir.
Después, toca visitar pueblos vecinos como La Bolsa, Los Aromos, Anizacate (todos linderos a la ruta provincial 5, que conecta con Alta Gracia al norte y con el Dique Los Molinos al suroeste) e incluso La Paisanita, al otro lado del río. Aldeas que en su sencillez, en su belleza concreta, en su poesía humilde, se hermanan con La Serranita, volviendo al entorno más ameno, y al viajero más feliz.