Escribe Federico Jelic Especial desde Boston-Estados Unidos
Ciudad intelectual, diplomática y académica como Boston, no debe haber demasiadas en el mundo. Lugar de la Universidad de Harvard, la más prestigiosa del mundo, donde egresaron celebridades de todos los ámbitos, también quedó en la historia de otro benemérito maestro que dio su último concierto en esas latitudes. En este caso, más que una despedida fue una expulsión.
Estamos hablando de Diego Armando Maradona. El 24 de junio de 1994, durante el Mundial de Estados Unidos, Argentina superaba 2-1 a Nigeria, por la 2° fecha del Grupo D y clasificaba a octavos de final. Pero la buena noticia mutó casi en tragedia cuando después en el control antidóping, al mejor futbolista del mundo le salieron positivos los resultados, por consumo de efedrina. Sin saberlo, escribía su despedida con la camiseta de la selección Argentina. Un dolor que todavía perdura, cuyas heridas siguen abierta, y quizás Messi pueda cicatrizar esta noche. Quizás.
Ese estadio, el Foxboro Stadium, ya no existe más. Fue demolido y remodelado en 2002, rebautizado como “Gillette Stadium”, aunque en el mismo predio. Es decir, como una meca, lo mismo quedan flotando en el ambiente el golazo de Diego a los griegos, con grito a la cámara incluida, y partes del destello de magia ante los africanos. ¿Cómo olvidar el “Diego, Diegoooo”, de Caniggia pidiendo arrebato para marcarle el segundo gol a Peter Rufai, desde un ángulo cerrado y complicado, con una comba enamoradiza que los nostálgicos retienen en su memoria.
La “vendetta” de FIFA golpeó donde más duele, sobre todo con el dolor de que AFA no puso reparos, separó a Maradona tras el dóping, y su presidente, el ya extinto Julio Grondona alcanzó la vicepresidencia del ente máximo del fútbol mundial. Un canje perverso. El astro del Nápoli pisó Estados Unidos, su país enemigo ideológicamente, como una de las figuras, para darle marketing a un torneo un poco devaluado, y se tuvo que ir por la puerta de atrás, con la complicidad de muchos hombres de traje, sin nacionalidad más que la del dinero.
Boston ríe y llora. Porque pudo sentir y vivir la última función de Maradona, el mejor de su época, y esta noche podrá conocer el repertorio del futbolista superlativo del momento contemporáneo, Lionel Messi. Los dos más grandes de la historia argentina caminaron por esta anglosajona ciudad, donde brillan los Boston Celtics de la NBA (con 17 anillos de campeones) en Massachusetts, los Red Sox del beisbol (allí empezó a jugar esa leyenda llamada Babe Ruth antes de ser bastardeado y enviado a los Yankees) y los Bruins del Hockey Sobre hielo.
En la avenida Commonwealth se puede apreciar una estatua conmemorativa a Domingo Faustino Sarmiento, recordado como “presidente argentino amigo de los americanos” en la placa distintiva. Su misión en el país del norte fue “exportar” profesores, en busca de instaurar las bases del mismo sistema educativo, con la condición de pública, laica y gratuita.
Allí, en Boston, en Foxboro mejor dicho (lo separan unas 30 millas) Argentina buscará su pasaje a semifinales, ante la sorpresiva Venezuela. Con Messi desde el arranque, emulando la despedida de Maradona. Confluyen dos estrellas.