La cantidad de consejos, remedios y sugerencias acerca de posibles curas para el hipo es enorme. Alguno siempre termina funcionando, pero ¿tienen una explicación científica o son “para creer o reventar”?
Porque comimos mucho o demasiado rápido. Porque nos reímos en el preciso instante en el que mordíamos un bocado. Porque la comida estaba muy picante o demasiado caliente. Porque tragamos aire, fumamos o estamos estresados. Básicamente todo lo que hacemos en la vida es capaz de desencadenarnos un episodio de hipo agudo. Pero este hipo que surge en los momentos menos indicados y es capaz de avergonzarnos en las situaciones más solemnes no viene solo. Trae consigo una lista enorme de posibles remedios caseros que familiares y amigos aseguran “infalibles”. Resignados, uno tras otro los vamos probando hasta que, eventualmente, el hipo se va. ¿Funcionan entonces? ¿Acaso la mejor forma de quitar el hipo es, efectivamente, un buen susto?
No todos los hipos son iguales
Seguramente la mayoría de nosotros aprendió en la escuela que el hipo es una contracción brusca del diafragma. Normalmente este músculo clave en la respiración se contrae y se relaja debidamente y sin mayores inconvenientes. Sin embargo, en contadas oportunidades, tanto él como los restantes músculos inspiratorios sufren fuertes e inesperadas contracciones. Eso es el hipo.
Comúnmente padecemos hipo agudo, el que molesta un rato y luego de unos minutos desaparece. En raras ocasiones aparecen casos de hipo persistente que pueden extenderse hasta por un mes y, los casos más extraños son los de hipo intratable, también llamado diabólico, que llegan a durar años. De hecho, el récord mundial de hipo lo ostenta Charles Osborne, quien hipó sin parar durante 68 años, desde 1922 a 1990.
En estos casos crónicos los desencadenantes pueden ser la irritación del nervio vago o el frénico, dos de los nervios que controlan el diafragma. Esta irritación puede darse de maneras muy curiosas, como el caso reportado en 1961, cuando el responsable era un pelo en el conducto auditivo externo del hipador y que se solucionó extrayendo al intruso o el caso de una niña japonesa de tres años cuyo hipo fue resuelto colocando vinagre en su nariz (no lo hagan en casa). En ocasiones, este hipo interminable puede deberse a enfermedades del sistema nervioso central o alteraciones metabólicas. Por eso si empezamos a hipar y vemos que la cuestión no cede al cabo de uno o dos días es muy importante consultar con el médico.
Los remedios de la abuela
Afortunadamente la mayoría de la gente sólo sufre casos de hipo agudo y aquí es cuando comienza la diversión. La cantidad de consejos, remedios y sugerencias acerca de posibles curas para el hipo es enorme. Incluyen anécdotas familiares (“Al primo de un vecina de mi abuela le funcionó”), historias mitológicas (“Cuando los dioses del Olimpo tenían hipo inhalaban…”) y, por supuesto, soluciones mágicas (como rezarle a San Judas, el Santo de las causas perdidas). Alguno siempre termina funcionando, pero ¿tienen una explicación científica o son “para creer o reventar”?
Antes de analizarlos en detalle lo importante es destacar que como el hipo no es un problema grave, el interés que suscita su tratamiento no es muy grande y no existen estudios controlados doble ciego aleatorios que se precien al respecto. Generalmente se trata de reportes de casos médicos anecdóticos pero, sobre la base de la información disponible, podemos intentar desarrollar algunos puntos interesantes en nuestra lucha contra el hipo dividiendo a los remedios caseros en tres grandes grupos.
Grupo 1
Explicación: aumento del nivel de dióxido de carbono en sangre.
Algunos trabajos sugieren que un mayor nivel de dióxido de carbono en la sangre disminuye la capacidad del diafragma para contraerse. Si lográramos alcanzar esa situación se interrumpirían los espasmos y el hipo sería un recuerdo. Hiperventilarnos respirando dentro de una bolsa de papel o jadeando por un gran susto entrarían en este grupo.
Grupo 2
Explicación: irritación de la úvula o la nasofaringe.
Esta idea está basada en la teoría de la compuerta (gate control theory), propuesta en 1965 por Melzack y Wall para explicar los fenómenos relacionados con el dolor. La estimulación por irritación de la úvula o la nasofaringe desempeñaría el papel de lograr que el nervio vago envíe señales al cerebro diciéndole que preste atención a la nueva sensación que estamos generando e interrumpa así el reflejo del hipo.
Algunos de los “remedios” distractores en este caso serían chupar limón, comer hielo picado, tomar agua muy rápidamente, tomar agua por el lado “incorrecto” del vaso, comer una pizca de azúcar, levantar la úvula con una cuchara y tragar pan duro.
Grupo 3
Explicación: estimulación de los nervios vago o frénico.
Muchas veces el bloqueo o la estimulación de los impulsos transmitidos por los nervios vago o frénico se utilizan como métodos no farmacológicos (con resultados variables) para los casos de hipo persistente. Los remedios para el hipo agudo que podrían pertenecer a esta categoría incluyen frotarse suavemente los globos oculares, tocarse con los dedos dentro de la oreja (recordemos el caso del pelo en el oído) o (el más familiar) tomar agua rápidamente sin respirar. Sin lugar a dudas el método más peculiar dentro de este grupo se aplicó en 1988 e incluyó un masaje rectal.
Los tres grupos descriptos abarcan la totalidad de remedios caseros que podrían llegar a tener un efecto en nuestro hipo agudo. Por supuesto también existen alternativas más místicas como pegar un pedacito de papel con saliva en la frente o decir alguna oración pero son insostenibles desde la ciencia y por eso no los incluimos. Simplemente es cuestión de elegir si creemos o reventamos.
Los remedios de la abuela para controlar el hipo, entre ellos el susto, son de eficacia incierta y, definitivamente, ninguno es infalible. Sin embargo, en su gran mayoría son inofensivos así que si encontramos alguno que nos funcione, bienvenido, aunque más no sea para distraernos mientras el molesto hipo se va.
Fuente: Chequeado.com. Buenos Aires