Cabrito, cabrón

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Cabrito, cabrón

HUMOR VIAJERO

 

Por el Peregrino Impertinente

Se denomina cabrito a la cría de la cabra que no tiene más de cuatro o cinco meses. A no confundir con el cabrón, que es ese señor del FMI que viene todos los meses a reunirse con los funcionarios del Gobierno nacional, cargando en su maletín polémicas recetas económicas, geles de distintos tipos, enigmáticos elementos de cuero y un libro del kamasutra.

El animalito en cuestión es bien conocido por sus propiedades gastronómicas. No en vano se lo considera un manjar en distintas partes del mundo. En especial en nuestra Latinoamérica, donde es casi tan adorado como el fútbol, las novelas o los videoclips de regetoneros cantando arriba de un yate con 27 mujeres semidesnudas alrededor, quienes arden por el hombre sin notar que es idéntico a un mandril, pero con musculosa y lentes para el sol.

Igual no hace falta irse tan lejos para apreciar el fanatismo popular por el cabrito. En localidades como Quilino (donde se realiza el Festival Provincial), o en los pueblos de las sierras, el plato es toda una tradición, casi tanto como no laburar por seis meses seguidos.

En dichas latitudes, el finado mamífero es preparado en múltiples “formatos”: a la parrilla, al horno, en sándwich, en guiso, en escabeche, en empanadas, en tartas… “No lo hacemos en flan porque no queremos que la nona nos pegue tres tiros en el pecho y nos entierre semivivos en un descampado. Viene de Sicilia la abuelita”, comenta un pobre infeliz del montón, mientras hace fila en la “Fiesta Mundial del Cabrito, de Piñón Fijo” para que le arranquen la cabeza por una porción que es 85% hueso.