El historiador Luciano Pereyra bucea en los archivos para recordar cómo fueron los inicios de un evento que, remontados en la historia, tiene mucho más que tres décadas de vida
Pasaron más de 30 ediciones de los Carnavales Gigantes de Villa Nueva con evolución, cambios, pero básicamente respetando el actual formato.
De todas maneras, hay que remontarse a un buen puñado de años atrás para encontrar los inicios de esta celebración.
El historiador y docente villanovense, Luciano Pereyra, se encuentra actualmente recuperando el Archivo Histórico de Villa Nueva, que llevaba años sin funcionar y con las puertas cerradas en un espacio dentro de la Casa de la Cultura.
Allí, trabajando en la restauración de todos los documentos desde 1857 a la fecha, se dio con algunos ejemplares de “El Chupaganzo”, lo que podría definirse como el periódico de la época, íntegramente manuscrito, en el que se revelan las raíces del Carnaval.
“Sabemos que los Carnavales en la ciudad se festejan desde siempre, aunque hubo épocas en las que estuvo prohibido, como en la de Rosas”, comentó Pereyra al canal local Uniteve mientras revisaba una de las ediciones de la publicación, que data de 1923.
“Sobre los Carnavales se conoce mucho desde lo que es principios del siglo 20 por algo de material de El Chupaganzo, un diario mensual del pueblo que muestra el festejo del Carnaval de aquella sociedad que estaba más relacionada a lo religioso, con el festejo de lo que era arrojarse agua, disfrazarse, a diferencia de lo que es el Carnaval actual, que es más una representación del Carnaval carioca”, expresó.
Confió que “Villa Nueva tuvo siempre una relación de lo que es el festejo del Carnaval por una cuestión religiosa, por ser una ciudad clerical”.
Más allá de las más de 30 ediciones del actual formato, el Carnaval es más antiguo, “pero no se organizaban con la formalidad que tienen ahora y eran tres días de liturgia religiosa con festejos quizás que quedaban en la privacidad de las familias, ya sean pudientes, como de escasos recursos”, cerró sobre la fiesta que hoy identifica a la mayoría de los villanovenses.