El obispo diocesano Samuel Jofré Giraudo presidió la ceremonia religiosa que fue concelebrada por todos los sacerdotes de Villa María y Villa Nueva
Una importante cantidad de fieles se congregó ayer por la tarde en las inmediaciones de la Catedral y del Santuario de la Inmaculada Concepción para participar de la misa que se desarrolló por el Día de la Virgen.
Luego de la copiosa lluvia que se registró en la ciudad y la región en horas de la mañana, las agradables condiciones climáticas de la tarde “empujaron” a los feligreses para abocarse hacia el oficio religioso, seguido de una procesión por las inmediaciones del templo mayor que fue presidida por el obispo diocesano Samuel Jofré Giraudo y concelebrado por todos los sacerdotes que integran la Diócesis.
Cabe mencionar que durante la misa vespertina, única que se desarrolló en Villa María y Villa Nueva, Jofré Giraudo tuvo menos participación de la habitual debido a una afección en sus cuerdas vocales.
También se destacó, entre los cientos de feligreses, la presencia del intendente Martín Gill, junto a su esposa, a quienes el obispo se detuvo a saludar en su camino hacia el altar antes del inicio de la ceremonia.
“Compartimos el mismo destino”
Luego de la lectura del Santo Evangelio, la homilía estuvo a cargo del sacerdote Alberto Bustamante, quien comenzó diciendo: “Cuando uno recibe un nombre, recibe un destino. Nuestra ciudad cumple 150 años y nuestra Iglesia diocesana, 60 años. Ambos podemos decir que compartimos el mismo destino porque tenemos el mismo nombre, el de María, porque somos Villa María y la Diócesis de Villa María”.
“Compartimos el nombre de una mujer, por lo tanto, podemos decir que nuestro destino es ser madre, tener rostro, corazón, entrañas y útero materno”, aseguró.
A la vez, el religioso sostuvo que “la ciudad y la Diócesis están llamadas a expresar eso, a engendrar vida, a dar a luz, vida, a cuidar la vida, a sostenerla, abrazarla, alentarla y a levantar la vida caída, a curar heridas de la vida”.
“Esa es nuestra vocación y tenemos que ser expresión de eso. Se tiene que notar en todo lo que hacemos, decimos y decidimos que queremos ir por ese camino”, agregó.
Continuando en esa línea, Bustamante manifestó: “Llevamos el nombre de una mujer, pero no de cualquier mujer. María es una mujer a quien confesamos como inmaculada en su concepción. Eso quiere decir que nos ayuda a encarnar esa dimensión de maternidad, de rostro y corazón materno que como ciudad e Iglesia estamos llamados a ser porque es nuestro destino”.
“María es toda de Dios y de su pueblo, por eso pudo tener esa dimensión de tanta integridad de madre, porque ser toda para Dios y para su pueblo significa que en ella no había una mínima pizca de autorreferencia, de egoísmo, de soberbia, de búsqueda enfermiza y desenfrenada de sí misma ni de tener como horizonte un espejo”, aseguró, a la vez que dijo: “Nunca piensa en ella, siempre pensó en Dios y en nosotros porque sabe muy bien que cuando uno no es todo de Dios ni todo para su pueblo, comienza a ser todo para uno, sin pueblo, sin gente, sin importarle el otro, destruyendo la propia vida y la de los demás”.
“Adán y Eva fueron todo para sí mismos, rompieron todo y nosotros todavía estamos pagando la consecuencias. En cambio, María repara y restaura todo porque mira a todos, es sensible a todos e intuye lo que les pasa a los otros porque haciéndolo sale al encuentro y no espera que el hijo le diga lo que le pasa, ella se da cuenta de lo que le sucede porque está pendiente de su hijo y no de sí misma”, amplió.
“Una madre con olor a hijo”
Continuando con su homilía, Bustamante destacó que María “es una madre con olor a hijo y no una madre con olor alguna marca de cosméticos, a la que le importan sus hijos. Por eso nosotros peregrinamos por ella y durante años hasta el día de hoy el pueblo sigue peregrinando hacia sus santuarios.
En la parte más “dura” de su discurso, el párroco criticó que “nuestra Patria sufre los efectos de los hijos cuando comienzan a elegirse a sí mismos y ya no les importan los otros. Entonces, comienzan a aparecer los indicadores de mirarse a uno mismo, el individualismo y la indiferencia de aquellos que solamente miran sus propios intereses”.
“En democracia, hemos consolidado un nivel de pobreza y de corrupción que duele, que hiere y que tiene como origen ese individualismo, desfigurando el rostro de la sociedad y generando enemistad”, lamentó.
A modo de síntesis, Bustamente remarcó: “Por eso, como cristianos, estamos llamados a ser simplemente como María, todos del Señor y del pueblo”.
“Antes de hacer cualquier cosa y de tomar cualquier decisión, hay que querer mucho a la gente, pero la gente debe darse cuenta de que se la quiere porque hay muchos que dicen que la quieren, pero lo disimulan muy bien”, criticó, y finalizó diciendo: “Dios quiera que nuestros hermanos, los hombres, cuando miren el rostro de nuestra Iglesia puedan sentirse cautivados y atraídos por la belleza de un rostro que se preocupa por ellos, que los quiere cuidar, abrazar, sanar, levantar, alentar y consolar como lo hace una madre. Pidámosle esa gracia a María Inmaculada”.
Tras la celebración de la misa, los cientos de fieles se encolumnaron detrás de la imagen de la Virgen María y recorrieron las calles Santa Fe, Rucci y Buenos Aires, en torno a la plaza San Martín, para regresar por Estados Unidos al templo mayor de la ciudad.