
Se trata de Pedro “Chipaca” Aguilar, quien usó un palo de escoba al que le sacó punta para amedrentar al comerciante y sustraerle un celular y un atado de 10 cigarrillos. También le robó la bici a una joven y, en vez de golpearla, la besó en la boca

Un peón de albañil domiciliado en Oliva fue condenado ayer a cinco años de prisión efectiva por asaltar a un quiosquero con una improvisada lanza hecha con un palo de escoba y robarle la bicicleta a una joven, a la que besó en la boca por la fuerza antes de darse a la fuga.
El protagonista de estas curiosas historias delictivas se llama Pedro Luis Aguilar, alias Chipaca, un trabajador de la construcción nacido hace 29 años en la ciudad de Córdoba pero criado en San Juan, motivo por el cual también se lo conoce como Sanjuanino.
Aguilar se encuentra en la cárcel desde hace 15 meses y allí permanecerá hasta por lo menos los últimos días de noviembre de 2018, fecha en la que podrá solicitar la “libertad condicional”, aunque habrá que ver si se le concede dicho beneficio excarcelatorio.
En efecto, como fue detenido a fines de mayo de 2015, este singular ladrón deberá cumplir las dos terceras partes de la condena dictada en la víspera (es decir, tres años y cuatro meses) para, recién entonces, peticionar la aplicación de aquel instituto legal que prevé la legislación para los convictos primarios.
Sin embargo, cuando se trata de robos con arma o delitos sexuales, el Juzgado de Ejecución Penal es mucho más estricto y, en la mayoría de los casos, deniega la “condicional”, por lo que los presidiarios deben completar la sentencia o pueden llegar a salir seis meses antes del cumplimiento total de la pena, en lo que se conoce como “libertad asistida”.
Hace 15 meses…
En mayo de 2015, Chipaca Aguilar perpetró los dos hechos por los cuales fue juzgado y condenado en la víspera en la sala de audiencias de la Cámara del Crimen de Villa María.
En el primero de ellos, le sustrajo la bicicleta a una joven que circulaba por las calles de Oliva. Lo curioso y llamativo del robo fue que, en vez de golpear a su víctima o quitarle el rodado por la fuerza, le dio un beso en la boca y escapó raudamente a bordo del rodado.
Por ese episodio, Aguilar fue acusado como presunto autor de “robo” y “abuso sexual simple”, calificación legal -esta última- que provocó que el juicio se realizara a puertas cerradas, por tratarse de un hecho de instancia privada.
El otro ilícito fue más grave y, por ende, la escala penal es mucho más elevada.
Portando un palo de escoba al que le había sacado punta para utilizarlo como lanza, el peón de albañil ingresó a un quiosco de Oliva con la supuesta intención de comprar un atado de cigarrillos Philips Morris 10.
El comerciante buscó la etiqueta y cuando se dio vuelta para entregársela, el “cliente” lo amenazó con su improvisada arma y le exigió que le entregara el teléfono celular. Luego de apoderarse del dispositivo, se dio a la fuga, pero fue detenido por la Policía poco después.
Por el atraco en el quiosco, se lo acusó como presunto autor de “robo calificado por uso de arma impropia”, un delito que es reprimido por el Código Penal de la Nación con prisión de cinco a 15 años.
Cabe señalar que, al momento de ser arrestado, Aguilar no sólo se opuso al procedimiento, sino que hasta intentó “coimear” a uno de los uniformados para que lo dejara ir, motivo por el cual también fue imputado por “resistencia a la autoridad” y “cohecho”.
La ausencia de antecedentes, sumada a la confesión del acusado, posibilitaron que el juicio se realizara bajo la modalidad de trámite abreviado, es decir sin receptarse pruebas testimoniales en la sala del quinto piso de Tribunales.
Al declarar sobre condiciones personales, Aguilar admitió ser adicto a las drogas, aunque refirió que hace cinco meses que no consume.
La audiencia de debate fue presidida por el camarista René Gandarillas y contó con la participación del fiscal Francisco Márquez y de la defensora oficial Silvina Muñoz, con la Secretaría de Gabriela Sanz.