En los años ´50 la censura de película no sólo era aplicada por entes nacionales, también existió la ejercida por comisiones municipales. En algunos casos argumentaciones morales pretendían justificar las prohibiciones. Esto se dio durante la primera mitad de esa década, pero también tuvo continuidad luego del derrocamiento del peronismo. Pero no en todos los casos fue igual, aquí rescatamos la actuación de una comisión local ante el pedido de censura realizado por organizaciones villamarienses.
Película «sucia»
En julio de 1956, mediante el Decreto 661, fueron designadas las nuevas autoridades de la Comisión Municipal de Cultura de Villa María. Mediante esa norma legal, Juan Antonio Fiol asumió como presidente, en tanto que José Cohen lo hizo como vice e Isaac Baruj ocupó la Secretaría. Las nuevas autoridades llegaron a sus cargos luego de varios cambios en ese organismo, a inicios de 1955 Juan Carlos Pizarro Olmos renunció a la Presidencia y fue remplazado por Tristán Torres Almada. En octubre de 1955 Juan Pablo Arabel fue designado interventor de la Comisión, pero sólo se mantuvo 10 días hasta que Braulia Menéndez de Vijande quedó como nueva interventora. Luego de toda esta inestabilidad, iniciada antes del golpe de Estado de setiembre de 1955, el comisionado municipal Isidro Fernández Núñez nombró a Fiol.
La nueva Comisión desarrolló gran diversidad de actividades, aquí nos ocuparemos de un hecho puntual relacionado con la censura. En la época, desde este tipo de comisiones municipales solían realizarse prohibiciones de películas que ya habían pasado el filtro de la Comisión Nacional Calificadora de Espectáculos Públicos originada mediante el Decreto nacional 16.168 fechado en agosto de 1951. Apuntar estos actos de censura realizados por autoridades locales permiten tener mayor acercamiento al clima de época en relación a las prohibiciones de películas. Un ejemplo tenemos en lo publicado en el diario provincial «Los Principios» del 25 de agosto de 1956. Allí encontramos un artículo con el título «Película prohibida por la Intendencia municipal», refiriéndose a la decisión tomada por las autoridades políticas de la capital provincial de Córdoba en relación a la no proyección del filme sueco «Las hijas del mercader de caballos». Tiempo antes esa misma película había sido prohibida en la ciudad de Buenos Aires.
El intendente de Córdoba firmó la censura luego del pedido de la Comisión de Moralidad de aquel municipio. Esta institución señaló que la obra carecía de «valores artísticos» a la vez que sostuvo que, «desde el punto de vista moral», debía ser tildada de «sucia, procaz y deprimente». Incluso se apeló al nacionalismo señalando que los críticos que elogiaban la obra no tendrían esa posición de tratarse de una película nacional.
La militancia a favor del ideario católico conservador quedó plasmado en el referido artículo de «Los Principios». Es así que allí puede leerse: «Es de desear que todas las municipalidades de la provincia estén sobre aviso para tomar, en sus respectivas jurisdicciones medidas similares a la que comentamos, igualmente estén advertidas las organizaciones católicas de la provincia, a los fines de lograr, por vía legal, la correspondiente prohibición, si es que alguna sala se atreviere (sic) a proyectarla».
Sexualidad en el cine
Por entonces Villa María contaba con varias salas entre las cuales estaba el «Cine – Teatro Odeón», a cargo de Mario Ingaramo, el «Monumental» de Bautista Fiorano y el «Gran Rex» de Félix Méndez. La referida película estaba programada para ser exhibida en la ciudad. Esto alertó a los sectores conservadores que pidieron la censura. El 6 de septiembre de 1956 la Comisión Municipal de Cultura, se reunió en su sede de José Ingenieros 38 para debatir acerca de la exhibición de «Las hijas del mercader de caballos» en Villa María. El ente presidido por Fiol había recibido notas de «instituciones del medio» solicitando la prohibición de la mencionada película. La posición de quienes se oponían a la proyección contaban con los antecedentes de la censura en Córdoba y Buenos Aires, junto a la militancia católica para que ese filme «sucio» no se pasara en las salas cinematográficas.
Si bien conseguimos varias críticas de la película, no pudimos hacernos de una copia para visualizarla. Sí intentamos, con éxito, encontrar una voz local de la época acerca de esta obra dramática, dirigida, en 1954, por Egil Holmsen. El diario local «Heraldo» en su edición del 13 de junio de 1956 presenta el filme como un típico producto de la cinematografía sueca que, remarca, ha sabido explotar «hábilmente el tema sexual» para pasar a señalar que «en este caso, el tema harto audaz, sin justificativo artístico, servido por verdadera calidad plástica, excelente música y ceñido diálogo, puede atraer a un público como el nuestro, privado por la noñez de la censura dictatorial que padecimos hasta hace poco, de cualquier exteriorización valiente al respecto».
En cuanto al argumento de la película en «Heraldo» se dice que se trata de «dos hermanas, jóvenes, hijas de un mercader de caballos y huérfanas de madre desde niñas, se quieren hasta el punto de despertar sospechas de lesbianismo» las que parecen disiparse «cuando una de ellas vive un amor con un muchacho y queda embarazada; él, enamorado de ella, le propone casarse, pero ella no acepta y vuelve junto a su hermana». Nótese que se habla del supuesto «lesbianismo» pero nada de «incesto». En la nota se destaca que «las hermanas se bañan desnudas en el lago, la acción se desarrolla casi íntegramente en exteriores». En el artículo se habla de «naturaleza morbosa» en relación a lo que denomina «inclinación enfermiza de las dos hermanas»; llega a catalogar a la película como lenta hasta «provocar toses en la platea» a la vez que la critica por «no abordarse francamente el problema». Por otra parte rescata que los intérpretes evitaron «crudezas aplicando en su labor sentido de la medida, de la composición y del valor de las imágenes».
Como vemos, en plena década del ´50, la película toca temas que entonces eran considerados tabú, de allí que instituciones de la ciudad pidieron que la misma fuera censurada. Es sabido que el cine podía exhibir todo tipo de violencia sin despertar rechazo social, pero cuando se asomaba a las relaciones amorosas homosexuales surgían supuestos guardianes de lo moral.
No prohibir
En la mencionada reunión de la Comisión Municipal de Cultura, luego de debatir el tema, se pasó a votar para ver quiénes se inclinaban por la proyección en los cines locales o por la censura. Al final de la reunión Juan Antonio Fiol junto a Isaac Baruj firmaron una nota dirigida al comisionado municipal donde constan los votos de los integrantes de la comisión que participaron del debate. Por ello podemos conocer que votaron «porque se autorice la exhibición» José Cohen, Francisco Maristany, Rosa L. Buconic de Caronni, Héctor Coggiola, Isaac Baruj y Antonio Sánchez Llamas. En tanto que «por la negativa» lo hicieron Venancio L. Petitto, Edmundo Rigo, Fernando Bonfiglioli y Abraham Ruiz.
En la nota, Fiol y Baruj dicen: «La Comisión que representamos aconseja al señor comisionado que se permita la exhibición de la referida película, exclusivamente para personas mayores de 22 años». De esa manera la Comisión, en base a un procedimiento democrático de discusión, pudo superar los prejuicios y logró dejar de lado la censura que florecía en otros ámbitos.