En el marco de esta sociedad capitalista, diferentes tipos de organizaciones declaran tener como objetivo central la defensa de los derechos de trabajadores. Claro que no todas comparten la misma visión tanto acerca de la sociedad como de los trabajadores mismos. En la historia de nuestra ciudad también vieron la luz organizaciones que tenían muy distintas visiones acerca del papel que le corresponde a los trabajadores en la sociedad. En esta nota, y a partir de un artículo de un diario de circulación provincial, exponemos la visión que primó en la creación de los círculos obreros organizados desde el catolicismo.
Tutelar la clase obrera
En primer lugar debemos decir que el 25 de julio de 1914 el Gobierno provincial dictó el decreto que otorgó la personería jurídica el Círculo Católico Obrero de Villa María. Organización que ya tenía años de trayectoria en nuestra localidad. El 6 de agosto de este mismo año, el diario Los Principios publicó una carta del sacerdote Federico Grote, fundador de los Círculos Obreros en nuestro país. En esa edición del diario de orientación católica de la capital provincial se reprodujo la carta de José Valdez, quien le pidió ciertas aclaraciones a Grote, y el texto completo de la respuesta de éste exponiendo principios que guiaron la creación de los Círculos y que, supuestamente, habían sido contradecidos por el ingeniero Alejandro E. Bunge el 10 de agosto de 1913 en Balvanera. Este discurso de quien entonces presidía la Junta Central de Gobierno de los Círculos fue publicado en «El trabajo», medio de prensa oficial de esa organización.
Antes de continuar es conveniente aclarar que Federico Grote fue un cura alemán, que luego de misionar en distintos lugares de América, en el año 1884 llegó a nuestro país. Su accionar estuvo guiado por lo planteado en la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII, dictada en 1891, en la cual el Pontífice católico planteó el apoyo a la formación de organizaciones obreras pero sin olvidar de formular un claro apoyo a la propiedad privada. En esa encíclica social trata la relación entre el gobierno, las empresas, los trabajadores y la propia Iglesia Católica. Es aceptado que ese documento fue la carta de fundación de la democracia cristiana. Desde los Círculos no se llamaba a la unidad proletaria mundial sino que primaba una visión religiosa y si bien se planteaba la defensa de los derechos de los trabajadores, existía una visión proteccionista de ese sector social que Grote expone claramente en la referida misiva pública.
Sin capacidad para el gobierno
Regresando a esa carta publicada en «Los Principios», Grote escribe en respuesta a José María Valdez diciendo, que si bien tenía el propósito de «guardar reserva» en relación a lo que pasaba «en los Círculos de Obreros» después de su renuncia considera muy errados los conceptos vertidos por Bunge, e inmediatamente pasa a señalar lo que, según él, sería lo correcto. Lo primero que expone es que los Círculos Obreros deben ser proteccionistas y que por ello es equivocado cuestionar que las comisiones de esas instituciones estén integradas por integrantes de otras clases sociales. Grote textualmente remarca que esa «mezcla de clases en los socios es intencional, y forma una nota característica de nuestra institución en orden a la consecución de su fin social cristiano» y justifica que las comisiones de los Círculos no estén integradas solamente por obreros diciendo que «todas las clases sociales pueden y deben promover el bienestar material y moral de la clase obrera» y que, según el religioso, la participación activa de personas de diferentes sectores sociales en estas organizaciones haría que dentro de las mismas se resolviera «uno de los problemas más importantes y arduos de la cuestión social y obrera: la desaparición o al menos la disminución del antagonismo de clases, mediante el mutuo trato, el mutuo respeto de deberes y derechos». En ningún momento plantea la igualdad de derechos sino, por el contrario, Grote habla de «la acción protectora de las demás clases sociales sobre la clase obrera» y tratando de dar mayor peso a su argumento cita la encíclica Rerum Novarum.
La visión proteccionista sobre la clase obrera estaba en lo propios estatutos de los Círculos y así lo hace saber Grote recordando que se ha fijado que «no solamente los socios netamente obreros sino también de las demás profesiones, pueden, de derecho, formar parte de las comisiones directivas de los Círculos». Luego argumenta que si bien ese tipo de organizaciones tienen por «misión la promoción y defensa del bienestar de los obreros» eso no alcanza para inferir que deben pertenecer a los trabajadores. Porque, aclara, de ser así «las asociaciones de caridad, y las escuelas deben ser gobernadas por los pobres y los niños respectivamente, desde que para ellos fueron fundadas». Es claro que Grote no advierte en el sector obrero capacidad por discutir y luchar por sus propios derechos, es más sostiene que «reside mayor capacidad e idoneidad intelectual para el gobierno de las sociedades en las clases sociales, superiores por su posición social y profesiones a la clase obrera; y que ésta, ordinariamente hablando, es poco capaz e idónea para ejercer las delicadas funciones de gobierno». En la jerarquización que el religioso realiza, la clase obrera queda relegada a una condición de inferioridad por lo cual no tienen condiciones para el desempeño de funciones de gobierno que, señala, «requieren una preparación intelectual más elevada e intensa, muy difícil de adquirir, salvo raras excepciones, para la clase obrera, no solamente por la falta de tiempo, sino también por la naturaleza de los trabajos que le son propios, mientras su adquisición es más fácil a las otras clases sociales, tanto por los recursos y el tiempo de que disponen, cuanto por el carácter de las ocupaciones profesionales a que se dedican».
¿División en clases sociales por la providencia?
Grote no sólo considera la clase trabajadora debe ser tutelada sino que intenta sostener como progresista su posición ideológica, para lo cual señala que desde la Junta Central de Gobierno de los Círculos se han opuesto a «cierta corriente aristocrática» insistiendo «en que sean llamados también los trabajadores a tomar parte del gobierno de los Círculos».
Luego avanza en sus argumentaciones y habla de las diferencias de clases sociales. Textualmente señala: «Y no se diga que esta inferioridad de preparación intelectual en la clase obrera es un defecto censurable de la actual organización social. Es una consecuencia natural y necesaria de la diferencia de clases, ordenada por la divina Providencia, la que por consiguiente no desaparecerá a pesar de todos los esfuerzos loables y fecundos que se hagan para instruir al obrero y levantar su nivel intelectual».
Luego de repasar la visión que tenía el fundador de los Círculos Católicos Obreros, podemos terminar esta nota con sus propias palabras escrita en Los Principios cuando le dice a José María Valdez:
«Usted sabe cuánto amo yo al obrero: pero nunca el amor me ha impedido reconocer sus flaquezas al lado de sus buenas cualidades. Al fundar los Círculos Obreros sólo secundariamente he contado con él para la acción directiva…»: luego de eso queda clara la visión de Grote que pensaba que los trabajadores necesitaban ser tutelados para lograr sus derechos.