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Cocó mi mejor compañía

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Cocó mi mejor compañía

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Amar, amar, amar, hasta sentir impotencia de querer abrazar más fuerte y no poder hacerlo por miedo a dañar ese cuerpito tan pequeño y frágil. Precisamente eso es lo que sentí a partir de ese 22 de enero, cuando mi mejor amiga me trajo el mejor regalo de cumpleaños que pudiera imaginar.

Alguien venía a llenarme mis días de amor y dejaría la soledad de mi departamento atrás para siempre.

Al ser una amante indiscutida de los perros, jamás imaginé que se podía sentir semejante adoración por un felino. Y día a día la gata Cocó es quien se encarga de demostrarme que ese amor es posible y tan real como cualquiera. Ella es bastante desobediente y suele ser algo inoportuna en cuanto a los lugares que elige para posar su cuatro patitas, arriba del teclado de mi computadora, por ejemplo, o sobre un libro o una revista, en el preciso momento en el que lo estoy leyendo.

Trato de corregirla con algún golpe sobre la mesa, a ver si se asusta y corre ese cuerpo peludo de donde molesta, pero es inútil. Como también es inútil mantener mi enojo cuando se manda alguna de sus travesuras, ya que con el simple hecho de subirse a mis piernas y darme ese calorcito que sólo ella me puede transmitir, me olvido hasta de por qué me había enojado.

Cuando uno se independiza y se muda solo, se da cuenta que en esas cuatro paredes estás vos, vos y solamente vos, y a veces, eso puede pesar un poco. Por eso considero que la mejor elección es tener un animalito de estos que es capaz de llenarte el hogar de felicidad, por más grande o chiquito que sea. Con ellos, se te presentan momentos como el de llegar a tu casa, abrir la puerta y ver que te están mirando con carita de “por fin llegaste” y hacer que cualquier problema que traigas de afuera, afuera se quede. O abrir los ojos por la mañana y darte cuenta que lo tenés a 10 centímetros de tu cara y así empezar los días de una manera que hace que sea lindo despertarse a las 7 AM.

Cocó es mi mejor compañía y no la cambio por nada, realmente trajo felicidad a mis días y me hizo experimentar lo hermoso que es conocer y entender a un gato, que nada más lejos está de parecerse a un perro que era lo único que yo conocía como mascota hasta el momento. Ella no mueve la cola, ni viene hacia mí cuando la llamo, su forma de jugar es mordiéndome y clavándome las uñitas y me deja que la acaricie sólo cuando ella quiere, buscando mi mano con su cabecita. Pero puedo asegurar que su ronroneo sobre mi pecho cuando voy a la cama es de las cosas más lindas que me puede dar.

Los animales nos dan el amor más puro e incondicional. Los cuidemos como ellos realmente se merecen.

S.