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¿Cómo escribimos nuestra historia?

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¿Cómo escribimos nuestra historia?

Chirino CollageEscribe Jesús Chirino

Villa María es una ciudad que, desde hace décadas, tiene muchos trabajos escritos acerca de su historia.

Los mismos han sido realizados desde diferentes lugares, existen aquellos que rescataron de la memoria personal de algún escritor, otros que surgieron desde algún centro de estudios terciario o universitario y que muestran el uso de metodologías propias del estudio del pasado que se enseñan en esos espacios. También están los trabajos individuales encarados por quienes laboriosamente realizaron, o realizan, sus aportes a la historia de la ciudad y su región.

Todo conforma un heterogéneo conjunto de estudios que no sólo aborda diferentes aspectos del pasado villamariense, sino que también lo hace desde muy diferentes perspectivas.

Ante esto nos preguntamos, cómo contamos el pasado de nuestra ciudad y, en esta nota, intentamos dar un panorama, a grandes trazos, de la evolución de la historia como disciplina e interrogarnos acerca de cómo ello se relaciona con los trabajos de la historia local. Teniendo en cuenta que los historiadores, más allá de si poseen o no estudios académicos, en sus escritos terminan expresando algún paradigma historiográfico.

 

Grandes hombres

Es sabido que la sucesión de hechos se da más allá de que nosotros los estudiemos o no. Para decirlo de otra manera, la historia pasa, sucede, en cada sociedad independientemente de cuánto piensen el pasado sus integrantes. Cuando los sucesos ya pasaron y sólo quedan sus ecos, sus huellas, existe la posibilidad de realizar un esfuerzo para reconstruir aquello. Es así que dentro de las disciplinas científicas existe la historia que, con determinadas metodologías, permite trabajar para reconstruir el pasado. Ahora bien, la misma sólo puede hacerse desde cada presente que nos toca vivir, por lo cual siempre es hija del tiempo en que se escribe.

Debe tenerse claro que la historia, como disciplina científica, existe a partir de superar el tiempo en que la misma andaba mezclada con la ficción, cuando en los textos surgían narraciones que claramente tenían más que ver con la imaginación de quien escribía que con los sucesos que refería. Sin lugar a dudas existen trabajos referidos a la historia de la ciudad que pertenecen a una época donde aún no se terminaba de diferenciar la ficción.

Aclaremos que la historiografía se dedica al estudio de la evolución de la historia como saber de nuestro pasado. Como disciplina, como ciencia, podríamos decir que es el estudio de los historiadores y su quehacer y nos ayuda a ver cómo se encara la reconstrucción del pasado en cada época.

Más allá de las particularidades del trabajo en la historia de una ciudad y su región, lo que algunos llaman historia local, resulta interesante pensar acerca de la evolución que ha tenido el estudio del pasado en nuestro medio. Suele decirse que cada generación reescribe la historia, cosa que es bastante cierta pues, insistimos, la misma sólo puede escribirse desde el presente y es por ello que en diferentes épocas surgirán particularidades en su estudio. En algunos período incluso se cambia de paradigma.

Fue a finales del siglo XIX cuando surgió la visión positivista de la historia que puso empeño en separar la ficción, la novela, del rigor, ajustándose a los datos, a la huella. Puso en valor los documentos y permitió transformar las ficciones en una disciplina rigurosa, así se llegó a la profesionalización de la historia. Algunos de sus aportes ya no están vigentes, aunque otros continúan siendo material de gran importancia. Desde esta visión se escribía acerca de las actividades políticas, los grandes acontecimientos, las batallas. Se narraba sobre las historias militar, institucional, etc. El historiador de esta corriente se declaraba totalmente imparcial aunque estaba muy comprometido con su tiempo que era el de la construcción de los estados-nación. Por ello su trabajo se centraba en los grandes estadistas; en las grandes figuras; en los grandes políticos o generales. Pero todo eso quedó muy atrás. Esta visión de la historia que se expandió desde Europa, principalmente desde Alemania, también influyó en nuestro país. Fueron los liberales quienes desarrollaron la historia de los grandes hombres desde la idea de que el historiador escribe distanciado de la realidad que estudia, tratando de objetivar los hechos del pasado. Luego del golpe de Estado del ´30 también se desarrolló una corriente argentina que no abandona totalmente ese paradigma pero sí trabaja en el derrocamiento del panteón de héroes armado por los liberales.

 

Sin grandes hombres

Luego vendrán las escuelas renovadoras del Siglo XX, entre ellas la Escuela de los Annales, fundada en 1929, se difunde desde Francia. En esta corriente el historiador pasa a ser consciente de que no reproduce fielmente el pasado sino que lo interpreta. También en el siglo XX toma impulso el materialismo histórico. Con estas dos corrientes se pasa de una historia descriptiva a una más reflexiva que pone el acento en el sujeto colectivo, en la sociedad como protagonista del devenir histórico. Se aprende a optar por un enfoque total, es decir una historia que no sea sólo política, social, económica, etc. Pero, y aquí algo de mucha importancia, se entiende que la historia no sólo se hace con documentos sino también con reflexión, se valora la importancia de la teoría y se define, de manera clara, el compromiso del historiador con la sociedad civil. Se comprende que la historia como un análisis del pasado para comprender críticamente el presente y construir un futuro mejor. Para el materialismo ese futuro tendría que ver con el socialismo, no así para la escuela de Annales. Pero quizás lo central es que se abandona la historia de las grandes figuras y se va por la de los grandes sujetos sociales que intentan modificar la sociedad. En el estudio del pasado de Villa María, también podemos notar estos cambios, entre los que estudiaron, y escribieron, acerca de los grandes hombres de la política y las familias encumbradas, y aquellos otros que intentaron desarrollar una historia de los sujetos colectivos y sus luchas por mejorar la sociedad.

Siguiendo con la evolución de la historia como disciplina, debemos decir que la crisis que llega al materialismo histórico antes de los `90 lo pone en cuestión. Se van estructurando nuevas tendencias que pueden dividirse en dos, por una parte están las que creen que la historiografía del siglo XX fracasó y que no deben ser tenidos en cuenta los aportes de Annales ni los del materialismo. Dentro de estas tendencias están quienes proponen el regreso al positivismo, un retorno a la historia de los grandes hombres. Otras están bastante de acuerdo con los enfoques posmodernos aplicados a las ciencias sociales y ven a la historia como una ficción. En esto debe recordarse que el posmodernismo puede ser visto como una teoría del desencanto que tuvo su gran expansión con la proposición del fin de la historia y del neoconservadurismo. También debe entenderse que cuestionar la historia como ciencia es algo contrario a la idea de compromiso social.

En la actualidad, donde ningún paradigma es hegemónico, también están otras corrientes que plantean el continuismo de la historia social y económica de los años ’60 y ’70, o bien la construcción de nuevos paradigmas historiográficos que no hagan tabla rasa de la historiografía del siglo XX. Hablan de entender la historia como una ciencia con sujeto, es decir con la subjetividad del mismo pero sin renunciar a la rigurosidad profesional y menos a los valores y compromiso con el tiempo en que se vive.

 

Más allá de la modernidad y el posmodernismo

Regresando a la visión posmoderna debemos decir que la misma llega a la historia desde la crítica literaria, y que se trata de una filosofía que toma mucho auge luego de la caída del Muro de Berlín y, básicamente, decreta la muerte de los grandes relatos impuestos en la civilización occidental (cristianismo, marxismo, iluminismo, capitalismo). Esta muerte de los grandes relatos no sólo implica que hay pequeños relatos sino también la exaltación de éstos ante lo cual surge la fragmentación de la historia. Los posmodernos incluso llegan a la postulación del no relato en el arte. La historia como una multiplicidad de hechos que cada uno tiene centro en sí ¿Pero cómo transformar la historia si es un caos de multiplicidades que nunca terminamos de entender? Si bien los aportes de los posmodernos son importantes, debemos preguntarnos si no son necesarias síntesis parciales por más que no exista una linealidad histórica. Quizás también podríamos buscar conexiones, reiteraciones históricas. Estos interrogantes fueron fortalecidos por el planteo de la globalización imperialista, que va en contra de la idea de multiplicidad. Pero el gran golpe a la idea de multiplicidad fue proporcionado por un acontecimiento que aún resuena y que adquirió carácter de universal como lo fue la caída de las torres gemelas en Nueva York. Allí pareció morir la idea de fragmentación posmoderna.

Volviendo a cómo escribimos nuestro pasado, quizás no debemos detenernos en las corrientes mencionadas, pero tampoco abordar la historia como literatura sino hacerlo con compromiso social y la rigurosidad necesaria, sin por eso negar la existencia de la subjetividad y reconociendo la existencia de sujetos sociales que quieren cambiar la sociedad, a la vez que poner atención en líneas de pensamiento que escapan a la tradición europea y apuestan a nuevas epistemologías elaboradas desde nuestras sociedades.