Luego de meses de entrenamiento y siete días de caminata intensa, los 14 aventureros atravesaron la cadena montañosa. La idea fue recrear el viaje de regreso de San Martín por Mendoza, que hace “en absoluta soledad”
El pasado 21 de enero, un grupo de 14 personas, entre villamarienses, villanovenses y un olivense, partió a Mendoza para iniciar el gigante desafío de cruzar los Andes a pie, por el mismo camino que hizo San Martín en su regreso de Chile.
Omar Catena, Anabella Giordano, Guillermo Pandolfi, Federico Fioroni, Marcelo Sorzana, Mingo Medina, Marco Rodríguez, Juan Pablo Rodríguez, Analía Carlomagno, Claudio Ambrosio, Ariel Turecki, Verónica Peretti, Claudia Peretti y Cachi Formía son las personas que cruzaron los Andes caminando.
EL DIARIO conversó con Domingo Medina, uno de los integrantes del grupo y quien fue el gestor de la idea. A una semana de su retorno a Villa María y con la posibilidad de poder masticar todo lo vivido, Mingo, como lo conocen todos, expresó: “Básicamente, lo más lindo es que superó lo esperado”.
“Uno se imagina cómo es la cordillera, pero cuando uno esta ahí, lo supera. Al estar dentro de ella no te alcanzan los ojos para poder describir, primero, el color del paisaje, las dimensiones de las montañas, los ríos, las vertientes que brotan, los minerales. Eso con respecto a lo natural de la cordillera, que es todo grande”, agregó.
Durante todo su relato destaca a San Martín y la grandeza de su logro: “Con el grupo compartíamos el pensar que San Martín cruzó con gente por ahí, con los elementos que tenían en esa época, eso fue una verdadera hazaña. La figura de San Martín se agranda como la misma cordillera, usando los recursos que tenían, los naturales y los otros, se tuvieron que ingeniar para cruzar cinco mil hombres en diferentes falanges y pasos, llegar sincronizadamente y encima pelear. Nosotros sentimos mucho agotamiento físico, fueron unos días muy extenuantes, casi siete días de caminata. Ese ejército no sólo hizo el mismo camino, sino que llegó entero para la lucha; eso te genera una idea de San Martín heroico, por la hazaña que llevó adelante”.
Lo más difícil
“A nosotros nos complicó sobre todo la altura, el paso del Portillo, a 4.300 metros de altura. Allí hubo gente con vómitos, náuseas; luego se pasan cuando uno va bajando. Al otro día se caminó la mitad para descansar. Además uno llega al lugar donde va a dormir y tiene que armar el campamento, siempre con el espíritu en alto, tratando de evitar el mal humor, sabiendo que uno elige estar ahí; cuando pesan el frío, el hambre, el cansancio, uno tiene que sacar el temple y aguantar hasta que todo se acomode”.
¿Descubrieron cosas de ustedes mismos que no conocían?
Ante esta pregunta, Mingo rescató el nivel de solidaridad que se generó en todos: “Eso es lo que destaco. En algunos puntos donde unos se sienten peor que otros, se tiene que esperar y comer más tarde. Cuando algunos estaban bien, en lugar de almorzar a las 14, lo hacíamos a las 18, por ejemplo, para poder hacerlo todos juntos. Ahí se noto la solidaridad. Después había veces que caminábamos en piloto automático y uno empezaba a hacer bromas y darse ánimo, todas esas actitudes son muestras de solidaridad. Fueron experiencias humanas muy lindas, llegar cansado y tener que colaborar con el otro para que pueda armar su carpa o ir a buscar agua porque el otro esta más cansado que yo”.
“Encima que armé la carpa, busqué agua, estoy cansado, me iría a dormir, pero tengo que ir a buscarle agua a otro que está más cansado que yo. Todo eso es muy lindo”, ejemplificó.
4.300 metros de altura
“Llegamos a los 4.300 metros, en el paso del Portillo en Argentina, la parte más alta. Luego en el Portillo chileno, a 4.100 metros. Pero la bajada fue muy pesada. Teníamos todas las mochilas y la carga total la tuvimos que llevar nosotros mismos. Hasta el Portillo argentino lo más pesado lo llevaban las mulas, pero después lo cargamos nosotros”, detalló.
“Compartimos muchas charlas, los arrieros nos contaban historias del lugar, de otras expediciones. Como una aventura que nos tocó, podríamos decir que casi todos los ríos estaban crecidos, hubo que cruzar a caballo en algunos casos o buscar lugares bajos, ayudándonos con los palos. La corriente baja muy rápido a esa altura, los ríos crecen por la tarde, después del mediodía, por el deshielo, y también traen muchas piedras; un compañero nuestro perdió en la última etapa el calzado y lo golpeó una piedra”, lo que da una idea de la velocidad a la que baja el agua.
“Llevábamos calzado especial, impermeable. Las zapatillas comunes se destruyen. En total, llevamos tres tipos de calzado. La indumentaria era tipo cebolla, primera piel y segunda piel, la mayoría son elementos térmicos, para no llegar a la noche con la ropa mojada”, explicó.
El aire en altura era fresco, pero de día había mucho sol: “En esta época hay poca posibilidad de nevada. Estaba muy seco, lo que nos favoreció. Pero a la noche la temperatura bajaba debajo de cero, por ahí nos despertábamos y las carpas estaban todas escarchadas”.
Repetir experiencia
“En un principio no llegábamos al cupo, éramos muy poquitos, así que el guía quedó en buscar por su lado para que no se cayera la expedición”, contó Mingo.
La idea surgió en julio, en una de las reuniones de amigos que comenzaron a organizar a partir del grupo de trekking que forman: “Lo veníamos planificando y en octubre se empezó a armar”.
Al ser consultado sobre si volvería a repetir este viaje, contestó que sí: “Lo haría de nuevo, una vez al año, ojalá que alguna vez en la vida todos los argentinos lo pudieran hacer. Uno toma dimensión de los próceres cuando camina por donde anduvieron ellos. Se comprende que la hazaña de San Martín sobrepasa cualquier tipo de entendimiento. Cuando lo hace, enfermo como estaba, tuvo que cruzar la cordillera en seis partes, con un ejército de cinco mil hombres, 10 mil mulas, agruparlos en un mismo momento, presentarles batalla a los españoles y encima ganarles. Más allá de prócer, para mí entra en la categoría de héroe”.
Vivir la Historia
“Uno lo lee, pero cuando lo vivenciás, no lo podés creer”, afirmó.
“Que se haya hecho todo eso, con sincronicidad, con miles de kilómetros de distancia entre grupos y haber cruzado la cordillera enorme, presentar las batallas y ganarlas, ante un enemigo que estaba cómodo. Eso demostraba el alto grado de espíritu que tenían las tropas, eran grupos que estaban fuertes y con una moral alta, si no, no hubieran podido enfrentarse, sobrellevando un combate”, señaló y agregó: “Y pensar que después vuelve a cruzar la cordillera casi en soledad. Luego de la hazaña militar de liberar Chile y Perú vuelve solo, su regreso se da así, en la más absoluta soledad. Viene a Mendoza, al Manzano, por el Portillo”.
Por qué por Mendoza
“Nosotros elegimos este camino, o sea, el del regreso de San Martín, para reivindicar su imagen en ese momento”, manifestó.
Por lo general, los que hacen esa travesía cruzan por Uspallata, por Los Patos: “Es folclórico hacerlo, pero cruzar por donde él volvió es reivindicar también su imagen, que cae casi en el anonimato desde aquel momento”.
“El llega, a la vuelta, al Manzano; ahí lo recibe un soldado raso de 18 años. San Martín vestido con poncho y sombrero de ala ancha, como nunca se ha visto; sacamos varias fotos en ese lugar. Hay una imagen de bronce que representa ese momento, donde no lo recibe ninguna comitiva, solo este soldado, que lo abraza como si fuera un hijo, así cuenta la historia; y San Martín agradecía que lo recibiera alguien”.
“Además, cruzar toda esa zona de los Andes implicaba también mucho peligro de que hubiera una partida española o propia que lo quisiera matar, porque San Martín era una persona que molestaba al poder central. El vuelve de Guayaquil en silencio, le habían quitado todo el apoyo. Tenía una visión de América y del país que no era compartida por mucha gente. Le ofrecen pelear en el conflicto entre unitarios y federales y él se niega porque, según declara, ‘no levantaría una espada en contra de mis compatriotas’. Después se va y no regresa más al país. Ese es el trato que tuvo nuestro Padre de la Patria. Bueno, no difiere mucho de lo que pasa con la mayoría de nuestros héroes nacionales”, relató.
Este grupo pudo vivenciar el momento, recreando esa parte de nuestra historia y teniendo presentes durante todo el camino los 200 años de este cruce.
Un trayecto emocionante
El viaje tocó fibras de sensibilidad en todo el grupo: “Fue muy, muy emocionante, compartimos lágrimas y abrazos cuando cruzamos el primer Portillo. También cuando llegamos a Chile. Todo, todo era una experiencia humana muy grande”.
La clave: entrenar
“Hay que entrenar, caminar mucho y prepararse antes. Porque todo se cuenta como muy romántico, estar en medio de la cordillera, es muy lindo, pero llega un punto en que el agotamiento, el cansancio de las piernas se empiezan a sentir y querés tomar un transfer en algún lugar. Pero bueno, es muy lindo vivirlo y estar preparado para poder disfrutarlo”, contó sobre las exigencias físicas del trayecto y añadió: “Empezamos a prepararnos más o menos desde agosto o septiembre: las caminatas, gimnasio, mucha actividad aeróbica para poder soportarlo, y poder recuperarnos de un día para el otro”.
“Cuando llegas muy cansado, con las energías físicas al límite, tomas una dimensión de lo otro, de la hazaña enorme, te supera la capacidad de entender. Ojalá todos tengamos en la vida una oportunidad como ésta, y a partir de eso poder entender la historia, la propia historia”, finalizó.
Al regresar de su viaje, Mingo Med, tal su nombre en la red social, escribió en su perfil de Facebook: “La historia nos habla de San Martín tres años después de regresar por la zona del Portillo, Yaretas, hasta el manzano vestido con un poncho y sombrero grande. Solo y con sus edecanes, recibido por un joven soldado de no más de 18 años. ¡¡Así llegaba San Martín a nuestra Patria!! La misma suerte corrieron sus hombres, aquellos valerosos soldados del Ejército de los Andes. En el fin de estos días en la cordillera, una mezcla de sensaciones… lágrimas de alegría y emociones encontradas. Me resta decir que la libertad que tenemos se la debemos a estos grandes hombres… Me guardo en las retinas los lugares que conocí y en el corazón todo lo que recibí. Puedo narrarlo de mil maneras, pero jamás voy a poder transmitir lo que viví esos días. Los negros, los indios, la criollada tocaron esas piedras, héroes anónimos tragados por la historia y que dieron su vida por este suelo querido. Bicentenario del cruce de los Andes. ¡¡Viva la Patria, carajo!!”.