Aunque en un principio reticentes al diálogo periodístico, luego los varones entrevistados por EL DIARIO terminaron reflejando parte de sus vidas y los pormenores de la actividad laboral que realizan en las esquinas
Escribe: Diego Bengoa
DE NUESTRA REDACCION
El sol golpea las espaldas de estos pibes que encontraron en esta esquina no solo la manera de obtener ingresos para sus cuestiones personales sino también para ayudar a sus familias en los respectivos hogares.
El ritmo es incesante: casi no hay interrupciones. El compás está marcado por la luz del semáforo. Cuando está en rojo, es momento de obtener dinero entonces corren y hasta se trepan a los camiones. Algunos conductores lo receptan de buena manera, otros lo toman mal. Cuando está en verde vuelven al cantero en donde el balde y los demás elementos de limpieza personifican públicamente esta actividad, presente desde hace años en numerosas esquinas de Villa María y expandida desde 2017.
Son los jóvenes conocidos como “limpiavidrios”. El punto geográfico para esta nota es el bulevar Vélez Sarsfield y las vías del ferrocarril, frente a la Granaderos Argentinos, en la boca de barrio La Calera.
La primera reacción ante la llegada de EL DIARIO fue evitar el contacto periodístico. Creen que la nota los perjudicará. Se sienten castigados por una porción de la ciudadanía, que a veces destila rechazo en las redes sociales. Sin embargo, al rato fueron desgranando sus sentires y hasta contaron experiencias íntimas.
Lo que formularon coincidió con un relevamiento realizado este año por el municipio (ver recuadro): carencia de oportunidades laborales dignas y bien remuneradas, deserción escolar, familias monomaternales.
Eran las 18.45 y había cinco varones en esta neurálgica arteria en donde el paso de vehículos es siempre incesante. Los chicos comentaron que hay dos grupos en este punto, uno que está durante la mañana y otro durante la tarde. Se han distribuido las franjas horarias y se las respetan.
Todos los presentes en la charla con este matutino habitan en el barrio Felipe Botta. Maximiliano (19) hace siete años que limpia los vidrios de los automóviles. “La cosa está más tranqui porque hay menos plata, pero yo consigo entre $600 y $700 por día”, reveló a EL DIARIO. Especificó que son cerca de 15 los que trabajan habitualmente en esta esquina. El siempre lo hace a la tarde. “Me hace falta la plata. No he trabajado de otra cosa. Me gusta estar acá”, afirmó.
Aseveró que varias veces intentaron que dejara esta labor, pero él está convencido de seguir. “Algunos chicos se retoban y no quieren que estemos”, añadió un compañero suyo, reflejando que cada tanto hay chispazos con colegas por el territorio. También les preocupa la Policía, porque hay ocasiones en que “se ponen ortivas y quieren que nos vayamos”.
Fernando, de 17 años, hace dos años que empezó a limpiar. “No me gusta, pero no tengo otra. Preferiría tener otro laburo. No sé qué, lo que pinte, lo que me dé plata”, indicó.
Dejó la secundaria en segundo año. “No me pinta más”, argumentó. Cursaba en la Abraham Juárez.
Cuando se le preguntó sobre sus deseos pensó un largo tiempo y respondió no tenerlo claro. Hoy convive con su novia.
Al hablar del barrio, cantaron que son “los chicos del fondo” y recalcaron con orgullo que el Botta “es el más grande”.
Maximiliano no paró de hacer chistes. Hasta que se puso serio al hablar de los estudios. “Dejé en tercer año, una lástima”, recordó. También iba a la Abraham y tuvo un episodio que lo marcó.
Vive con su mamá, su padrastro y dos hermanitas.
Cuando se les preguntó sobre el contacto municipal, uno de los chicos aseguró que “nunca” fue entrevistado por operadores de calle, mientras que un compañero señaló que esto sí ocurrió cuando él estaba enfrente de la Terminal de Omnibus (otro escenario distintivo de la actividad), pero no aquí. En cambio, un adolescente expresó que “vino este año un gringo y una gringa”, quienes se acercaron a conversar para saber sobre sus vidas. “Y nos dijeron que tenemos que ir a la Municipalidad durante la mañana para ver si nos consiguen trabajo, pero no hemos ido”, admitió.
También hicieron mención al lavadero ubicado a pocos metros de allí, el conocido emprendimiento cooperativo impulsado en el Gobierno de Eduardo Accastello. Ese espacio siempre chocó con la realidad: en las esquinas ganan mucho más.
“Consigo entre $600 y $700 por día, si voy a otro lado tengo que trabajar como loco para llegar a esto”, definió uno de los entrevistados.
Por lo general, este grupo está desde las 14 y hasta las 19. Ya conocen a muchos de los habituales conductores por el bulevar. Y cuentan que la mayoría da pocas monedas.
“Es mentira que somos bravos. Nosotros respondemos cuando nos tratan mal, porque nos tenemos que hacer respetar, no nos van a tratar como a trapos de piso”, sostuvo Martín, tocando una arista cuestionada sobre ellos.
Están allí, como en tantas otras esquinas. Están trabajando: sí, sin cobertura social, sin remuneración como marca la ley, pero con un hábito diario de determinadas horas en la que ejercen su labor. Se los critica por ser avasallantes en algunos casos y limpiar vidrios de vehículos cuando automovilistas no quieren. Ellos están convencidos de que no se manejan con hostilidad o se justifican.
Hay en las esquinas un montón de adolescentes con deseos truncos, esperando otras oportunidades, en contextos que los llevaron a estar atentos todo el día a la luz roja del semáforo… esperando que el de su vida se ponga en verde.
Los datos de un informe oficial
Son 62 varones en 13 esquinas
El pasado 2 de noviembre EL DIARIO publicó un informe que elaboró la Secretaría de Inclusión Social y de Familia de la Municipalidad de Villa María tras un relevamiento y contacto realizado entre diciembre del año pasado y septiembre último en 13 esquinas en donde hay chicos limpiando vidrios de vehículos.
Se contactaron en estos puntos a 62 varones.
“Hay un dato que nos resulta crucial para entender la situación de vida de los niños, adolescentes y jóvenes que limpian vidrios o realizan otras actividades en la calle: un 62% de los hogares familiares primarios son monomaternales”. En 26 de los 44 hogares donde viven con su familia de origen “encontramos solo la presencia de la madre y no así la del padre”, relató el informe oficial.
En estas viviendas “las madres son amas de casa, empleadas de servicio doméstico o realizan alguna actividad laboral esporádica” y “muchos relatan sentirse en la responsabilidad de colaborar con sus madres, al menos con parte de las ganancias”.