Ternura, humor sano, historia universal, una pizca de medicina, empatía con el público y mucho de perfume costumbrista fueron los condimentos que conformaron el espectáculo “Entre la peperina y el clonazepam”, anoche en el auditorio Centro Favio.
Doña Jovita (interpretada por José Luis Serrano) y el médico cordobés Carlos Presman Briski (como dejó asentado en la puesta), delinearon un ida y vuelta jocoso donde, a pesar de tener un libreto armado previamente, las improvisaciones de “María Jova” (nombre supuestamente legítimo de Jovita), provocaban tentadoras risotadas en el galeno.
Según marcaba el guionado, Presman tenía que pretender dar una conferencia abierta mientras que la entrañable abuela oriunda de Traslasierra debía interrumpir la charla con el objeto de buscar a un cura que la oriente en la búsqueda del perdón a una vecina, Stevia, que por su culpa, un burro dejó preñada a la yegua de Jovita.
Tanta angustia generada por ese percance, diagnosticó Presman, le generaron mareos innecesarios a la propia vieja. “El cuerpo habla por las palabras no dichas”, acotó.
Previamente, el médico había señalado que el hombre es un animal que cuenta historias y a través del lenguaje se comunica, tanto en la salud como en la enfermedad. Además de puntualizar que “el pecado fue el motor de la historia” (remitiéndose al mito funcional de Adán y Eva), dejó picando la pregunta: “¿Hay que vivir muriendo o morir viviendo?”. Jovita, por su parte, ofrendaba verdades y sabias reflexiones de la actualidad, junto a su guitarra.
La sala estuvo totalmente colmada y quedaron alrededor de cien personas más afuera.