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De Laiseca a Piglia: autores que buscaron descubrir enigmas y descifrar lo indecible

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De Laiseca a Piglia: autores que buscaron descubrir enigmas y descifrar lo indecible
Alberto Laiseca

El fin de año reciente y el arranque de 2017 enumeraron páginas de honda tristeza para el mundo literario e intelectual, nacional e internacional. Hablamos de los fallecimientos de los escritores Alberto Laiseca (22 de diciembre) y Andrés Rivera (el 23 del mismo mes) sumado al del británico John Berger, y los más recientes de Ricardo Piglia (6 de enero) y el pensador polaco Zygmunt Bauman. Consultamos a referentes de la cultura local y profesores de literatura sobre el legado de cada uno de ellos 

Alberto Laiseca

Escribe: José Glanzmann ESPECIAL PARA EL DIARIO

Las coincidencias del calendario o de algunas directrices vaya a saber a cargo de quién marcaron que diciembre y enero se lleven consigo la vida de estos reconocidos maestros de la palabra y el pensamiento.

Insertarse en las obras que han gestado y trazar líneas compartidas o navegar los mundos posibles orquestados por cada uno de estos artistas, sería una tarea casi inabarcable para unas líneas en un periódico. Se puede en todo caso, rastrear marcas y percepciones que han arraigado en sus lectores, en sus seguidores que aliados, no abandonan “la contienda” por fragilidades de la existencia.

Para revisar las señales de un legado con caracteres exquisitos y distintivos de una época, EL DIARIO relevó testimonios de docentes de literatura y referentes de la cultura local, quienes acercaron sus opiniones sobre estas pérdidas.

Leonard Cohen

Hasta la eternidad, maestros

“Más que dolerme la muerte de estos grandes prefiero agradecerles la lucidez, la belleza, el compromiso con el arte y la literatura. Todos buscaron descubrir enigmas, descifrar lo indecible, comprender los destinos de una Patria atrapada en una máquina binaria, y nos legaron a sus lectores la belleza, la memoria y una ética que se hizo acto en sus estéticas,” puntualizó Silvia Giambroni, docente de Literatura en el colegio Rivadavia.

Ricardo Piglia

A la hora de resaltar aspectos de un universo simbólico formidable, mencionó “me quedo con los ‘Poemas chinos’, de Laiseca, con ‘La revolución es un sueño eterno,’ de Rivera, con ‘Los diarios de Emilio Renzi’, ‘El último lector’ y las miles de clases y entrevistas que circulan en la red de Piglia, me quedo con Berger dando voz y mirada a los desposeídos, los refugiados, los desaparecidos”…

“A propósito dice John Berger: ‘Los muertos circundan a los vivos. Los vivos son el núcleo de los muertos. En este núcleo se encuentran las dimensiones del tiempo y el espacio. Lo que rodea al núcleo es infinitud.’ Y pienso la infinitud como eternidad, por eso, celebrando sus largas vidas y la lucidez que los acompañó hasta el final, les digo: ¡Hasta la eternidad Maestros!”

 

Andrés Rivera

Adiós al último gran lector

“Ricardo Piglia construyó a lo largo de todo su obra-inclusive en la trilogía de los Diarios de Emilio Renzi aún inconclusa- una poética de la unificación, una fusión perfecta entre dos tradiciones profundamente disociadas en la Literatura argentina: lo culto y lo popular. Piglia logró tomar los extremos de ambas vertientes para poder elevar una nueva voz literaria en la que se conjugara la hondísima labor retórica, estética y metafísica que caracterizó a sus precedentes sumándole arltianamente aquello de lo que se conformaban sus días: el cine, el ring de boxeo, el amor y la política.”

“Emilio Renzi como llamó a su alter ego, fue nada más y nada menos, que el auténtico y genuino Ricardo Piglia; el autor de La ciudad ausente eligió trascender como Piglia, pero vivir siempre como Renzi. La apuesta doble que eligió jugar Piglia con su otro yo Renzi lo posicionó en una literatura continuamente en los márgenes y en repetido movimiento pendular entre la ficción y lo biográfico.

Si nos referimos de manera acotada a cuáles fueron sus influencias, deberíamos quedarnos con estos nombres: Macedonio Fernández, Jorge Luis Borges y Roberto Arlt. Pero claro, Piglia no sólo fue sus precedentes nacionales, como a todo gran lector los escritores e historias que lo constituyeron son innumerables.

“Las historias proliferan en mi familia, dijo Renzi. Se cuentan las mismas una y otra vez, y al contarlas y al repetirlas mejoran, se pulen igual que el canto rodado que el agua cultiva en el fondo de los ríos. Alguien canta y su canto va rodando de un lado a otro durante años”.

“Lamentablemente, partió de nuestra literatura, Ricardo Piglia a los 75 años, el único escritor que no se reconoció como tal, sino por lo que apasionada e inversamente lo originó: el ser lector, el último gran lector.” Natalia Mana, profesora de Lengua y Literatura.

Por su parte, el psicólogo y docente Nés­tor Ribotta escribía días atrás, en su muro de Facebook: “Piglia fue el tipo que más me enseñó a leer. No puedo decir nada que valga el tiempo leer. Siento tristeza como tantos de sus lectores”.

 

María José Rinaldi , docente de Literatura: “Piglia fue un distinguido profesor, notable escritor, ávido lector del género policial y, por consiguiente, destacado productor en dicho género. Desde nuestra consideración su obra al igual que la de Laiseca, trasciende a los hombres. Así, podemos afirmar que Piglia nos deja un baluarte literario, tanto a nivel teórico como narrativo magnánimos. Pues, para quienes hemos pasado por las aulas de formación en el ámbito de las letras es imposible no haber acudido en algún tramo de la carrera ya sea para nutrirnos de sus aportes, por ejemplo, a su teoría de las dos historias o sus múltiples obras”.

 

Respiración artificial, un libro bisagra

Gustavo Caleri, de LibreLibro detalló que Piglia fue el que más trascendió las fronteras nacionales, Rivera un tipo muy reconocido en el ámbito nacional, y Laiseca, un autor de culto.

Remarcó que sin dudas el que más lo influenció de los tres, a pesar de que todos se destacaron en su campo, fue el escritor nacido en Adrogué.

“Piglia fue el que más me llegó, no sólo por su forma de escribir, sino por la forma de leer que tenía. Era un tipo muy groso en cuanto a ser lector de autores que me interesaban mucho como Roberto Arlt o Borges. Fue también uno de los que más hizo por la difusión de Arlt en el país, y el que lo puso en el lugar que se merecía” agregó.

“Respiración artificial fue un libro bisagra, que le cambia la mirada a toda la literatura nacional anterior a ese libro. Después la lectura que hizo de Borges con los programas que se emitieron en la TV Pública, contuvieron gran calidad en los contenidos.”

“De la literatura argentina en los últimos 30 años, se puede decir que de los referentes que estaban vivos encontrabas a Abelardo Castillo y Piglia sin dudas. Por esto la marca que deja su fallecimiento”, resumió.

 

Curiosidad y redescubrimiento de los autores

Estas desapariciones físicas, evidentemente, con la aparición en medios masivos y en las redes sociales, despiertan curiosidad o realzan el ya existente en la obra de cada uno. Al respecto, Gustavo contaba que el día de la muerte de Piglia se acercaron lectores en busca de sus obras, al igual que con Laiseca y Rivera.

 

“LAI, en casa te vamos a extrañar”

El mismo día que Luca Prodan, un 22 de diciembre, Alberto Laiseca se fue al “otro lado” a contar historias. Se fue a contar de esas historias que siempre pusieron contra la pared a la realidad, colocándola en un plano incómodo, en un “realismo delirante” como él catalogaba a su obra.

Fumador empedernido de Imparciales, el hombre de los bigotes inconfundibles de Camilo Aldao, se hizo de un lugar único dentro de la literatura argentina. Configuró a su antojo, un universo de características inconfundibles, imperdurables. Porque ¡ojo! la experiencia Lai, siguiendo el modus operandi de las máquinas parlantes del jardín, atrapa y no suelta. De ahí no se sale.

De ahora en más, en las solapas y contratapas de sus libros, se expondrá que tenía 75 años al momento de morir, y que publicó entre tantas novelas y cuentos “Los Sorias”, “La Mujer en la Muralla”, “Matando enanos a Garrotazos”. Ojalá que también digan, expresen y griten, que cuenta historias como ningún otro que forme parte de este delirio, mal llamada: realidad.

Javier Páez, profesor de Literatura en Nivel Medio, cantante de la banda Miedos y escritor.

“Recordar a Alberto Laiseca a días de su fallecimiento, nos colma de tristeza ante la ausencia de un maestro literario, maestro en el dictado de talleres con más de veinte años de dedicación, maestro productor de escritos literarios desde cuentos, novelas (‘Los Sorias’, 1998, es considerada para muchos como la novela más extensa de la literatura argentina, cerca de 1.500 páginas) y ensayos hasta poesía (‘Poemas Chinos’, 1987) que nos lleva indefectiblemente a adentrarnos en el legado indiscutible, y por lo tanto su relevancia para la literatura nacional.

Cabe una aclaración particular que se relaciona con este gran autor, y lo pinta de cuerpo entero, ese gigante de dedos largos, cigarrillo que juega con el aire y dibuja interminables piruetas, desdeñado cabello, bigote estrafalario para nuestra época, sellos característicos de su persona… particularidades de un ser comprometido con el arte literario.

En sus comienzos allí al principio de la década del setenta comenzó a compartir su magia. ‘Dionisio Iseka’ en sus inicios de autor ignoto, y bajo el seudónimo que lo acompañó desde la primera publicación de su cuento ‘Mi mujer’ nos deja como legado la originalidad, un género literario con nombre propio para su narrativa de más de cuarenta años de proliferación: ‘Realismo delirante’, su gusto por el terror, su excelencia como narrador, un verdadero y colosal ‘monstruo’, en su sentido coloquial, claro, una persona de extraordinarios atributos para desempeñar una actividad determinada, y en este caso contribuir a otorgarle significado propio a la literatura, agudísimo lector e intrépido escritor.”

“La impronta que se desprende en su participación por la cadena televisiva I-Sat en el programa Cuentos de Terror es digno de destacar, puesto que si nos remitimos a la docencia en el nivel secundario específicamente, lo consideramos como un valioso recurso al momento de contagiar la pasión, el gusto literario a través de sus geniales interpretaciones que ponen de relieve un conjunto de factores insoslayables, que varían desde su colosal presencia, su postura, sus gestos, sus pausas, su tono de voz, hasta su dramatismo y sentido de gran conocedor de la naturaleza humana.”

María José Rinaldi, docente de Lengua y Literatura.

 

Un asterisco en el recuerdo para el “poeta dionisíaco”

El músico estadounidense Leonard Cohen también falleció recientemente, y así remarca su legado el escritor Normand Argarate: «Le debo a una poeta de origen libanés, el descubrimiento de la voz dorada de Leonard Norman Cohen, y ese pequeño y maravilloso descubrimiento, junto a dos o tres, enriqueció mi vida y expandió mi deseo de belleza. Todos conocen el vínculo que tenía Cohen con la poesía, especialmente con Federico García Lorca, y allí había algo más que una relación con lo musical, diría un sentido de comunión, una especie de ‘acorde secreto’ expresado en un simple y sonoro ‘Aleluya’. Poeta dionisíaco, reveló el otro lado del amor y, por supuesto, la redención que trae consigo. En muchas noches solitarias, su voz fue como un amigo en medio de la desolación que tiende su mano y con áspera confianza, te invita a seguir. A Leonard Cohen le debo la valentía que brinda la poesía, y poder partir, sin decir adiós».