
Con mucha creatividad, el novio diseñó una sorpresa para que ella llegara a Chile sin saber que él la esperaba para preguntarle si quería ser su esposa. La pareja relató a EL DIARIO la singular historia

«¿Te querés casar conmigo?», le dijo él a ella en la terraza del Hotel Ritz de Santiago de Chile. La respuesta se hizo esperar porque ella lloraba y lo abrazaba. Había sido un largo e inesperado viaje desde Villa María, planificado por el novio, con la complicidad de las amigas y la familia de la novia, el personal del hotel, el fotógrafo Luciano Menardo y tantas otras personas que hicieron posible que él declarara su amor sorprendiendo a su mujer.
La pareja radicada en Villa Nueva contó a EL DIARIO la singular declaración. Sólo vamos a omitir los nombres, a pedido de ellos. Esta es la historia.
«Hace 17 años que vivimos juntos», comienza relatando él. Cuando decidieron formalizar la relación comenzaron a planificar la boda con todos los detalles. Primero eligieron el lugar que habían soñado para el acontecimiento, una estancia en cercanías de la capital provincial. En segundo lugar, él quería pedirle matrimonio como lo hacen en las películas. «Me vi todos los videos, pero ninguno me convencía, pedí ideas a mis hijos y no salía nada. Hasta que un día, en la oficina, supe qué quería hacer», dijo.
El primer paso fue comprar los pasajes aéreos a Chile. «Había pensado otras opciones, como Buenos Aires o Río de Janeiro, pero elegí Chile», expresó. Un pasaje para él y otro para el día siguiente, destinado a ella.
Después vino la charla con las amigas, quienes fueron las principales cómplices: «Ellas se comprometieron y guardaron el secreto todo el tiempo», señaló.
Fue un viernes después del mediodía cuando empezó todo. «Las chicas se produjeron con pelucas que usamos para bailar (son compañeras de danza) y una chaquetilla, como si fueran del personal de la peluquería. A esa hora yo tenía prueba de manos en Charme», apuntó ella.
De pronto, aparecen sus amigas así producidas, diciéndoles que habían planeado una continuación de la despedida de soltera. «Me dijeron que mi regalo de bodas era algo para mí, no para la pareja», recordó. Ella, siempre muy organizada, tenía la tarde planificada con compromisos laborales y a la noche su hija bailaba en el Salón de los Deportes.
Le dijeron que no se preocupara: «Confiá, confiá me decían». La hija, el jefe y su madre, también eran cómplices en esta historia.

Así las cosas, subió a un auto con sus amigas sin saber el destino. En el camino le dieron algunas consignas para resolver. «Yo quería que hiciera algo divertido para que se despejara y no estuviera pensando qué podía pasar», dijo su compañero.
Así, con los acertijos y pruebas que le habían consignado, obtuvo el siguiente dato: «Alcalde 15». No tenía idea de qué se trataba.
Las amigas la llevaron hasta el aeropuerto de Córdoba y la dejaron con un sobre que contenía 100 dólares y estas enigmáticas letras y números: SKHR 531.
En el Aeropuerto tuvo un incidente con la Policía. «Me preguntaban a dónde viajaba y como les dije que no sabía, me cuestionaron. Les mostré el papel y me dijeron que ése era un vuelo a Chile, entonces le dije, sí, voy a Chile», recordó.
Ella no lo había visto, pero en el Aeropuerto también estaba Menardo, quien aclaró la situación y así pudo abordar el vuelo sin más inconvenientes.
«Hasta allí yo seguía pensando que era algo que me habían preparado mis amigas, porque él me dijo que estaba pescando en los esteros del Iberá, en Corrientes», señaló.
Ya era entrada la noche cuando llegó al aeropuerto chileno y sin saber qué hacer preguntó por Alcalde 15. Era una dirección y allá partió, en taxi.
Cuando llega al lugar, que no era otro que el Hotel Ritz, encontró un gran revuelo. No sólo estaban hospedados los músicos de Guns N’ Roses, lo que generaba un gran movimiento; sino que todo el personal estaba comprometido para que la propuesta de matrimonio saliera perfecta.
Ya en la habitación encuentra un vestido para ella sobre la cama y una nota, en la que la invitaban a una cena en el piso 15, en 30 minutos. «El vestido lo compré con el asesoramiento de las amigas, que iban a los negocios, se probaban y me mandaban fotos», señaló él.
Todavía creía que su marido estaba en Corrientes. «Para que no dudara, le mandé un video que filmó nuestra hija desde nuestro río, con planos cortos para que no se notara», dijo.
«A mí me gusta organizar todo, planificar. Y en esa situación, había perdido el control de todo lo que estaba pasando. Además, en todo el trayecto iba recibiendo videos de amigos y familia que me saludaban por la boda, y eso hizo que estuviera muy emocionada. Y desconcertada».
En ese estado de ánimo subió hasta el piso 15, donde hay un spa. ¿Qué hago acá? ¿Dónde están las chicas?, se preguntó una y mil veces. Hasta que vio flechas hechas con pétalos de rosas y siguió el camino trazado. Al llegar, vio una mesa para dos enmarcada en un corazón hecho de velas y a su compañero de vida, que tenía el anillo en la mano para entregárselo y preguntarle si quería ser su esposa. «Yo lo abracé, lloraba y lloraba y no le dejaba decir lo que tenía que decir. Había encontrado mi cable a tierra después de todo el camino», recordó.
Finalmente, él pudo hablar: «Le dije que esto es lo que ella quería y que era una de las condiciones que habíamos dicho para casarnos», contó.
Cenaron el menú especial que prepararon para ellos y el postre fue en la habitación: «Habían preparado baño de espuma con pétalos de rosa, champán y una mesa de dulces».
Entre las chicas de la peluquería, las amigas, familiares y el personal del Ritz «hubo casi 100 personas que fueron cómplices de este pedido de matrimonio».
La pregunta obligada fue cómo, tras 17 años de convivencia, conservan esas ganas de sorprenderse. El dijo: «Nosotros creemos que el hecho de que estemos juntos es consecuencia de la lucha que tienen que dar todos los días las personas que se quieren. La vida te pone obstáculos, pero la fuerza del amor es lo que hace que los superemos». Y ella agregó: «El condimento de la sorpresa es lo que rompe la rutina y hace que cuando el amor está aletargado o dormido, se despierte y uno siga apostando. Esto fue excepcional, pero lo hacemos todos los días, con mensajitos diciendo que nos amamos y tratando de generar momentos juntos. No pasa por lo grande del regalo en sí, el maravillo viaje o el hotel, sino la sorpresa».
Ellos son una prueba de que el romanticismo no es sólo ficción, un tema para las películas, sino que pasa también en la vida real. «Esperamos que muchos se contagien de estos gestos», concluyeron.
El relato del fotógrafo que acompañó todo el periplo y fue cómplice de la sorpresa
Testigo de la excepcional declaración
Escribe: Luciano Menardo
FOTOGRAFO
Cada pareja y cada grupo son únicos y en sus celebraciones uno, como fotógrafo, va conociéndolos y disfrutando de esos rasgos particulares. Ella creyó que ese viernes la prueba de peinado le llevaría una hora y que luego volvería a sus ocupaciones. Por su expresión, que viraba de la risa al llanto y luego a la risa y a la perplejidad de nuevo, todos los presentes nos dimos cuenta el tamaño de la sorpresa y de la aventura que ella estaba viviendo. El le fue presentando un camino difícil, una especie de escalada en la montaña de las dificultades personales propias, cada vez más empinado, cada vez menos en broma, hasta llegar a instancias donde sólo se puede avanzar si hay confianza verdadera en la persona querida, como queriéndole decir a ella: “Te espero a la vuelta de todos los desafíos, en el mayor riesgo e incertidumbre, ahí nos encontraremos”. Desde la peluquería hasta el aeropuerto ella viajó junto a cinco amigas en una camioneta y de ellas fue recibiendo pistas al ir superando prendas (yo lo sé porque filmé todo desde el asiento del acompañante): se animó a cosas graciosas como vociferar un discurso político por la Intendencia de Villa María con seis consignas truchas, vender tiempo compartido por teléfono a algún conocido incauto, emular con la voz y con gestos durante dos minutos a la mujer que obtuvo el Récord Guinness de apogeos amatorios… En el aeropuerto fingieron dejarla sola, con unos pocos dólares, el pasaporte y un pasaje a Santiago, pero dejándome a mí a 100 metros, para continuar filmando. La Policía Aeroportuaria la interpeló, al verla desorientada y alarmada, y casi todo se termina si no fuera porque él, desde Chile, por WhatsApp y con audios vociferados acreditó su identidad y clarificó el plan a los oficiales. Antes del embarque, por celular, ella insistió en saber si todo no era un mal chiste de sus amigas, pero nadie le aclaró nada. Miró muy pensativa cómo la cola del embarque fue desapareciendo. Guardó su celular, miró para un lado y para otro, y finalmente se subió a ese viaje incierto. Durante el vuelo durmió, con su cartera en la falda, sin aceptar la comida que te sirven en el avión. Al aterrizar la perdí de vista, pero me puedo imaginar nítida su cara cuando constató que nadie la esperaba en el caótico hall de arribos, ni su novio ni un chofer con un cartelito. Después supe que se tomó un taxi con la única pista que tenía: Alcalde 15, que resultó ser la dirección de un hotel. Por mi parte también tomé un taxi, y una vez que me presenté en el Ritz, fui llevado por el personal como si tuviese un salvoconducto: todo el hotel era cómplice, y aunque esa noche había una fuerte custodia, porque estaban hospedados allí los Guns N’ Roses, a mí ni me pidieron el DNI, sino que corrimos con el tipo que te ayuda con las valijas hasta el balcón del spa, en el último piso, donde una mesa para dos parecía flotar en medio de un corazón hecho de velitas. Y allí estaba él, que se movía frenético pero despacio, como convenciéndose a sí mismo sobre su tranquilidad total, pero sabiendo que faltaba el crucial último tramo. Todo me pareció demasiado trascendente y real como para grabarlo con una única cámara, así que recluté a una de las encargadas del hotel, quien recibió un curso acelerado de grabación con DSLR, y justo cuando estuvimos todos listos, apareció a lo lejos ella, avanzando por el monumental escenario absolutamente incrédula y vacilante, siendo una novia nueva en vez de ser esa que lleva ya 17 años en pareja. Cuando llegó al balcón del spa, él le acercó una cajita con un moño y le dijo: “Una vez me dijiste que para tu boda sólo querías dos cosas: casarte en la estancia La Paz, y que te propusiera matrimonio formalmente. Bueno, la primera ya la tenés. Y ahora la segunda: ¿querés casarte conmigo?”.
Al otro día hicieron su sesión de fotos preboda en Valparaíso. La ciudad estaba gris, como queriendo no mostrarse tan linda. A esto contribuyeron cuatro personas que nos alertaron de lo frecuentes que eran los robos. Pero nada malo podía pasar ya, porque los novios estaban renacidos y más conectados que nunca, y su mundo se había vuelto perfecto.