Nació en Mendoza el 8 de enero de 1950. Es ingeniero químico, militar retirado. A los 6 años, cuando llevaron preso a su padre por la contrarrevolución de Valle, se hizo peronista. Fue asesor del Ministerio de Defensa. Estuvo en el departamento químico del Instituto de Investigaciones Científicas de las Fuerzas Armadas. Fue director de la Fábrica Militar de Pólvoras y Explosivos de Villa María en la década del 90 y luego director de la Fábrica de Río Tercero. En 1999 es designado ministro de Gobierno de la Municipalidad de Villa María. Fue concejal y hoy es el presidente de la Terminal de Omnibus
DE NUESTRA REDACCION
Diplomático, detallista y siempre inclinado al diálogo. En su paso por la conducción de la Fábrica Militar entabló una buena relación con los trabajadores y con los dirigentes del gremio. También fue su característica en el Palacio Municipal. Según dice, escuchar y cumplir con la palabra son la base para un buen entendimiento. Polémico, extrovertido, ha cosechado amigos y enemigos. Conoce en profundidad la importancia de los medios de producción para la defensa.
Julio Ferro recibió con preocupación la noticia de los despidos en el establecimiento de la avenida Savio. Un lugar que ha formado parte de su vida activa dentro de las Fuerzas Armadas y que considera estratégico para el país.
-Usted fue director de la Fábrica Militar de Villa María y hoy los trabajadores de ese establecimiento están pasando un momento muy complicado y ya empezaron con despidos. ¿Cuál es su opinión?
-Sí, es muy preocupante lo que está sucediendo con los trabajadores. Sigo sin entender qué es lo que pasó con los medios de producción para la defensa, que le dimos tanta importancia y por lo que hemos peleado tanto. Y es extraño porque se fueron desaprovechando muchas oportunidades, como la transferencia de conocimientos de los empleados más antiguos a los más nuevos.
Acá se tiene un material humano extraordinario para que la fábrica funcione bien y no sólo esta fábrica, todos los establecimientos de producción para la defensa tienen personas que pueden producir sin ningún problema y, además, es estratégico.
Es increíble pensar que compren armas en el exterior, la misma provincia lo hace, cuando está la fábrica de Matheu que hacía las pistolas nueve milímetros y las podría haber seguido fabricando.
-¿Sin embargo, se prefiere comprar en el exterior?
-Sí, y no hay que pensar que las Fuerzas Armadas y de seguridad deben comprar todo en el exterior.
Ahora está muy en boga, con la desgracia del submarino ARA San Juan, decir que las Fuerzas Armadas están desarmadas. Hay que hacer una revisión de todo para poder opinar y veo que la mayoría de los que opinan no saben del tema. No quiero arrogarme saber más que nadie, pero tengo conocimientos sobre las Fuerzas Armadas, estuve 31 años trabajando ahí. Y sé de la capacidad que tienen los trabajadores para remontar la situación, aquí hacen falta inversiones y darle impulso a la industria nacional en lugar de salir a comprar al exterior.
Yo siempre dije que había que participar de la política del agrande y no de la del achique. Si Fabricaciones Militares se usa como corresponde, complementando las fábricas que existen, si eso se remontara, al Estado no le costaría dinero. Tienen un personal muy capacitado y hay que llamar a los que saben para que el holding que fue Fabricaciones Militares vuelva a ser lo que significó en su momento. Ya perdimos bastante, ya no tenemos Altos Hornos de Zapla, minas Capillitas, un montón de privatizaciones que se hicieron sin ton ni son y fueron perjudiciales.
-¿Cuándo comienza la crisis?
-Para decir la verdad hay que arrancar desde la época de Martínez de Hoz, que fue el primero que devastó gran parte de Fabricaciones Militares cuando el Fondo Siderúrgico dejó de aportar al sistema. A partir de allí empezó la debacle y comenzó también la debacle de las Fuerzas armadas.
Creo que esto merece una gran discusión, donde se tenga en consideración a los medios de producción para la defensa. Tendría que haber una decisión de compre nacional. Ya que hacen acuerdos con las provincias y el Senado funciona con la orden de los gobernadores que le bajan línea a sus legisladores, se podría hacer un acuerdo de compre nacional y con eso se solucionaría el problema de Fabricaciones Militares.
-¿Por qué piensa que se llegó a esta devastación?
-Por lo mismo que se devastó el ferrocarril, hubo una intención, en el mejor de los casos, de decir “si el Estado es chiquito, si no tiene gastos, si no tiene empleados”… El ejemplo más palpable fueron los ferrocarriles. Nos vendieron la consigna que Ferrocarriles perdía un millón de dólares por día y en ese momentos los japoneses invertían 12 millones de dólares por día en sus ferrocarriles. Si miramos las finanzas de un país y otro, nos damos cuenta de que los japoneses no fueron tontos.
Ferrocarriles transporta cargas y es un gran negocio y lo sabemos por empresarios cercanos. Es un gran negocio en el transporte de cargas, evitamos camiones en la ruta, los saldos exportables de petróleo serían favorables y contribuiríamos a la industria nacional. El planteo no era cuánto gastaba con los ferrocarriles, sino cuánto ahorraba. Y lo mismo hay que decir con Fabricaciones Militares, ¿cuánto ahorra el Estado cuando esas fábricas producen para sus Fuerzas Armadas y de seguridad? Eso no se mide, entonces empezamos con las medidas heroicas y echamos gente. Y decimos que se reduce el costo, pero no decimos cuánto gastamos en salir a comprar a Brasil.
-¿Sale mucho más caro?
-Por supuesto, nos sale mucho más caro y perdemos capacitación, fuentes de empleo y un montón de cosas. Lo raro es que esta política se viene dando desde hace 50 años y nadie la cambia.
Es preocupante porque la gente que ha cubierto los puestos en Defensa no parece ser la que más conoce del tema. Me ha tocado hacer recorrer la Fábrica a interventores de Fabricaciones que no tenían ni idea de lo que estaban visitando, no sabían nada y en algunos casos no sabían ni lo que se producía.
Acá deberían juntarse de todos los partidos para hacer un proyecto para defender esta industria y no salir a despedir gente.
Nosotros teníamos un producto de excelencia cuando era director, les vendíamos a los chilenos, paraguayos, ganamos el premio de la industria más exportadora de la provincia. Producíamos con una gran lucha para que no nos cerraran. En ese momento vendieron Famipiros, 33 hectáreas en Pilar, en Buenos Aires, que era la que producía el cordón detonante para la minería y hoy lo tenemos que comprar al exterior. Así un montón de cosas. A mí me gustaría que midan bien lo que ellos llaman “ahorro”.
-¿Qué le pasa a la Argentina hoy, cuál es su visión de la política actual?
-La veo con una gran preocupación porque no vislumbro un rumbo claro ni veo que los sectores se preocupen por establecer políticas de Estado. Hoy no tenemos políticas de Estado. Y también observo un gran resentimiento al que está en la vereda de enfrente. En todos los estamentos se puede ver, hace rato que parecemos estar en una guerra, hasta en el deporte. Y uno dice “pero son nuestros hermanos o nuestras familias, ¿por qué el odio al que piensa diferente?”
Es increíble lo que nos pasa, me preocupa que la mayoría de los jóvenes no estén interesados en la política y no se vislumbre un recambio. Las caras son siempre las mismas. Salvo en situaciones especiales, como Villa María, que tenemos un intendente joven que es capacitado y que me gustaría que gente como él llegara a los más altos cargos. Creo que necesitamos ese tipo de jóvenes con conocimientos y preocupados por la gente.
-Julio, y usted que fue parte de las Fuerzas Armadas, ¿qué sintió ante la noticia de la desaparición del submarino ARA San Juan con 44 tripulantes a bordo?
-La recibí con un dolor terrible. Quiero hacer dos o tres reflexiones acerca de este hecho. En mi caso yo manejé explosivos toda mi vida, tenía 21 años y manejaba explosivos y sabía el riesgo que corría. Los que entramos en las Fuerzas Armadas o de seguridad sabemos que corremos un riesgo. Lo que hay que hacer es evitar el riesgo o reducirlo.
Lo del submarino lo recibí con desazón, creo que la Armada dijo la verdad, a veces cuesta entenderlo y pienso que, en lo general, no se politizó. Creo que la gente lo sintió al tema del submarino, más allá de que alguno pueda echar culpas para un lado u otro.
-¿Piensa que fue accidental?
-(Pausa) Sería uno más de los que habla sin conocimiento. Me pasa igual que lo que me pasó con Río Tercero cuando llegué a la Fábrica tras la explosión. Es tan difícil saber. Si no se encuentra el submarino, va a ser muy difícil saber qué le pasó.
Yo estuve una vez en un submarino porque en el Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas de las Fuerzas Armadas (Citefa) trabajábamos recuperando submarinos mucho más viejos que éste. Se usaba plata en las baterías, entonces sacábamos la plata y con eso se compraban baterías nuevas. Por eso conocí el submarino por dentro. El submarino es ciego, uno no ve, salvo el capitán y sus navegantes, no se ve nada, es dramático estar ahí.
No sé si habrá sido accidental porque decir eso es dar por hecho que no hubo negligencias, que el mantenimiento era perfecto. Lo que sí sé es que a pesar de que se corren riesgos, no creo que hayan zarpado sin pensar que el submarino estaba en perfectas condiciones. Pienso que ellos pensaban que estaba en perfectas condiciones, más allá de que a veces uno no le da tanta importancia al deterioro porque se acostumbra.
Yo puedo hablar del Ejército y en esa fuerza nos ejercitábamos en las condiciones de tiro. Y cada vez fueron menos las condiciones de práctica con armas y me parece que cada vez hay menos práctica y nos íbamos acostumbrando, cuando no era normal porque ante la falta de práctica podían venir los accidentes.
-¿Qué rol cumple un submarino?
-Es una nave cuya principal virtud es pasar desapercibida, es un arma de ataque, va con torpedos. En el caso del submarino San Juan creo que no tenía los torpedos y se mantiene sumergido buscando blancos que se pueden adquirir a través de la nave o de un avión o de un satélite. Pasada la posición blanco, me voy al lamentable hecho del General Belgrano, el submarino inglés se acercó, nadie lo pudo ver y lanzó los torpedos.
-Si es un arma de ataque, en un país como el nuestro, que no está en guerra, ¿para qué sirve?
-Estaba haciendo una práctica, según dicen, en la zona de Tierra del Fuego y cuando regresa va haciendo avistaje de pesqueros en la plataforma submarina. Si los llega a detectar, llama a la fragata que está operando para que intercepte al pesquero. Cumple una misión de vigilancia.
-¿Cree que el Ejecutivo a través de su ministro de Defensa estuvo a la altura de la circunstancia al momento de conocerse su desaparición?
-A mi juicio creo que los sorprendió. Yo tengo constancia de lo que vi del capitán de navío Balbi, el vocero de la Armada, creo que trató la cuestión con profesionalismo. Por supuesto que nos costó aceptar algunas cosas porque todos estábamos esperanzados de que aparezca el submarino, pero me parece que la Armada actuó bien. Y al Ejecutivo, para mí le caben las generales de la ley, debe saber de submarinos como sé yo, por los trascendidos periodísticos. Pienso que en el Ministerio de Defensa, desde hace años, no se debe haber controlado demasiado si los submarinos habían hecho las recorridas correspondientes. Además no tenemos un Estado Mayor Conjunto que opere con los ministros de Defensa informando sobre la situación o plantando el taco y diciendo de pronto “no salimos” porque no podemos mandar a la gente en estas condiciones. Es gravísimo, ahora creen que falta mantenimiento, pero los 44 no van aparecer porque ahora nos damos cuenta de lo que está pasando. Y son vidas.
-Otro tema que usted debe conocer es el memorándum con Irán que ha generado varias detenciones. De acuerdo a su criterio, ¿es una cuestión judiciable?
-(Pausa). Es un tema judiciable si se sospecha que fue un delito porque se le dio la posibilidad, a supuestos culpables del atentando contra la AMIA, de saltar las responsabilidades que les cabían en el hecho. Ahora, quién sabe a ciencia cierta si fue hecho para eso. Por ahí no tenía ese objetivo. No sé si fue hecho por eso, pudo ser hecho para concretar un juicio en el exterior. Y si bien no estoy de acuerdo, si tuvo esa intención, no es judiciable.
-La figura es “traición a la Patria”. ¿Usted recuerda que se haya juzgado últimamente a alguien por traición a la Patria?
-No, y habría unos cuántos para juzgar (sonríe). No es algo común que se juzgue por traición a la Patria y habría que ver en qué consiste la traición que les imputan a los que hicieron este acuerdo. También podríamos retroceder en la historia y decir que traición a la Patria fue cuando le declaramos la guerra a Alemania el último día (en la segunda guerra mundial). Yo creo que es más traición a la Patria cuando un funcionario roba, pero desconozco la verdadera intención de esta acusación. No sé por qué se hizo.
-¿Por qué se hizo peronista?
-Mi padre era militar, vivíamos una hermosa vida en familia en Mendoza, donde estaba destinado mi papá, éramos dos hermanos, mi hermana y yo, y me acuerdo de un lindo pasar. Un militar nunca fue un hombre rico, pero se vivía bien y yo veía que todos vivían bien y entonces aparece la revolución del 55. Y mi papá, que no era peronista, fue parte del bando que se disgregó en 1956 contra Aramburu. Y fracasó la contrarrevolución de Juan José Valle y Cogorno. Y mi papá fue preso, primero estuvo detenido en Mendoza, luego lo llevaron a San Luis, luego estuvo en la cárcel de Las Heras y finalmente, un año y medio preso en Magdalena. Y estuvo preso porque era teniente primero, porque a Valle, a Cogorno, a Basseta, los fusilaron por tener mayor grado.
Obviamente esa situación nos tocó mucho a toda la familia. Inconscientemente, en principio, yo era un chico, me hice peronista. Mi madre era profundamente peronista, yo le decía que era de las malas porque para ella todo estaba bien, no importaba nada (risas). Yo le decía sos una mala peronista porque no hacés autocrítica (risas). En esa época empezó la resistencia peronista y me acuerdo de todas las prohibiciones, de lo que no se podía hablar.
-¿Ya estaban en Buenos Aires?
-Sí, y fueron las elecciones en 1962 que estaba el sindicalista Andrés Framini de candidato a gobernador de Buenos Aires, los que tienen mi edad se van a acordar. Frondizzi dio elecciones libres porque calculaban que iba a perder el peronismo y Framini barrió, ganó las elecciones de una forma terrible y eso dio lugar a una ruptura, incluso dentro de las Fuerzas Armadas. Estaban los legalistas que quería que se aceptara el triunfo de Framini y estaba el grupo que presionó a Frondizzi. La cuestión es que declaró nulas las elecciones y Framini no pudo asumir. Ese recuerdo me quedó grabado porque militábamos en serio.
-¿Siendo un niño ya era un militante?
-Sí, era un sentimiento, hasta recuerdo lo que cantábamos.
-¿Y con su padre qué pasó?
-A mi papá lo soltaron en 1958 y lo emplearon en Luz y Fuerza, que estaba Taccone que había sido soldado de él en Mendoza. Y así anduvo a los tumbos, trabajando como pudo y en lo que pudo. Y se fue metiendo en la política, yo lo acompañaba y un día dije “yo también quiero ser militar”. Y él me apoyó con gusto a pesar de que había sufrido mucho su alejamiento del Ejército, a él lo dieron de baja, además de haber estado detenido.
-Con todos esos antecedentes, ¿por qué quiso ser militar?
-Porque era la imagen de mi viejo. Y cuando estoy en el Colegio Militar, año 1969, aparece en mi vida un tipo que fue muy importante después, Francisco Julián Licastro, uno de los 33 orientales que son los oficiales que fueron separados del Ejército por peronistas. Ellos eran oficiales, nosotros éramos cadetes. Y teníamos reuniones con Licastro, que eran de adoctrinamiento, un tipo terriblemente capaz.
-¿En 1969 usted estaba en el Colegio Militar?
-Sí, compañeros míos fueron los hijos del fusilado Basseta, el sobrino de Valle, éramos un grupo que nos reconocíamos. Y teníamos esas reuniones con Licastro, una luminaria, un tipo extraordinario. Lo trajimos una vez a Villa María, contó anécdotas, fue grandioso. El se fue de baja como mayor del Ejército.
Cuando vuelve Perón, en 1973, ¿quién es secretario Legal y Técnico de Perón? Francisco Julián Licastro. Y en ese momento a todos los militares que habían desplazado los reivindican, les dan los grados que perdieron y en algunos casos, los hicieron funcionarios. Fue el caso de mi padre, que fue reivindicado y designado funcionario. O sea, tengo una tradición, con una familia de peronistas y radicales, he presenciado peleas entre hermanas (risas).
-¿Se adaptó a la disciplina del Ejército o era medio rebelde?
-(Risas). Eso lo tendrían que contar los empleados de la Fábrica Militar. Nunca fui de callarme, nunca fui de quedarme quieto y no decir lo que pensaba. Hay testimonios. Yo consultaba las cosas de la Fábrica con Cacho Mengarelli. El puede contar cuando tuve un problema en Río Tercero cuando quisieron cerrar la fábrica, me fui con Mengarelli y me puse a la cabeza del reclamo, como le correspondía a un director.
-Tanto Mengarelli como Camilo Rodríguez lo mencionaron en las entrevistas que hice, ¿qué resortes lo llevan a tener esa onda con los trabajadores?
-Los quiero mucho (sonríe). Es fundamental querer a quienes trabajan con uno. Tengo recuerdos maravillosos de muchos trabajadores. Fui el primer director y el único que hizo la fiesta de aniversario de la Fábrica Militar en ATE.
Creo que para conducir es necesario tener un gremio fuerte, lo peor que le puede pasar a un conductor es tener un gremio débil o corrupto. Cuando tenés trabajando con uno a gente como me sucedió con Mengarelli en la Fábrica o con Camilo en la Municipalidad, uno no comete errores. Porque hay que escucharlos porque son la memoria viviente, uno viene y se va, pero ellos tienen la memoria. Tipos honestos, con trayectoria, que nunca se arrugaron en ninguna.
Para apoyar a la Fábrica, con Cacho íbamos juntos. Y en la Municipalidad hice tantas cosas que me llenaron de anécdotas la vida, cómo no acordarme del Lulo Tais, era mi hermano, charlábamos, nos hacíamos regalos. Lalo Giambroni, Roque, del Concejo; el Pechito Sosa… Tengo recuerdos hermosos.
-Si tuviera que hacer un balance de su etapa como militar, ¿cuáles fueron los momentos más gratificantes y cuáles los más duros?
-(Pausa). La mayor satisfacción fue cuando me nombraron director de la Fábrica Militar, sin dudas. Eso fue algo que anhelaba y el momento más duro fue la rebelión cara pintada. Fue duro que no se haya logrado percibir que no se perseguía un golpe de Estado. Fue uno de los días muy duros. Y otro día duro siendo militar fue el 1 de julio de 1974, la muerte de Perón, se me vino abajo todo. Yo no lo podía creer ese día, me acuerdo de la foto del soldado llorando cuando pasa el féretro.
Y lo de Semana Santa me dolió el hecho que se tergiversara, que no se viera que el problema era con los jefes militares que supieron acomodarse. Al menos yo no lo veía como una especulación política, sino que estábamos reventando contra los coroneles y generales que estaban paseando como si nada. Pero lo bueno de esto es que hoy no puede haber ni un atisbo de eso. Es lo mejor para todos, hasta para las Fuerzas Armadas.
–Vamos a la parte política, ¿cuándo y cómo lo conoció a Eduardo Accastello?
-No estoy seguro el año. Un día me llega la invitación para participar de las fuerzas vivas que iban a hablar con Eduardo Angeloz sobre el tema de la Universidad. Y ahí fuimos con Eduardo y le mostré mis ideas. Un día me invitó a participar del Inspir y acepté. Empezamos a tener a charlas, en un momento me dijo si quería participar activamente en el equipo y le dije que sí. Creo que fue en 1998.
Y ahí me comentó que podía ser el secretario de Gobierno, yo no sabía con qué se comía eso (risas). La cuestión es que le dije que quería prepararme y me mandó hacer un curso a Estados Unidos, muy interesante. Fue con el alcalde de Nueva York y aprendí mucho, hice todo, fue muy bueno. Y después del haber hecho el curso, me gustó el ambiente que había, gente muy buena y un día me dijo “vas a ser secretario de Gobierno” (risas).
-¿Pasó varias tormentas?
-Fue muy lindo, la gestión fue muy buena. Me acuerdo de que recibíamos un peso de coparticipación y se hizo muchísimo. La crisis de 2001 fue dramática.
-¿En algún momento se sintió estigmatizado por ser militar?
-Nunca, para nada. Nunca me hicieron sentir vacío, en el partido fui tratado como uno más, se brindaron totalmente.
-¿Tiene algún recuerdo especial de la dictadura?
-El día del golpe, ese 24 de marzo, no lo olvido. Yo estaba en Junín y nos llamaron a la medianoche. Y lo que no olvido es el 2 de abril, la guerra de Malvinas.
-Usted veía venir el golpe…
-Sí, lo anunciaban los diarios días antes y uno veía aparecer caras extrañas. Porque eran golpes cívico-militares. Cuando hablamos de tener memoria, es en serio. ¿Cuántos civiles participaron? No nos olvidemos.
-¿Y en la guerra de Malvinas?
-El 14 de junio fue la rendición, fue durísimo. La vuelta fue terrible, me movía por toda la Patagonia buscando comandos ingleses, no encontré ninguno.
-¿La rendición de Malvinas dónde lo encontró?
-Yo estaba en Comandante Piedrabuena. Pero unos días antes, el 7 de junio, hay varios combates que se van dando y en cada combate vos veías las posiciones argentinas y las recuerdo. Mario Menéndez, que era el gobernador de Malvinas, decía que se iban a concentrar todas las tropas y la batalla final iba a ser en Puerto Argentino. Las pelotas, si los soldados venían caminando como podían.
No había ninguna posibilidad y mucha gente lo juzga mal a Mario Menéndez, yo como militar pienso que fue el más valiente de todos los jefes, había que tomar la decisión de rendirse, no era fácil, pero tenía razón, no podía permitir que mataran a todos estos pibes al pedo. No teníamos con qué reaccionar, con dos gomeras, no teníamos posibilidad de nada. Hizo bien, a pesar de que lo putearon en todos los idiomas desde las Fuerzas Armadas, pero tomó la decisión correcta ante la situación. Si no había posibilidad de nada, ¿por qué masacrar a miles de pibes? ¿A costa de qué? Había que pensar en los padres de esos chicos, no se podía combatir en condiciones desiguales.
-Por muchos años, los chicos de Malvinas no tuvieron el reconocimiento que se merecían
-Nada, se desmalvinizó Argentina. Lamentablemente. Pero no es sólo un gobierno, es toda una sociedad con las reacciones que tenemos, una sociedad que parece no tener rumbo. Cuando uno ve las cosas que pasan, las peleas en las canchas de fútbol, uno dice algo grave no está pasando.
Y no hay liderazgos fuertes ahora que nos hagan pensar que se pueden cambiar las cosas, que un tipo que sea ejemplo conduzca hacia un cambio. Hay situaciones graves, el odio campea por todos lados. Yo te decía trabajar con la gente que querés es hermoso, ahora, cómo se trabaja con la gente que se odia. Y creo que hay una desintegración social, no te sabría decir bien por qué, pero hay una desintegración.
-¿Al peronismo qué le pasó?
-Creo que está vacío de contenido, hoy está pasando por una crisis fenomenal, por eso te decía de Martín Gill, creo que es la gente que va a salvar al peronismo, nosotros ya está, no hicimos nada y lo que hicimos lo hicimos mal. Creo que estos chicos tienen la capacidad para sacarlo de la crisis.
-¿Observa algún liderazgo a nivel nacional que pueda unir al peronismo?
-No. No hay, definitivamente. Puede aparecer, pero de los que conozco, no hay. Schiaretti, Urtubey, no van a unir a nadie. Me gusta el de San Juan, Uñac. Lo veo prudente y no está regalado con Macri.
-¿Y a nivel provincial ve algún liderazgo potable?
-Sí, Martín Gill.
-¿Está convencido de que es necesaria la renovación?
-Sí, urgente. Hay que abrirle caminos a los más jóvenes. Además, porque los viejos ya estamos sospechados por una cosa u otra. Se requiere de jóvenes que realmente sean peronistas, no inventos raros como Scioli o el Pichi Campana. Tipos que sientan la política, necesitamos buenos políticos.
-¿Reflexionó en algún momento sobre los motivos que llevaron a la derrota del peronismo en 2015?
-Sí. Creo que el peronismo ya había entrado en crisis antes de 2015. Ya venía con serias divergencias. Un tipo como Julio Bárbaro que yo admiraba, hoy no parece peronista, tiene un discurso totalmente cambiado. Duhalde hoy está desaparecido. Por eso, pienso que la renovación de ideas y de edades es fundamental.
-¿Usted considera que la corrupción fue un disparador del desprestigio político?
-Colaboró mucho. En muchos casos, denuncias infundadas, porque cuando se tiene protección parlamentaria se puede denunciar cualquier cosa y no tengo que responder por mis dichos. Pero sí hay cosas que golpearon fuerte, casos como los bolsos del convento, eso colaboró a que todo se desmadrara. Lo que uno no sabe es si otros tuvieron más suerte y no los vieron cuando tiraron los bolsos (sonríe).
Hoy hay gente denunciada en el Gobierno también. Creo que el principio de todas las cosas es tener una Justicia independiente, de carrera, y a partir de allí, aguantarse lo que venga.
Es fundamental que la Justicia no sea ambivalente porque si durante 10 años vos decís que fui un tipo honesto y a los dos meses que me fui del poder decís lo contrario, cómo es el asunto.
-¿Qué opinión tiene sobre la reforma previsional?
-No estoy de acuerdo. Si me dijeran que estamos debatiendo sobre jubilaciones superiores a 30 mil pesos, es otra historia, me animo a discutirlo, pero cuando hablamos de un jubilado de siete mil pesos por mes, no me jodan con fórmulas raras.
Me parece que lo que pretenden ahorrar, debe salir de otro lado, por ejemplo, de las jubilaciones de privilegio, del impuesto al juego, hay un montón de lugares para sacar ese monto, parece un chiste. Es algo inadmisible, es reírse de la gente.
¿Qué sueño tenía cuando era joven y cuál tiene hoy?
Sigo teniendo los sueños de juventud (risas). Mi sueño es vivir la vida, dejar una huella en el camino que transito, puede haber muchos que me quieren y muchos que no me quieren (risas) pero no fui indiferente. Donde estuve, participé.