Hace cinco años que una madre espera justicia para reparar el daño que sufrió su hija
En el año 2012, informes psicológicos mediante, una mujer denunció a Alejandro Guillermo Ghione y a su hijo del mismo nombre por abuso sexual contra la hija biológica del primero. La causa fue elevada a juicio y los acusados siguen en libertad; incluso, uno de ellos está a cargo de los niños de una colonia de vacaciones
“La nena siempre llegaba dormida y me la entregaba en brazos”. Eso fue para la madre apenas una sospecha, un indicio, de lo que habría vivido la pequeña.
A la historia del supuesto abuso la relató María (no es su nombre real, al que resguardamos para proteger a la menor), la madre de la víctima, que decidió hacer pública su historia porque pese a que pasaron años, los imputados no fueron juzgados.
Contó que “cuando se iba con esa persona (en referencia al padre biológico), salía llorando. Yo primero creía que era por ser muy apegada a mamá, muy mamera”.
“Una noche -del año 2012- la trajo a la 1 de la madrugada. Cuando la tomo en brazos, se despertó y se quedó parada, tocándose la zona de la vagina. Le pregunté qué le pasaba, me dijo que nada y la llevé a dormir. Más tarde se despertó otra vez diciendo que le dolía. Cuando la veo, tenía todo rojo, irritado, inflamado”.
Sin sospechar aún lo peor, cuenta la mujer que junto a su pareja acudieron a la guardia de una clínica, donde un médico “medio dormido” les dijo que se trataba de una vaginitis y le recomendó ir a una ginecóloga.
“Para mí era raro porque yo le preguntaba y me decía ‘me caí’ y al rato ‘no, me picó una hormiga’, o sea, inventaba razones”, dijo María.
Ante esa sospecha, la madre consultó con la psicóloga Ivonne Marcatto, quien le sugirió que interrumpiera inmediatamente las visitas paternas y le puso en claro la situación. Eso hizo que presentara la denuncia en el Juzgado de Menores. Era el año 2012 y la víctima tenía 4 años.
El comienzo
María dijo que conoció al entonces futuro padre de la niña seis años antes: “Era empleado de seguridad en los boliches adonde yo iba y también trabajaba de guardiacárcel; ya está jubilado. Después de varios años de estar en pareja decidimos, de manera consensuada, tener un hijo. Pero al momento de quedar embarazada, el trato cambió y empezó a hostigarme y amenazarme”, resumió la mujer.
María cuenta que cuando la pequeña tenía 3 meses, decidieron interrumpir la convivencia, “pero las amenazas y el hostigamiento siguieron”. Así, en medio de la crítica situación de violencia, crecía la niña.
María le dijo a este medio que, al llegar la niña al año y medio, notó conductas extrañas, como si hubiera tenido un despertar sexual. Además, lloraba cada vez que el padre la venía a buscar.
Por eso asistió a la consulta con la psicóloga, quien, según cuenta la madre, sugirió “separar el vínculo porque el padre estaría viendo a la niña como objeto sexual”.
Ese informe motivó el primer paso en Tribunales, donde se solicitó la restricción de acercamiento para el padre, la que obtuvo hasta que, cuando la niña cumplió 4 años, comenzaron las visitas supervisadas y luego se levantó la medida cautelar.
“En las visitas que se hacían en Tribunales él llegaba con regalos, le contaba que tenía una pileta e incorporaba a sus hijas mayores, con las que mi hija se llevaba bien”, relató.
Así fue que procuraron “normalizar” la relación padre e hija y la pequeña “visitaba a su padre dos o tres veces por semana”. Ahí fue cuando siempre la traía dormida.
Tras el hecho relatado al comienzo de la nota, la mamá dijo que interrumpió las visitas y le presentó el informe psicológico a la exjueza de Menores, Cecilia Fernández. “Ella lo tenía que elevar a la Fiscalía, pero pasó un año y no lo hizo”.
Tras ese lapso, cuenta que decidió contratar a un abogado y se presentó en la Fiscalía que por entonces tenía como titular a Daniel Del Vö (Tercer Turno). “Se jubiló y no movió un papel”, dijo la atribulada madre.
Finalmente, indicó que cuando René Bosio asumió al frente de la fiscalía vacante, tomó la causa y avanzó en la investigación. Como resultado de ese trabajo, imputó a Alejandro Guillermo Ghione por ser supuesto autor de “abuso sexual gravemente ultrajante agravado por el vínculo” y a su hijo, Alejandro Ghione, por el mismo delito.
Elevación a juicio
El 1 de abril de este año el funcionario judicial elevó la causa a juicio con el padre de la niña imputado y en cuanto a Ghione hijo, como al momento de los hechos era menor, derivó su caso a la Justicia de Menores para que defina su situación.
“Yo nunca podía pensar que fuera capaz de violar a mi hija”, lanzó María, y fue contundente: “Llevo cinco años luchando por el calvario que sufrió y sufre mi hija. Ahora, contra la burocracia y la connivencia de la Justicia. Parece que tendremos que esperar que se jubilen algunos jueces para que esto llegue a juicio”.
A su criterio, ambos imputados “son dos personas altamente peligrosas y lo que es peor es que el hijo estudiaba en el Profesorado de Educación Física, dejó y ahora está a cargo de la colonia de vacaciones de la Unión de Educadores de la Provincia de Córdoba (UEPC) en Los Cocos. También es árbitro de handball de la Federación Cordobesa” y militó en los planteles de Funder Villa María como jugador.
“Le avisé a un dirigente del gremio docente sobre esto porque está imputado por abuso sexual y está recibiendo niños allá, pero desconozco si han tomado alguna medida”, dijo.
“Viendo que la Justicia no actúa, decidí hacerlo público, aunque me dijeron que hago mal por poner en la calle el tema. Pero solo quiero que se haga justicia y lo digo porque siento que si hago silencio, voy a ser responsable de que lo que vivimos nosotros les pase a otros chicos y a sus familias”, concluyó.
Contó que el mismo fiscal que imputó a los Ghione le sugirió “que no lo cuente porque la niña sería señalada, que me puede traer problemas, pero debo proteger a los demás”.
Los hechos
En cuatro oportunidades, la niña fue interrogada por profesionales en Tribunales a través de la cámara Gesell. Allí habría relatado los abusos y las amenazas. “El padre y el medio hermano le decían que si contaba, la mamá no la iba a querer más o si no, que la iban a tirar al río”, narró María.
“Ella no quiere tener el apellido de quien le hizo tanto daño. Precisamente, en la escuela sufría cada vez que tomaban lista y acordamos con la institución que la llamen por el apellido materno. Esto pasó desde primer grado, fue otro signo que ella nos dio de que algo malo estaba pasando”, concluyó.