Escribe: Pepo Garay
ESPECIAL PARA EL DIARIO
Algunos dicen que el corazón de Europa está en París. Otros, que en Berlín. Y hay hasta quien, argumentando la fuerza de los tiempos, candidatea a Roma. Pues no. El epicentro del viejo continente respira en Frankfurt. Lo sabía Carlomagno, todopoderoso emperador que en las tinieblas del Siglo VIII se instaló aquí con gobierno y todo. Y lo saben los que manejan la economía de la región, quienes mantienen aquí las sedes del Banco Central Europeo y del Banco Central Alemán, y uno de los mercados bursátiles más importantes del globo. Peculiar impronta la de la ciudad perteneciente al Estado de Hesse. Una potencia que se refleja en lo variopinto y atractivo de su plano.
Ubicada en un punto estratégico, a medio camino entre París y Berlín (no en vano las nombrábamos al principio), entre Amsterdam y Zúrich, entre Milán y Hamburgo, entre Praga y Bruselas; la metrópoli ofrece todo lo que tiene en doble y bellísima faceta. Por un lado está la historia, las reminiscencias de grandes civilizaciones estampadas en diversidad de obras.
Ayer y hoy
Por el otro, la cara reciente, encarnada en gigantescos y espejados rascacielos, que residen en una zona conocida como “Mainhattan”, en un juego de palabras que involucra al local río Main y al distrito neoyorquino de Manhattan, emblema universal en tales cuestiones.
Comenzamos por esta última vertiente, disponiéndonos a disfrutar de las postales modernas. Instalado bien en el centro, con joyas históricas a tiro de piedra, se elevan hacia las nubes íconos como la Maintower (que en rigor son dos: una circular, con mirador turístico en la cúspide, y una cúbica), la Comerzbank Tower (260 metros de altura y de poder) y la Eurotower (ayer hogar del Banco Central Europeo, el cual habita actualmente en otro barrio), por sólo nombrar algunos colosos de concreto.
Después, le toca el turno al pasado. Barroco, clásico e incluso gótico se presenta el casco viejo, que en realidad no tiene un enmarque especifico, repartiéndose por el centro cómodamente. Pasan los tranvías Siglo XXI frente a algunas reliquias. Igual que rubios paisanos, fríos al dar la mano, estructurados en las rutinas, respetuosos al extremo hasta para pedirle al mozo la deliciosa cerveza local.
Brilla el sol del verano alemán y la agradable temperatura baña los puntos álgidos del circuito. Es decir, la Catedral de San Bartolomé (Siglo XIV, estilo gótico, antiguo lugar de coronación de los emperadores del Sacro Imperio Germánico), las Iglesias de San Pablo y San Nicolás y sobre todo el Römerberg. La plaza principal lanza versos medievales a cuatro manos, con sus edificios de pintas añejas (seis pisos, balcones de madera, tejados a dos aguas) y la Fuente de la Justicia, en una época testigo de mercados al aire libre, juicios populares y hasta batallas de caballeros.
Cerquita, la estatua de Carlomagno homenajea al hombre que marcó una época. Completan el recorrido la plaza Hauptwache, la Casa de la Opera (reconstruida luego de los intensos bombardeos sufridos durante la Segunda Guerra Mundial), la Casa-Museo de Goethe (autor de “Fausto” y dios de la prolífica literatura alemana) y la Biblioteca Nacional.
En tanto el río Main, con sus barquitos repletos de turistas, permite apreciar desde otra perspectiva la silueta del Frankfurt, el verdadero corazón de Europa.