Inicio Suplementos El Diario Viajero Mucho patrimonio, mucho río

Mucho patrimonio, mucho río

0
Mucho patrimonio, mucho río

La capital de la provincia homónima sorprende al viajero con uno de los cascos históricos más bellos y mejor conservados del país. La costanera del Paraná, otra joya con sabor a Litoralp12 - Corrientes 4

Escribe: Pepo Garay ESPECIAL PARA EL DIARIO

Con más de cuatro siglos en las alforjas y un patrimonio copioso y sorprendente, Corrientes poco tiene que envidiarle a ciudades como Salta o Buenos Aires, referentes nacionales por excelencia en términos de legado arquitectónico antiguo. Así de contundente es la carta de presentación de la capital de la provincia homónima. Una joyita nacida en 1522 que conserva buena parte de los años viejos en sus muchos edificios públicos, casonas e iglesias, decorando un plano que al viajero se le antoja bello, muy bello, bellísimo.  

Más todavía cuando al cuadro se suma el Paraná, río que pareciera tener alma, y que fluye amigo y colosal en los bordes de la capital. Al periplo lo hace perfumando una de las más deslumbrantes costaneras que la Patria tiene. Sí, lo raro es que las guías turísticas ni caso hagan a la urbe y sus rincones vitales. Vaya pecado.

 

De otra época

El recorrido, opina el viajero, debería empezar siempre por la Plaza 25 de Mayo. Una explanada que dejó de ser el centro propiamente dicho hace rato, pero que resguarda la gloria del pasado en su repertorio inmediato. Sirvan de ejemplo la Casa de Gobierno (Siglo XIX, de marcado estilo renacentista), la Jefatura de Policía (otrora Cabildo), el Palacio Vedoya (bien Belle Epoque) y la Iglesia de la Merced (italianizante por fuera, barroca por dentro). Salvo algún par de desubicados inmuebles modernos, la pintura general es de otra época.

La misma tónica se repite en la mayor parte del casco céntrico. Unas 80 manzanas donde destacan las obras de jerarquía, muchas de ellas anónimas, deliciosas todas. De las que tienen título se puede nombrar a la Casa Molina (siglo XVIII), el Palacio de la Legislatura, las iglesias Catedral, de la Cruz de los Milagros y San Francisco (en total, la zona cobija siete templos de fuste, definiendo el llamado “Circuito Religioso”); los museos Histórico, de Bellas Artes y de Ciencias Naturales, el Colegio Nacional (siglo XVII, ayer refugio de los jesuitas) y el Teatro Juan de Vera.

En este último (otra maravilla de aires franceses), suelen presentarse seguido los referentes del chamamé. Más que estilo musical, una verdadera religión en Corrientes. Lo dicen las radios, el tarareo de los viejos en el colectivo, la cartelería de la Fiesta Nacional del Chamamé (enero), el acordeón que suena hasta en el acento de los locales, que son afables y sencillos, unos buenos gauchos del Litoral.

 

La vida junto al Paraná

Pero si de ambiente a Litoral se trata, nada como acercarse a la costanera. Paseo que hace el amor con el Paraná, escape de los paisanos que caminan o corren por la vereda, o que se sientan a tomar algo junto a los múltiples carritos de comidas, frente al Casino, al lado del Club Regatas o cerquita del Puente General Belgrano (que conecta con la vecina Resistencia y la provincia del Chaco).

Por las mañanas y las tardes, son playas como Arazaty o Islas Malvinas las que incitan al chapuzón (lindos calores los de la región) y sueltan algo del famoso Carnaval correntino. Aunque el momento cumbre lo define el atardecer, cuando el sol se escapa y espacios como Punta Tacuara o Punta Tacurú, levantan la mano para convidar panorámicas benditas y de paso hablar de la fuerte herencia guaraní de estas tierras.

Abajo, en pleno río, humildes embarcaciones transportan a un puñado de pescadores, que se saludan con los de arriba, los de la barranca, sin que ninguno suelte la caña. Suena el chamamé en los celulares, en el agua, y en las retinas del forastero, mientras la luna le abre el corazón al cemento, al movimiento feliz de la peatonal, al alboroto de las plazas, a los hechizos de Corrientes.