El deportista aprehendido enfrenta los cargos de ser el presunto autor de “lesiones graves», «privación ilegítima de la libertad calificada» y «daño» en perjuicio de su exnovia
Un futbolista de la Liga Villamariense fue detenido durante las primeras horas de la tarde de ayer acusado de ser el supuesto autor de violencia de género, informó la Unidad Departamental San Martín.
El deportista involucrado en el violento episodio fue identificado como Diego Oscar Fantino, de 35 años, quien integra el plantel de fútbol del Club Atlético Ticino, donde se desempeña como arquero.
El procedimiento
Efectivos del Destacamento Ticino dieron cumplimiento a una orden de detención dictada por la Fiscalía de Instrucción del Tercer Turno de Villa María, por lo que a las 13.10 de ayer arrestaron en Juan José Paso 531 de la mencionada localidad al futbolista, quien fue trasladado a la Comisaría de Distrito de Villa María, donde quedó alojado a disposición del funcionario judicial.
Fantino fue denunciado por la supuesta comisión de los delitos “lesiones graves, privación ilegítima de la libertad calificada y daño” en perjuicio de su expareja, Yanila Ríos.
En oportunidad de registrarse la detención, los uniformados también secuestraron un celular Motorola G2 blanco y un Chevrolet Cruze, gris oscuro, dominio OAX-227.
Los hechos
Según la denuncia, la sucesión de episodios, que terminó en una brutal golpiza a su expareja, se habría originado en un pub de la localidad de Pasco durante la madrugada del sábado pasado, donde se encontraron Fantino, quien estaba acompañado por su actual novia, y Ríos.
Tras retornar a Ticino, el hombre detenido ayer se habría dirigido a la vivienda donde reside la mujer y la habría agredido a golpes de puño, provocándole graves lesiones en el rostro.
Palabra de la víctima
Ante lo sucedido, la mujer agredida expresó, a través de su cuenta de Facebook, lo siguiente:
“Yo me sentía culpable. Pensaba que en algo estaba fallando. Yo, no él. Por eso no lo culpaba. No sé si lo comprendía, quizás más bien lo justificaba. La primera vez fue un tirón de pelos. Me soltó y me pidió perdón. Me abrazó enseguida. Yo no pude llorar, no estaba preparada para eso.
Le dije que se quedara tranquilo y que lo amaba, que todo iba a mejorar, que yo estaba ahí para ayudarlo porque era su compañera. ‘Te amo’, me dijo al oído.
La vida seguía. Todo era normal. Aquello fue algo aislado, no tenía sentido quedarse con eso. Decidí olvidar, todos nos equivocamos y él también tenía derecho a equivocarse. Por eso la segunda vez no me sorprendió, quizá estaba tenso, mal.
Me di cuenta de que algo estaba cambiando. Y, lamentablemente, sentía que sólo podía aceptar eso.
Silencio y aceptación. Y cuando uno se acostumbra a las cosas, se hacen normales. Por eso la vida seguía normal. A veces bien, a veces mal. Como la vida misma. Había días muy felices, llenos de amor. Habían días horribles que me dejaban el alma y el cuerpo temblando. Pero eran días. Y en la vida hay muchos, así que nunca pude culparlo.
Durante mucho tiempo intenté entenderlo porque estaba presa de la costumbre. Y la costumbre era la realidad. Una realidad espantosa. Mucho miedo, muchos dolores. Los físicos aprendí a soportarlos, los otros dolores me iban matando.
Sin embargo, cuando estaba con gente, era un amor. A veces el infierno quema tanto que queda más cerca de lo que nos contaron. Para engañar, el diablo se transforma en la imagen que sea, menos en la de diablo.
Un dolor que pocos se imaginan. Lo más difícil no es dejar todo e irse. Lo más difícil, en este caso, es contarlo. Hoy tomo la decisión de contarlo, para liberarlo, porque estoy internada y toqué fondo. Y lo hago porque, aunque yo había decidido darle mi vida, él me la estaba arrebatando.
‘No me dejes mi amor. Todo va a cambiar, te lo prometo. Yo te amo’. Eso no es querer. Yo sí te quise. Pero también me quiero a mí”, termina el relato de la atribulada mujer.