La feligresía de Villa María se volcó ayer hacia la Catedral y Santuario de la Inmaculada Concepción para participar en el acto de fe más grande del año en estas tierras.
El oficio religioso, seguido de una Procesión por las inmediaciones del templo mayor, fue presidido por el obispo titular de la extensa Diócesis con asiento en esta ciudad, Samuel Jofré, y concelebrado por todos los sacerdotes que la integran, incluido el joven villamariense Agustín Vedelago, ordenado el viernes último, a quien se dio un lugar especial ya que estuvo en el mismo pórtico central de la Catedral ocupando un sillón a la izquierda del obispo, mientras que a la derecha estaba sentado el párroco de esa iglesia, el reconocido padre Pedro.
Junto a su familia y mezclado entre la gente también se pudo divisar al intendente Martín Gill, entre otras personalidades del quehacer local.
En ese marco, el obispo Jofré, más atinado y cuidadoso del lenguaje que en tiempos de su llegada a Villa María, llamó a los presentes a reflexionar sobre la manera de relacionarse entre personas, “entre hermanos”, para enseguida señalar que “se deben cambiar ciertas formas” para hacer posible “la reconciliación”.
El prelado se mostró preocupado por el clima de violencia, se refirió a que “no podemos vivir totalmente enfrentados” y abogó por “la paz entre las personas”, para mejorar la sociedad de la que formamos parte.
Otro punto reflexivo de parte del alto dignatario de la Iglesia fue el de la desigualdad existente en la comunidad, e hizo foco en marcar, por ejemplo, las diferencias entre un joven que puede estudiar y otro que no puede hacerlo”.
Tras sus palabras y una vez concluida la celebración -que tuvo picos emotivos a partir de la presencia de familias que conviven y luchan con enfermedades complejas- se dio inicio a la Procesión, encabezada por el mismo purpurado y acompañada por todos y cada uno de los cientos de asistentes.
La historia
Formalmente, el Día de la Inmaculada Concepción fue declarado el 8 de diciembre de 1854, por el Papa en Pío Nono, quien hizo lugar a una solicitud de las universidades católicas de todo el mundo.
Fue así que desde la imponente Basílica de San Pedro, en Roma, realizó el anuncio ante obispos, embajadores y miles de fieles: «Declaramos que la doctrina que dice que María fue concebida sin pecado original, es doctrina revelada por Dios y que a todos obliga a creerla como dogma de fe».
En ese momento, sonaron al unísono las 300 campanas de las torres de Roma y se echaron a volar miles de palomas mensajeras. Simultáneamente, en todos los templos católicos se celebraron grandes fiestas en honor de la Inmaculada.
De acuerdo a la fe católica, el Padre desde su primera instancia preservó a María del pecado original, preparándola para convertirla en la madre de su Hijo. Y en honor a ello (y a Ella, la Patrona de la ciudad) también sonaron ayer la campanas en la Catedral y Santuario de Villa María.