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¿Dónde autoriza la Iglesia Católica a guardar las cenizas de los difuntos?

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¿Dónde autoriza la Iglesia Católica a guardar las cenizas de los difuntos?
“No tenemos cenizarios” en el ámbito de la Diócesis de Villa María, indicó Alberto Bustamante

La Iglesia advirtió que si bien no prohíbe la cremación de los difuntos, no permite que se esparzan las cenizas en la naturaleza ni que se guarden en lugares “no sagrados”. Dado que no hay cenizarios en Villa María, preguntamos a las autoridades de la Diócesis qué recomiendan

“No tenemos cenizarios” en el ámbito de la Diócesis de Villa María, indicó Alberto Bustamante
“No tenemos cenizarios” en el ámbito de la Diócesis de Villa María, indicó Alberto Bustamante

Alberto Bustamante es el vicario de la Diócesis de Villa María y en ese carácter respondió a la entrevista de EL DIARIO sobre la posición de la Iglesia acerca del destino final de las cenizas de los difuntos.

La consulta periodística surgió a raíz de la inquietud de católicos que guardan a sus muertos de manera que, según el documento que anunció recientemente el Papa, la Iglesia Católica no autoriza.

“Lo primero que quiero destacar es que la instrucción ‘Ad resurgendum cum Christo’ (Para resucitar con Cristo) sobre la sepultura de los difuntos y la conservación de las cenizas tras la cremación quiere ser una orientación de la Iglesia para los fieles cristianos y un aporte para la sociedad toda, invitando a reflexionar sobre la dignidad de la persona humana y la alta dignidad del cuerpo humano como parte integral de la persona, como parte integral de su identidad.

El cristianismo es la religión de la encarnación, del hijo de Dios que se hace hombre (carne) y de la resurrección, no de la desaparición de la persona”.

-Después de que el Papa expresó claramente que la Iglesia no aprueba que se guarden las cenizas de los difuntos o que se esparzan en la naturaleza, ¿dónde se pueden depositar?

-Aprovecho la pregunta para recordar que en el documento la Iglesia recomienda vivamente que se conserve la piadosa costumbre de dar sepultura a los cuerpos de los difuntos; sin embargo, no prohíbe la cremación, a no ser que ésta haya sido elegida por razones contrarias a la doctrina cristiana (fundamentalmente el negar la resurrección o afirmar la destrucción total de la persona).

La Iglesia recomienda con insistencia que los cuerpos de los difuntos se entierren en el cementerio o en otro lugar sagrado (en una iglesia o en un área especialmente dedicada a tal fin) en memoria de la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo.

Por lo tanto, no está permitida la conservación de las cenizas en el hogar y no se permite la dispersión de cenizas en el aire, en tierra o en agua o en cualquier otra forma o la conversión de cenizas incineradas en recuerdos.

-¿Hay un lugar perteneciente a la Diócesis? ¿Tiene costo?

-No. En el ámbito de la Diócesis de Villa María no tenemos cenizarios, no tenemos un lugar especialmente dedicado a la conservación de la cenizas.

-¿Qué recomienda hacer a los católicos que, sin saber, guardaron las cenizas de sus difuntos?

-Que se acerquen a las parroquias, que consulten a los curas párrocos para que los orienten en las alternativas de lugares sagrados destinados a ese fin que pueda haber en sus respectivas comunidades, en sus ciudades o pueblos.

-¿Cuál es el argumento por el cuál no se puede esparcir o guardar las cenizas fuera de un lugar sagrado?

-La razones son varias:

  • Los cuerpos de los fieles difuntos no son cosas, son el cuerpo de alguien y mantienen esa participación en la dignidad de la persona humana. Los cuerpos no son cosas manipulables destinadas a desaparecer, sino cuerpos que esperan la resurrección.
  • Los difuntos son parte de la Iglesia, son parte de la sociedad y la sepultura en lugares sagrados públicos hacen presente visiblemente esa realidad. La dispersión de las cenizas simbólicamente expresa el aniquilamiento total, desaparece la posibilidad de la visibilidad del difunto y la posibilidad de ser visitado. Con la dispersión de la cenizas pareciera que se reducen a la nada.
  • Por otra parte, la sepultura en lugares sagrados, visibles, permite que se conserve la memoria y el lugar para peregrinar, para orar, para visitar. Los difuntos son “nuestros difuntos” , no son sólo los difuntos de los parientes. La conservación en el hogar es una especie de “privatización del difunto”. No se puede privatizar la muerte.
  • La calidad de una sociedad está, entre otras cosas, en cómo cuida a los más débiles y como honra la memoria de sus muertos a los cuales peregrina agradecida por sus vidas entregadas y reconoce sus raíces en quienes nos precedieron. Vasta recordar con cuánta unción Nelson Mandela, después de ser liberado, lo primero que hizo fue visitar la tumba de sus padres y lo mismo San Juan Pablo II en su primera visita a Polinia, su tierra natal, que peregrinó al cementerio en donde se encontraban también sus padres, y ni qué hablar de las piadosas peregrinaciones a Tierra Santa para visitar el santo sepulcro en dónde Jesucristo resucitó. ¿Adónde peregrinaríamos los cristianos si Jesús hubiera sido cremado y sus cenizas esparcidas?
  • En el año de la misericordia, el Santo Padre nos recordaba precisamente una de las obras de misericordia realizada desde los orígenes de la humanidad, enterrar a los difuntos, no hacerlos desaparecer.