Despojándonos de esa idea que otorga la relevancia excluyente a quienes son considerados los primeros en una actividad, tal como los “adelantados” en la conquista, podemos mirar la historia de la educación en nuestra ciudad y región rescatando figuras cuyo pensamiento y acción trazan una línea de coherente compromiso político-social. Hombres y mujeres que ofrendaron su esfuerzo a la construcción de una educación pública, de gestión estatal o privada, al alcance de todos los ciudadanos
Escribe Jesús Chirino
En ese recorrido por nombres de importancia en la historia de la educación zonal, podemos iniciar con Fenia Chertkoff, mujer que en 1916 comenzó a dictar clases regulares de lectura, escritura, labores y música a los hijos de los campesinos que trabajaban cerca del campo La Vera. Esa propiedad había sido comprada por su esposo, Nicolás Repetto, junto a Juan B. Justo, líderes del socialismo argentino. El campo se ubicaba a 20 kilómetros de Villa María y unos siete de Tío Pujio.
Chertkoff estudió para maestra en su ciudad natal, Odesa (Rusia). Luego continuó su formación en Suiza y Francia, donde completó sus estudios en La Sorbona especializándose en pedagogía, psicología para niños y educación a niños pequeños. Formándose en el método del pedagogo alemán Friedrich Fröebel, el mismo que generó el concepto de jardín de infantes como espacio educacional para los niños más pequeños, incorporando el juego. Fue una maestra socialista y feminista que dictó clases en su casa hasta que, en 1917, se creó la Escuela Nacional N° 127 (luego N° 338). Sin lugar a dudas su figura se destaca en la historia del compromiso de los maestros y maestras de la región.
También resulta insoslayable, en esta incompleta lista, el Dr. Arnoldo López, quien ejerció como educador en distintas localidades, entre ellas Villa María, Villa Nueva, Los Surgentes y Benjamín Gould. En nuestra ciudad vivió en el barrio denominado “Villa Emilia”, actual Florentino Ameghino, en calle Santa Fe al 1979. En el año 1939 publicó su libro titulado “Analfabetismo y miseria. Pan-Ropa-Techo A. b.c.d.e.”, resultado de la investigación que realizó acerca del analfabetismo. Este maestro rural tuvo la inquietud intelectual de buscar datos empíricos acerca de esa problemática en nuestra región y dejar testimonio de su análisis.
Suárez y Sobral
En los primeros días de marzo de 1916, 13 alumnos poblaron el aula inaugural del Colegio Sarmiento en calle 9 de Julio al 155. Era la escuela de Ramiro L. Suárez, quien venía de ejercer el periodismo en diarios de la ciudad de Córdoba, donde había escrito con su elegante y poética pluma. Esa escuela era la continuidad de la obra del maestro Alfredo Vitulo, quien desarrolló un ensayo de escuela de Nivel Medio, que cerró sus puertas por contar con una escasa matrícula, no sin antes haber contado entre sus alumnos a Antonio Sobral.
En 1918 la escuela privada dirigida por Suárez, fue incorporada a la enseñanza oficial.
En la institución se cursaban estudios de nivel primario, pero también se desarrollaban clases para adultos a la vez que preparaban jóvenes para su ingreso al Colegio Nacional y Superior de Comercio de la ciudad de Córdoba. Por entonces no había instituciones educativas de Nivel Medio en Villa María. En la escuela de Suárez también se enseñaba “correspondencia, dactilografía. cálculos mercantiles y teneduría de libros”. En 1919 el Colegio Sarmiento se trasladó a la esquina de Tucumán y Bolivia (actual calle Sobral). Entonces llegó a tener la matrícula más importante de la ciudad, contando con 375 alumnos. También poseía un museo y una biblioteca de mil volúmenes.
Suárez era conocido por intentar mejorar cada día su escuela, destinaba la mayoría de los fondos que conseguía a equipar su colegio. En algún momento llegó a presidir la Biblioteca Bernardino Rivadavia, donde luego ocupó otros cargos. En 1927, junto a Antonio Sobral, participó de la fundación de la Universidad Popular de esa biblioteca y en 1930 integró el grupo de profesores fundadores del Instituto Secundario Bernardino Rivadavia que dirigió Sobral. En 1937, cuando la flamante Escuela Normal Víctor Mercante abrió su Departamento de Aplicación de Enseñanza Primaria, Ramiro Suárez, cerró las puertas del Colegio Sarmiento y transfirió todos los bienes de la misma a la Escuela Normal.
En Villa María es difícil hablar de educación sin mencionar al político y educador Antonio Sobral, hombre artífice de una profunda transformación de la Biblioteca Bernardino Rivadavia y sus anexos.
Abogado que militó en la Unión Cívica Radical, ejerciendo diferentes responsabilidades gubernamentales, tanto en el Poder Legislativo como en el Ejecutivo. Impulsó leyes relacionadas con lo educativo y lo cultural, de pensamiento amplio y profundas convicciones democráticas siempre tuvo la preocupación de que la educación llegará a los sectores sociales menos favorecidos. Su inteligencia y capacidad para el debate lo destacaron como político en los ámbitos donde actuó. Pero también descolló como educador con capacidad para producir innovaciones. Así, por ejemplo, la referida Escuela Normal Víctor Mercante, surgida por su iniciativa, fue la primera en implementar el plan de seis años para la formación en magisterio, modelo que sería establecido en todas las escuelas normales del país.
Márquez, Sobrino, Requena
En “la escuela de Sobral” se formaron grandes hombres y mujeres de la ciudad, y allí también ejercieron la docencia figuras que supieron destacarse en lo educativo. Uno de esos casos fue el maestro normal y pedagogo Angel Diego Márquez, referente internacional en educación comparada, quien siendo muy joven llegó a esa institución por invitación del propio Sobral. Luego de ejercer la docencia allí, se marchó del país llegando a ocupar cargos de importancia dentro de la Unesco, funciones que lo llevaron a trabajar en diferentes países. Regresando a la Argentina, junto a un grupo de comprometidos docentes, entre las que se contaba Encarnación Sobrino, su pareja, fundó el Instituto de Educación Superior del Centro de la República (Inescer) el cual desde el año 2006 lleva su nombre.
También Eduardo Requena pasó por la Escuela Normal Víctor Mercante, egresando como profesor de Historia y Geografía. Hijo de Villa María, con gran compromiso social y militante del Sindicato de Docentes Privados de Córdoba.
Ejerció el magisterio en el Instituto Secundario Bernardino Rivadavia y la Escuela Normal Víctor Mercante, de nuestra ciudad. También fue docente en la Escuela Normal Mariano Moreno de Bell Ville y en el Colegio Manuel Dorrego de la ciudad de Córdoba. En julio 1976 fue secuestrado y desaparecido por la dictadura cívico-militar y eclesiástica que sembró el terror en todo el territorio nacional.
Otra mujer que se destacó en la educación fue Encarnación Sobrino, docente en “la escuela de Sobral”, en el Inescer, de cuya fundación participó y también en la Universidad Nacional de Villa María. Al Igual que Márquez ejerció la docencia en universidades de diferentes países y siempre se destacó por su compromiso político y social. Fue una mujer que supo abrirse camino en tiempos en que las mujeres sufrían mucho la desconsideración social. Hija de un talabartero de Villa María, llegó a doctorarse en La Sorbona y a dictar cursos en diferentes casas de altos estudios del mundo. Trabajó para el Conicet, Conicor y otros ámbitos de investigación social. Publicó interesantes libros y apostó a la actividad comunitaria de su medio organizando infinidades de actividades como cursos para vecinalistas, capacitación en educación de adultos.
Edith Vera
Por último no puede dejarse de nombrar a Edith Vera, quien en 1945 egresó de la Escuela Normal Víctor Mercante con el título de maestra/bachiller y partió a trabajar a la localidad de Leones. Dos años después fue trasladada a la localidad de San Francisco del Chañar. Luego de pasar por la ciudad de Córdoba, regresó a Villa María. Más adelante cursó el profesorado de Jardín de Infantes en la Escuela Normal Víctor Mercante. Cuando concluyó estos estudios iniciados en 1969, fue directora del entonces recién creado jardín de infantes dependiente de la Biblioteca Bernardino Rivadavia. La docente y poeta Edith Vera, de especial sensibilidad, elevó las letras locales a la consideración internacional.
De existir un hilo que una todas estas vidas dedicadas al magisterio, es el compromiso traducido en una militancia, es decir un trabajo constante, en pos de que la educación de calidad llegara a los sectores menos favorecidos de la sociedad. Cuando en la actualidad, la educación pasa horas no muy felices en nuestro país, resulta interesante y conveniente recordar alguna/os docentes en los cuales podemos mirarnos para buscar inspiración.