Escribe Walter Vargas
En un campeonato de 30 fechas puede resultar un campeón un equipo portador de cualquier estilo y de cualquier sistema, pero jamás un equipo que carezca de regularidad y de templanza: lo uno para una suma metódica y lo otro para salir airoso de los momentos de marea baja.
De las dos cosas Boca tuvo en abundancia y de ahí que haya coronado hasta con cierta holgura, aun cuando el camino hacia la conquista de la flamante estrella haya estado poblado de vicisitudes y de curiosidades y aun cuando no constará entre los campeones más vibrantes ni entre los más virtuosos.
A grandes rasgos, en la compleja amalgama de lo que si no mata, fortalece, he aquí diez razones que dan cuenta del Boca campeón argentino 2016/2017.
* Uno: se sobrepuso a un comienzo vacilante y brumoso: perdió con Lanús, empató con Godoy Cruz, Tigre y Atlético Tucumán y eso en el contexto de una formación de juego escaso, blando de estructura y frágil de cabeza.
* Dos: también se sobrepuso a una cruel ironía: en la fecha 13 goleó a River en el Monumental y saltó al primer lugar, pero a la vez Carlos Tévez anunció que dejaría el club para seguir su carrera en el Shanghái Shenhua de China.
* Tres: lidió con un creciente descreimiento de su fiel hinchada en torno de la impronta del equipo y de las decisiones y el perfil general de su conductor, Guillermo Barros Schelotto.
* Cuatro: en ese sentido, habrá que hacer memoria para dar con un Boca campeón con tantos jugadores resistidos por el soberano o por lo menos examinados con lupa doble.
* Cinco: y más aún, es un Boca campeón sin ídolos a la vista, por cuanto su medida más alta, Fernando Gago, talentoso y prestigioso como es, ni siquiera roza esa condición.
* Seis: salió indemne de una derrota fuera de catálogo (con Talleres en la Bombonera) y de unos cuantos empates que permitieron que se acercaran varios y que River, en franca racha ganadora, se pusiera a mano del zarpazo.
* Siete: el propio River propinó una mano de nocaut en Brandsen 805 y cuando parecía que todos los caminos conducían a una debacle histórica, apareció el mejor Boca, un Boca más grande que sus propias limitaciones y que las virtudes ajenas: determinado, intenso, goleador, ganador, inalcanzable.
* Ocho: desmintió la célebre premisa de que todo campeón dispone de un 1.259 operativo, el 1, el 2, el 5 y el 9: de un buen arquero, un buen central, un buen patrón en el medio campo y un buen goleador: salvo el último casillero, ocupado de gran forma por Darío Benedetto y Walter Bou, los demás dejaron que desear. Boca cambió tres arqueros sin que ninguno haya brindado seguridad (Guillermo Sara, Axel Werner y Agustín Rossi), Santiago Vergini promovió más inquietudes que seguridad y entre que Gago se lesionó y Wilmar Barrios estuvo menos en la cancha que en el banco, también faltó el 5 de hierro.
* Nueve: un mérito esencial, del que no dispusieron los demás 29 equipos, es el de haber ganado la mayoría de los partidos «ganables» y cuatro de cinco de los clásicos, de los «perdibles»: a San Lorenzo, Racing, River en el Monumental e Independiente cuando las papas quemaban.
* Diez: elemental, Watson, un Boca de números inapelables. Ha sido el que más veces ganó, el que menos veces perdió, el que más goles convirtió y el que más puntos sumó.