Como en los 90, la gente se agolpó en los bares y cafés céntricos. Muchos lo vieron desde afuera y los simpatizantes de Boca terminaron celebrando en plaza Centenario
Grupos de jóvenes enfundados con banderas y camisetas de sus equipos, caminando por las calles céntricas, en busca de un lugar cómodo. Bares y cafés trabajando más de lo habitual un domingo. Gritos de cancha frente al pocillo o al vaso de cerveza puesto en la mesa. La mirada en la TV. Gente sin poder consumir que se pega en una vidriera. Otros más allá que llegan con la portátil en la oreja y dicen: “Vine de tal lugar y está lleno, veo por acá”.
Sí, señores, volvió el codificado, el fútbol pago, el fútbol que no es para todos, entonces la imagen que se vivió en el primer superclásico bajo esa modalidad rememoró a los 90, cuando hasta el Teatro Verdi abrió en su momento para que se vea el regreso de Maradona a Boca.
El caso es que estamos en 2017, en tiempos de la tecnología evolucionada, pero la economía no parece acompañar semejante evolución, según se visualiza en la calle.
En una recorrida por el centro quedaba claro que eran varios los que la vieron desde afuera, sin poder entrar a comprar siquiera un cortado.
No obstante, era tanta la expectativa por el superclásico que desafiaron el calor de la tarde para quedarse paradito en la vereda, con la ñata contra el vidrio.
Estuvieron también los que trataron de engañar al sistema y, por intermedio de Facebook o desde YouTube o por cualquier medio desde la “compu”, pudieron ver algo del partido.
“Acá se ve bien, solo que el sonido llega después que la imagen”, contaba uno, que encontró una opción desde la web.
Cada cual a su manera vivió el partido más importante del país, aunque finalmente fueron los de Boca los que salieron a festejar por las calles céntricas.
Filas de autos con banderas se fueron presentando uno a uno en plaza Centenario, “capital de los festejos” de los futboleros, donde más de 300 personas desataron la euforia.
Los de River, tristes por otro golpe al corazón, debieron llamar rápido al mozo para pagar el “trago amargo” y volver a casa, mientras un laburante cincuentón se quejó por otra cuestión que dejó a varios pensando: “Hasta esto tenemos que padecer con el codificado, que ahora ya ni siquiera podamos disfrutar este espectáculo en familia y en casa”.