Pasar de los libros al trato con el paciente no es una tarea sencilla para los recién recibidos. Eso, sumado a los prejuicios a los que se tienen que enfrentar por su juventud, lejos de asustarlos los llena de fuerzas para llevar adelante su profesión con corazón y vocación
Tras muchos años de intenso estudio, de libros interminables, semanas llenas de difíciles exámenes, prácticas y muchas noches en vela, se convirtieron en médicos. Jóvenes con capacidad de servicio, con la fuerza y las ganas de trabajar para aliviar el sufrimiento de las personas y la certeza de haber elegido el camino profesional que los hace felices, aunque eso implique ser «médico las 24 horas».
Dicen que la vocación médica se tiene o no se tiene. La vocación es, según el diccionario, la inclinación natural o interés que una persona siente en su interior para dedicarse a una determinada forma de vida o un determinado trabajo y ser médicos engloba estos aspectos de la definición.
Pero hay un momento en que tienen que dejar de ser estudiantes para convertirse en profesionales. No es lo mismo estudiar y sacarse buenas notas, que el día a día en un hospital.
«Yo me recibí hace muy poco. Cuando terminé la carrera sentía mucho miedo. Salir de la burbuja de estudiante y pasar a ser profesional, es uno de los cambios más grandes para la vida de una persona. Todo es nuevo y uno empieza a hacer lo que sólo veía en los libros. En el caso de la medicina, se le agrega el factor de que uno trabaja con personas y eso genera el miedo de que cualquier error que se pueda cometer, condiciona el estado de salud de alguien», expresó la doctora Julia Coschica, de 24 años, en conversación con EL DIARIO.
Para los nuevos doctores es muy importante ser conscientes de la confianza que está brindando una persona cuando elije un médico: «La gente busca al médico para resolver una cuestión propia, que escapa de sus conocimientos, cualquiera que va al médico a hacerse revisar está realizando un acto de amor propio, y lo deja en manos de los profesionales de la salud. Eso generaba en mí muchas incertidumbres antes de recibirme, no sabía si estaba preparada para enfrentarme con esa presión», expresó la doctora que trabaja en el Sanatorio Cruz Azul, la Clínica de la Familia III y en el Hospital Municipal de Villa Nueva.
Miedos y prejuicios
Todos coinciden en que el desafío más grande fue poder llevar a la práctica todo aquello que habían estudiado.
«Cuando empecé a trabajar todos esos miedos salieron a la luz, cada vez que atendía a un paciente me quedaba dudando si había hecho las cosas bien o me había equivocado con los tratamientos. Siempre consultaba a mis amigos médicos, algunos con más experiencia que otros, antes de hacer cualquier cosa. A medida que va pasando el tiempo, me voy sintiendo, de a poco, cada vez más cómoda; pero, por supuesto, todavía me falta muchísimo por aprender. Los miedos y las inseguridades siguen estando, pero ahora encaro las cosas de otra manera», afirmó Coschica.
«El primer desafío es perder el miedo a atender. La universidad no te prepara para ejercer, te da la parte teórica. Después hay que luchar contra los prejuicios de la gente, que te ve joven y más siendo mujer, creen que no sabés nada. Muchas veces piden por otro médico o te preguntan ‘si no hay un médico de verdad’, eso lo dicen mucho», afirma Melisa Planas, médica del Cruz Azul.
Es un gran desafío dejar de ver los síntomas de forma aislada y comprender que todo forma parte de un mismo organismo en funcionamiento: «Es muy diferente lo teórico y lo práctico. Tuvimos que aprender a ver al paciente como un todo y saber descifrar y conocer qué está pasando con él y aplicarle el tratamiento, que no necesariamente es médico, sino saber qué es lo que está necesitando», explicó Sol Gómez Rodrigo, médica de Guardia en el Hospital de Villa Nueva, quien cumplió 26 hace muy poco tiempo.
«Cuando empecé a trabajar pensé que iba a ser más difícil entrar porque uno también tiene ese prejuicio de ser chica, pero todo lo contrario. En todos los lugares donde trabajé siempre estuve muy bien respaldada, tanto por los colegas como por el resto del personal», agregó Planas.
Pero también los desafíos las llevan a buscar superarse día a día: «Mi mayor miedo es no saber, es equivocarme, siempre. Pero eso lo respeto y espero seguir teniéndolo porque eso es lo que me hace día a día perfeccionarme, todo el tiempo quiero saber más, nunca me quedo con la duda, entonces eso me hace mejorar día a día y ser cautelosa a la hora de trabajar», expresó Gómez Rodrigo.
Público y privado
«Yo trabajo tanto en el sector público como privado. La salud pública está organizada desde el punto de vista solidario, siempre se intenta buscar la forma de que el paciente pueda recibir las mismas soluciones que en la salud privada. Aunque lamentablemente muchas veces no se cuenta con la tecnología y los insumos suficientes para realizar métodos de diagnóstico o tratamientos complejos», manifestó Coschica.
«La salud hoy tiene muchos problemas, deficiencias. Hay cosas que se pueden solucionar, pero visto desde el ámbito público se está con una sobrepoblación, entonces se dan turnos a largo plazo, lo que trae complicaciones», afirma Planas.
«Estoy muy orgullosa del sector público y me encanta, es donde más me gusta trabajar. Espero que jamás cambie, sólo para mejor, siempre hay cosas que mejorar. Pero hoy si vas a un hospital público en Argentina siempre vas a ser atendido. Tal vez hay demoras por la gran demanda, pero en Guardia siempre vas a ser atendido de la mejor manera posible. Es verdad la falta de insumos, pero siempre hay buena predisposición para solucionar los problemas de los pacientes, se atiende cualquier demanda», aseguró Gómez Rodrigo.
Con respecto al sector privado, afirman que la complejidad necesaria en algunas ocasiones esta más a mano, pero el problema radica en la parte administrativa, con respecto a las obras sociales y prepagas, que muchas veces demoran algunas cuestiones.
Conociendo a los pacientes
La gran cantidad de pacientes que esperan ser atendidos, genera una gran demanda de médicos: «En este momento se necesita mucho personal de salud. Yo me recibí y empecé a trabajar mucho, por suerte para mí. Pero eso refleja que hacen falta médicos, principalmente para cubrir turnos de guardias de 24 horas. Porque trabajar un día entero es físico y mentalmente agotador, por más que uno haga lo que le gusta».
«Uno de los problemas con los que me enfrento es que muchas veces los pacientes no terminan de entender el cansancio físico y mental que esto puede generar; tampoco está claro en la sociedad la utilidad de una guardia de urgencias y emergencias médicas. Eso algunas veces genera roces en la relación médico-paciente, en las cuales el paciente se siente desatendido o menospreciado, cuando realmente el único problema es que no sabe que su dolencia no se trata de un problema para resolver por guardia en una sola consulta, sino que necesita de un seguimiento por consultorio externo», explica Coschica.
«Muchas veces una persona empieza a controlarse y terminan optando por abandonar el tratamiento porque tienen que realizar trámites engorrosos, realizar múltiples consultas, primero para la solicitud de métodos complementarios, luego la realización de esos métodos y después volver a consultar con el médico para que se comience el tratamiento pertinente y posibles derivaciones a especialistas. Y mientras tanto el paciente continúa con su dolencia.
Eso hace que muchas veces los pacientes prefieran hacer una consulta de guardia y que se gasten recursos necesarios para las verdaderas urgencias y emergencias que deberían atenderse», detalló.
Amor por la profesión
«No tenía muchas expectativas de cómo iba a ser trabajar, pero sí tenía muy clara la idea de cómo quería ser como médica y lo estoy pudiendo cumplir, de a poco. Escuchar al paciente y tener claro que el paciente no es sólo síntomas y que a lo mejor sólo necesitan hablar, ser escuchados. A veces no son problemas físicos y yo quería poder pasar un tiempo con el paciente, charlar, verlo como un todo. Pero muchas veces cuesta porque no hay tiempo y hay mucha demanda», expresa Gómez Rodrigo, quien se mudó desde San Juan a Córdoba para poder estudiar esta carrera.
«Más allá de las dificultades que puedan llegar a presentarse en la labor que ejercito, no hay nada como la satisfacción de saber que los pacientes mejoran su calidad de vida por realizar una consulta y comenzar con un tratamiento. Me encanta lo que hago y no me imagino haciendo otra cosa», finalizó Coschica, dejando una frase que resume lo que sienten estas nuevas médicas y muchos más de su generación.