Escribe: Dr. Fernando Beltramone
Especialista en Ginecología y Fertilidad
La dispareunia, o dolor en la zona genital durante la relación sexual en la mujer, es un trastorno a menudo subdiagnosticado, que no siempre se comenta más allá de la pareja.
Las estadísticas indican que entre un 12% y un 21% de las mujeres adultas padecen este trastorno pero, como decimos, al ser algo que tal vez puede causar vergüenza consultar, miles de mujeres sufren en silencio, lo que no sólo les roba la plenitud sexual sino que también puede condicionarlas en términos de autoestima, y generar conflictos concretos en la pareja; por eso el problema tiene connotaciones que van mucho más allá de lo físico.
Si bien gran número de estos casos son por condicionamientos de índole psicológica, algunos pueden deberse a situaciones o trastornos físicos, y merecen atención y tratamiento médico.
¿Es normal padecer dolores durante la relación sexual?
Las primeras relaciones sexuales en la mujer pueden ocasionar dolor, debido a la rotura del himen y la tensión previa por lo desconocido. Pero superada esta instancia, si el dolor permanece se debe realizar una evaluación médica, especialmente si éste es persistente.
Es importante entender que la vagina es un órgano muy elástico (permite el pasaje fetal durante el parto), por lo tanto el tamaño del pene muy raramente puede causar dolor, por lo que el sentir dolor durante la relación sexual es una señal de que algo anda mal.
El dolor puede ir desde una vulvodinia (dolor vulvar) hasta una dispareunia profunda (dolor abdominal bajo durante la penetración). Por lo general, el problema se vuelve claramente manifiesto cuando la mujer necesita suspender una relación sexual por no poder soportar el dolor. Y esto puede dar pie a otra serie de conflictos posteriores.
Causas frecuentes
Una de las causas más comunes del dolor durante la relación sexual, y que no reviste gravedad, es la falta de lubricación. Esta puede deberse a numerosos factores, entre ellos:
-Tener relaciones sin juego previo, que no da tiempo suficiente a que la vagina se lubrique.
-Uso de anticonceptivos, que pueden disminuir el flujo vaginal.
-Sequedad real vaginal, como en la transición menopáusica o la ya menopausia.
En general los lubricantes comerciales solucionan con bastante efectividad estos casos.
Pero hay otra serie de causas que tienen que ver con trastornos médicos reales, y estos son los que debemos atender sin dilaciones. Los más comunes son:
-Vaginitis. Es la colonización vaginal por microorganismos distintos a la flora nativa, acompañada de inflamación.
-Cistitis intersticiales (patología menos frecuente). Inflamaciones de la vejiga sin necesariamente haber infección, de difícil diagnóstico y tratamiento.
-Inflamación de las trompas (salpingitis), por lo general causadas por gonorrea o chlamydias.
-Miomas (fibromas) uterinos, que están en contacto con la cúpula de la vagina
-Dispareunia posparto. No es infrecuente. Consiste en dolor en las relaciones sexuales luego del parto, a menudo con sequedad vaginal.
Pero hay dos patologías que merecen especial atención. Estas son:
1- Presencia de adherencias. Esto se da en general luego de algunas cirugías o luego de infecciones de las trompas no resueltas. Estas traccionan los órganos adyacentes que están adheridos al útero, y generan un intenso dolor en la penetración profunda.
2- Endometriosis. Es la presencia de focos de endometrio fuera del útero, que suelen causar dolor e inflamación y, en estadíos avanzados, una infiltración de los nervios pelvianos que profundiza más el dolor.
Lo más peligroso es que estas dos patologías, además de dolor intenso que dificultan marcadamente cualquier tipo de relación íntima, pueden ser causantes de infertilidad.
Pero al margen de todas las causas anteriormente expuestas, la dispareunia puede ser generada también por causas funcionales, lo que médicamente conocemos como “vaginismo”. Este trastorno -antes llamado “frigidez”-, obedece a una contracción involuntaria de los músculos del piso pelviano antes o durante la penetración, que origina relaciones dolorosas, a tal punto que algunas pacientes se abstienen de tener relaciones sexuales por el dolor. El origen de esto es variado, pero en general se relaciona con situaciones traumáticas del pasado que de alguna manera asocian el sexo con el dolor.
Tratamiento
Cada caso en particular debe ser evaluado y diagnosticado correctamente, para tratar el problema que lo origina. Los tratamientos varían según la causa, en general con antibióticos para vaginitis y salpingitis, soluciones quirúrgicas para miomas, adherencias y endometriosis, y psicoterapia o terapia sexual para el vaginismo.
La buena noticia es que todo tiene solución. En rigor son contadas las situaciones en las que las soluciones no alcanzan para devolver una vida sexual plena. Sólo se trata de acudir a un profesional en la material y someterse al tratamiento o procedimiento recomendado, después de una correcta valoración de la situación médica del paciente.
No olvidemos que cuando el dolor se vuelve frecuente, o afecta la vida sexual de la mujer, es hora de consultar de inmediato.
Controles necesarios
Al margen de la presencia o no de dolor durante la relación sexual, es importante realizar anualmente todos los controles ginecológicos, es decir la prueba de Papanicolau, estudios mamarios y ecografía transvaginal. En principio no hace falta ningún otro procedimiento para detectar posibles anomalías, y sólo se debe consultar específicamente si el dolor aparece.
Por último, es importante saber que la vida sexual es parte central de la salud. Se debe hablar de ella como de cualquier otro aspecto de la vida, y los trastornos sexuales merecen atención y solución, ya que una mala vida sexual suele originar depresión o conductas más agresivas, originando conflictos en la relación social cotidiana. El disfrute sexual es un derecho de cualquiera y se le debe dar la importancia que merece.