Hace dos años que Rubén “Lalo” Rivera se encarga del mantenimiento de la mítica laguna de Ballesteros. Habló de las antiguas leyendas que la rodean, de los 43 años que lleva viviendo en sus orillas y del esplendor del predio desde que fuera declarado “parque natural” por la actual Intendencia
Vestido de fajina y con una máscara, “Lalo” se parece más a un astronauta que a un empleado municipal. Sólo que su “Apolo Once” es una máquina de cortar el pasto que jamás bordeó el mar de la tranquilidad, pero que, en cambio, se conoce de memoria cada gramilla de una laguna que podría ser de otro mundo. La otra diferencia entre la vida de Lalo y la de un astronauta lunar, es que su casa no dista a 300 mil kilómetros, sino que está cruzando la orilla, esa vivienda azul que habita con su mamá al lado de otra más antigua donde nació. “Siempre viví en El Pozanjón, y en todo este tiempo lo he visto inundando o casi desaparecido por la falta de lluvia, lleno de yuyos o con el pasto bien cortado, hecho un barrial o impecable como un jardín. Pero nunca lo vi seco. Porque según dicen esta laguna no se puede secar jamás”.
-¿Por la leyenda del “ojo de mar”?
-No sé si es por eso, pero siempre me pareció raro que en tiempos de sequía la laguna no hubiera desaparecido. Además, siempre tuvo peces.
-¿Los tiene en la actualidad?
-¡Claro! Mojarras, bagres, palometas, dientudos, monchuelos, anguilas, armaditos. Por suerte desde hace cuatro años y cuando la Intendencia lo empezó a cuidar, ya no dejan pescar ni cazar. Por eso hay tantos bichos.
-Pero en un tiempo casi se extinguieron.
-Eso pasó hace como quince años, cuando en los galpones había una fábrica de chocolate que tiraba todo el suero al agua. Y entonces los bichos se empezaron a morir. Un día vino la Municipalidad y sacó paladas enteras de peces muertos. Pero los que sobrevivieron se empezaron a reproducir y por eso ahora hay de todo.
-Hasta hay un yacaré, según dicen.
-Sí, claro. El yacaré vive en la isla y vino con la última inundación de hace tres años. Muchos preguntan si no es peligroso y yo les digo que no, que el yacaré es como un perro y si lo molestás te va a morder. Pero el bicho no se mete con la gente. A veces estoy cortando el pasto en la orilla y él se pone a nadar al lado mío. Le puse de nombre Rubén, así que se llama como yo (risas).
-¿Y qué tamaño tiene?
-Así -dice “Lalo”, abriendo los brazos en cruz, como si abrazara una mesa-, como de un metro. El otro día vino el “Negro” Heredia y le sacó una foto para un diario. Ahora no se asoma porque está nublado, pero apenas sale el sol se mete al agua a buscar comida.
Antes y después
-¿Cambió mucho El Pozanjón desde que lo mantienen?
-Parece otro lugar. Antes era como una selva y ahora los fines de semana vienen las familias con los chicos, toman mate, comen torta, andan en kayak. Eso hubiera sido impensado cuando yo era chico. Como vivo en la orilla, estoy cuidándolo siempre. Corto el pasto, cuido que no rompan nada, junto la basura. Este es un lugar especial para que la gente aprenda a cuidar la naturaleza.
-¿Y viene gente de afuera?
-El otro día vinieron a ver si todavía estaba el “ojo de mar”. Cuando me preguntaron les dije que hace mucho que no existe. Yo tengo 43 años y aprendí a nadar acá, pero nunca vi nada raro.
-¿Creés que existió alguna vez el famoso “ojo de mar”?
-Mi viejo me decía que sí, y a su vez a él se lo había dicho mi abuelo. Decía que una vez se habían caído unas carretas que nunca salieron a flote, que habían tirado vagonadas de piedras para taparlo y que no pudieron porque el fondo chupó las piedras. Y también que una vez se habían bajado unos buzos y no llegaron nunca a tocar el fondo. Y si esto fuera una laguna, tendría que tener un fondo ¿no?
-Ustedes solían tener vacas y caballos aquí.
-Sí, cuando yo era chico los animales se cruzaban a comer del otro lado y se enterraban como sopapa. Tenías que traer una grúa para sacarlos, porque si no se acalambraban y se morían en el barro. Eso ya no pasa.
-¿Te ves viviendo acá toda la vida?
-Sí, claro. Acá nací y acá voy a seguir estando. Además de ser mi casa, El Pozanjón es uno de los sitios más lindos del mundo.
Iván Wielikosielek