Servicio Penitenciario de Córdoba – Las prisiones de la provincia y una realidad de la que pocos quieren hablar
Villa María, Bouwer, Cruz del Eje, son tres de las prisiones en donde, aseguran, la salud de los internos no es una prioridad para los guardias ni la Justicia
El mismo día en que la edil Verónica Navarro dio a conocer que se encuentra trabajando en un proyecto de resolución que atiende al pedido de un grupo de vecinos para trasladar la cárcel local y separarla en dos edificios (uno en la zona de Sanabria o Las Mojarras, para alojar a presos con condenas largas, y otro en la estancia Yucat, para quienes estén cerca de ser liberados), la situación de la compleja realidad del servicio penitenciario fue abordada por la cordobesa Adriana Revol, en un artículo publicado el jueves pasado en su muro de Facebook, titulado “La salud en las cárceles de Córdoba”. El texto profundiza sobre esa problemática que no le es ajena a ningún penal de la provincia, incluido el Establecimiento Penitenciario Nº 5 ubicado en el barrio Belgrano de esta ciudad.
Nos hacemos eco de las reflexiones de Revol y las ponemos a consideración de los lectores:
“La salud dentro de las cárceles de Córdoba está en estado de coma. Es deficiente o inexistente. La mala alimentación trae aparejado problemas de salud, y la falta de una adecuada atención médica la agrava. Las violaciones a los derechos humanos no paran. El Gobierno de la provincia y el Poder Judicial niegan la realidad y permiten esta situación. Vivir en un espacio digno es lo más importante para la salud. Acceder a una buena alimentación y buenas condiciones sanitarias.
Permanecer durante años viviendo en un baño, tener que comer a pocos centímetros del inodoro. Muchas veces falta el agua. Esperar los elementos de higiene, personal y del ambiente, de la familia (no solo la alimentación provee la familia). Vivir con una constante invasión de plagas, chinches, cucarachas y ratas (epidemia en Bouwer). La falta de medicamentos, también los acerca la familia, cuando puede. Los medicamentos que nunca le faltan al Estado son los psicofármacos. Todo esto colabora para que las personas enfermen. Cuando recurren a Enfermería, faltan insumos, medicación, aparatología, especialidades. Muchas veces quien los atiende es el enfermero. El odontólogo solo saca dientes, y el oculista receta anteojos que después las personas no consiguen que el servicio penitenciario les brinde.
Que las personas con diabetes lleguen a quedar ciegas, o vayan perdiendo miembros de su cuerpo, como sus dedos, pies, piernas, describe la política del Estado.
La tuberculosis y el hacinamiento son combinaciones que solo producen epidemias en las cárceles. Solo se ve la ausencia de políticas de salud, salvo que ésta sea la intención del Estado.
Solo en junio ocurrieron hechos gravísimos.
En Villa María, un preso que comenzó con un dolor de muelas hace más de un mes, no logró un tratamiento adecuado a pesar de sus reclamos. El servicio penitenciario prefirió ignorarlo. Cuando lo trasladaron al Hospital Pasteur quedó internado en terapia, por una infección generalizada.
En Cruz del Eje, Daniel estuvo internado más de veinte días en grave estado, el diagnóstico que brindaba el servicio penitenciario era de neumonía. Cuando se decidieron a consultar con algún especialista, el pibe terminó internado en terapia intensiva del Hospital Rawson con tuberculosis.
También en Cruz del Eje, una persona a la cual el servicio penitenciario le había quebrado dos dedos de la mano, en Bouwer, fue trasladada a la prisión del norte porque osó denunciarlos penalmente. Una vez allí, el espíritu de complicidad de la fuerza de seguridad, se vengó quebrándole tres dedos más. Esta persona todavía espera asistencia médica, no puede utilizar su mano, y el dolor es intenso.
En Bouwer, en los calabozos del MX2 (módulo de máxima seguridad), Marco acudió, en última instancia, a una huelga de hambre para lograr que las autoridades se tomaran más en serio sus condiciones de salud. El tiene una prótesis en la columna, que por falta de cuidados ha quedado casi expuesta. Ni calmantes consigue.
Quienes tienen patologías cardíacas también corren el riesgo de la pena de muerte. Como es el caso de José Nicasio Torres, quien, en marzo, se desvaneció en la cancha de fútbol, y perdió su vida porque no había ambulancia en la cárcel de Cruz del Eje.
Todavía esperamos que se expida el Juzgado de Control 8, donde en diciembre presentamos un hábeas corpus con las mujeres de un pabellón de Bouwer. El Poder Judicial hace oídos sordos a todos los reclamos.
Bueno… si alguien muere, seguro va ha ser de un paro cardiorrespiratorio, como dicen cuando quieren lavarse las manos”.
Adriana Revol