Escribe Juan José Coronell
En Formosa, detrás del arco, sobre la ruta 81, unos 500 hinchas de Talleres, entre ellos uno que viajó en bicicleta hasta allí y captó la atención de los medios provinciales y nacionales. Y en Córdoba media ciudad en vilo, casi que pareció un feriado, sin mucha actividad ni gente en las calles. Para la mitad de la ciudad, el tiempo se detuvo. Lo mismo en Villa María, en la filial que cuenta con “Cartucho”, todo un personaje. Absolutamente todos antes y durante, rezándole a todo tipo de dioses, para que el padecimiento se corte, para que no pase lo de 2014, con dos finales perdidas en un mes.
Y porque no querían que los carcomiera la ansiedad y los nervios del pasado domingo 18, en el Día de la Madre, cuando esa victoria resultó un parto. Y ellos, los 55 mil que estaban en la cancha, y los que estaban en sus casas ante cada gol en Villa Ramallo, se miraban y pensaban “¿cuánto más hay que aguantar?”
Nerviosos, acelerados, igual en la cancha que en las casas, la primera explosión la vivieron cerca de los ‘40 del primer tiempo. Pero no por Talleres, sino por San Martín de Tucumán que le ganaba a Defensores de Belgrano de Villa Ramallo. Pero si sos de Talleres, el sufrimiento lo vivís de cerca, lo padecés mucho, y más cuando a los pocos minutos empatan en la otra cancha.
En el entretiempo, en la zona del Patio Olmos, la Policía iba llegando y se cruzaba con los ansiosos que querían que el Olmos, se transformara en el Pa“T”io.
Chau al Federal
En Formosa, un cielo imponente, despejado y caluroso. En Córdoba la lluvia. Todos empapados en las camisetas y en los ojos. Como en Villa María Gustavo, que pertenece a la filial.
Gustavo es “Cartucho”, un villamariense que vivió 15 años en Chaco y al volver fue adoptado no por Córdoba, sino por este amor por Talleres, gracias a un amigo que lo llevó de adolescente a la cancha y desde ahí las iniciales CAT están tatuadas en su brazo.
A Formosa no pudo ir, pero sí viajó a Tandil el año pasado cuando no se pudo ascender frente a Unión de Mar del Plata. Las vivió a todas y lo siguió en todas. En los mejores momentos del club, y en este ascenso desde una categoría que a Talleres le queda muy chica. Fue gastando, como su apodo lo dice, muchos cartuchos en estos tiempos por su amor albiazul.
Pero quedaba uno… El más importante. El de la vuelta. Y de golpe se usó, se gritó, se despertó la ciudad en Córdoba, en Villa María y donde hubiese alguien de Talleres. A los ‘10 , sí. Sí… Talleres. ¡Sí! Goool… Y la explosión de quienes estaban mirando la pantalla gigante ubicada arriba del arzobispado. Y las primeras bombas, y los primeros abrazos… Y los primeros desahogos, las heridas que se curan, las lágrimas que se mezclan. Y el festejo de Victorio Ramis, y el nombre más justo para este martes de fiesta.
A los ‘40 del segundo tiempo, casi como una metáfora, el Sol de América no fue el rival, sino el que se posó en Córdoba. El brillo eliminó la tormenta. El resumen del año de Talleres, de los últimos tiempos, de los hinchas de la T, que llegaban en una marea interminable al centro. Que están felices, como Juan Pablo que en su bandera afirma que “Los grandes siempre vuelven”, como los que se mojan en la Fuente del Perdón, como pidiendo disculpas por tanta locura…
El 27 de octubre quedará en la historia y en la memoria, de los miles en Córdoba, que se resumían en la “pequeña” muestra en Formosa, y en la emoción y felicidad de Gustavo. El, que sabe que siempre, siempre, por Talleres hay cartuchos de sobra.