Escribe Pepo Garay ESPECIAL PARA EL DIARIO
Capital y referente cultural del emblemático Estado de Baviera, la ciudad sobresale con sus muchos edificios de perfil medieval y espacios verdes extraordinarios. La cerveza, otra de sus muchas armas de seducción
Ubicada en el suroeste de Alemania, Múnich presenta galones más que considerables a la hora de convocar al viajero. Sin la fama de su coterránea Berlín, o de su vecina Núremberg, la capital del Estado de Baviera disfruta no obstante de una serie de atractivos que ya los quisieran otras urbes europeas. Entre ellos, sobresalen diversidad de edificios históricos, áreas henchidas de verdes y sabor a pradera (uno de ellos, como ya se verá, hasta invita a “navegar” por su río) y la cultura propia de esta región emblemática, famosa, por ejemplo, por su cerveza y su respectiva “Oktoberfest” (la original y más grande fiesta de la cerveza del mundo que, como su nombre lo indica, tiene lugar durante el mes de octubre, reuniendo en cada edición a cientos de miles de personas de los cinco continentes).
Marienplatz y su entorno
La médula del asunto descansa en Marienplatz. La plaza (entendiendo plaza según el concepto del viejo continente: espacio abierto de cemento, rodeado de construcciones históricas de singular belleza), es el punto de partida para cualquier recorrido por la tercera urbe del país.
Allí, se despliega un movimiento constante pero medido (tan alemana la costumbre) que invita a la contemplación sin apuros ni preocupaciones. Lo cuentan las mesitas con sombrillas impolutas, donde el escenario circundante, gótico y maravillosamente europeo, se consume con enorme placer. Lo mismo que la cerveza helada (de acuerdo a los paisanos la más rica del planeta), y la deliciosa salchicha con chucrut y puré de manzana (el equivalente a milanesas con papas fritas de tierras gauchas).
Gótico y maravillosamente europeo, decíamos, porque la arquitectura de los cuatro costados lo grita con fuerza. Un arsenal de obras entre las que se destacan el Altes Rathaus (Antiguo Ayuntamiento de Múnich, nacido allá por el siglo XVI), la Mariensäule (o Columna de Santa María, erigida en el corazón de la plaza desde el año 1638), la fuente Fischbrunnen y el Neues Rathaus (Nuevo Ayuntamiento ).
Desde este último (una joya en todo sentido), durante los mediodías y en el cenit de las tardes se luce el famoso carrillón. Virtual desfile musical de figuras de tamaño real, con el que antaño se celebró el fin de la peste, acaecida a principios del siglo XVI. El espectáculo es tan medieval como las pintas mismas de la explanada (ayer sede de mercados populares y torneos de caballeros). Lo mismo que las calles aledañas, virtuosas en más y más inmuebles de carácter gótico y entrañable.
Otros referentes del centro son Odeonsplatz (o plaza del Odeón, con su imponente monumento de Feldherrnhalle y la iglesia de los Teatinos), Karlsplatz (sobresalen en su ceno la antigua muralla de Karlstor, el Palacio de Justicia y la fuente central), las torres Sendlingertor e Isartor y la Catedral de Múnich (apenas uno de los muchos templos cristianos de excelente factura con los que cuenta la metrópoli). El Palacio de Nymphenburg (alejado), en tanto, deslumbra con sus jardines y estilo barroco. El Viktualienmarkt, por su parte, se posiciona como “el” mercado bávaro al aire libre.
Señores parques
En el inspirador paseo por Múnich, queda para el final el apartado de los parques, que en realidad podría haber sido tranquilamente el inicio del relato. Más loas se llevan el Hofgarten (o Jardín de la Corte, de estilo italiano y repleto en bellas construcciones y monumentos), el Olimpiapark (inaugurado para los juegos Olímpicos de 1972) y sobre todo el Englischer Garten.
Conocido por los hispanohablantes como “Jardín inglés”, el Englischer Garten es uno de los pulmones urbanos más grandes del mundo, 400 hectáreas de primores, casi 80 kilómetros de caminos para admirar el follaje, una pagoda china y un teatro griego son apenas algunos de los atributos del lugar.
El mayor, sin embargo, continúa siendo un espectacular río correntoso donde hasta se puede practicar surf. Todo, a pasitos del centro, mientras señoras recatadas caminan al clock del reloj, y hombres de tatuajes y piercing toman sol completamente desnudos. En esas dicotomías, también habita el encanto de Múnich.