Comer. Un hábito del que ninguna criatura heterótrofa se libra; es la forma en la que le aportamos a nuestro cuerpo nutrientes, energía y todo aquello que necesitamos para mantenernos con vida (a excepción de la respiración, que es incluso más vital para nuestra existencia).
Siendo este acto tan básico para nuestras vidas, no sorprende que Internet esté plagado de miles y miles de hipótesis, cada cual mas descabellada que la anterior, sobre qué y cómo deberíamos comer.
Hay rumores, bulos y mitos sobre la comida de los más variopintos: La paleodieta: que propone que comamos como nuestros ancestros del paleolítico (sean cuales sean); La leche y la margarina, que según reza los eruditos de YouTube es terrible para la salud; el agua de mar, que por algún extraño motivo es un nutriente desconocido y ocultado por intereses perversos; pollos con hormonas que dan cáncer; el pescado de la muerte, y por supuesto, la victoria de un cheff contra la comida basura.
A esta larga lista, se ha sumado uno, que poco a poco y de manera discreta ha ganado peso en la sabiduría colectiva de las redes sociales y de la información sin contrastar; alimentado en gran medida por las tendencias actuales, que asocian salud con Naturaleza (y por ende con vegetales y cosas verdes).
Esta nueva moda de volver a las raíces y de abrazar el veganismo, se ha ido alimentando gracias a una extraña hipótesis que cobra fuerza en las redes sociales: “Los seres humanos somos criaturas herbívoras, comer carne, tomar leche o comer huevos es un acto antinatural. La opción vegana es la más saludable porque es para la que estamos diseñados”.
La afirmación, que suena bastante lógica, carece de cualquier tipo de fundamentos, y sólo demuestra un profundo desconocimiento de nuestra anatomía y de nuestra evolución.
Nuestros primos
Es fácil pensar que la nuestra tiene que ser una alimentación vegetariana al observar los hábitos alimenticios de nuestros parientes más cercanos: gorilas y chimpancés.
Solemos pensar que nuestros primos son pacíficos devoradores de frutas, verduras y follaje, pero la verdad es que aunque esto pueda ser cierto para gorilas y orangutanes, los chimpancés incluyen en su dieta insectos, pequeños mamíferos y en ocasiones, otros primates; llegando a experimentar episodios de canibalismo.
Nuestra evolución
Puede que en un principio, nuestros más remotos antecesores abrazaran lo que hoy llamaríamos una dieta vegana. Sin embargo, casi desde que abandonamos los árboles, comenzamos a desarrollar hábitos alimenticios muy oportunistas. Homo erectus, nuestro primer ancestro del género homo no fue nada selectivo a la hora de buscar alimentos. Los restos fósiles indican que fue un gran carroñero, y probablemente un cazador de los que habría que tomar en cuenta.
Homo erectus carroñeando
Está bien, pudo ser una escena habitual en las llanuras africanas, protagonizada por un grupo de homo erectus.
En cuanto a nuestro desarrollo cerebral, no hay duda alguna que la capacidad craneana de nuestra especie está íntimamente ligada al aumento de proteína y grasa animal en nuestra dieta. Aunque no fue el centro de nuestra alimentación, la carne fue crucial para desarrollar cerebros cada vez más y más grandes.
Nuestra anatomía
Todos los herbívoros poseen un depósito de fermentación; un lugar en el que la hierba reposa mientras las bacterias la descomponen. Este depósito se puede observar en todo tipo de animales vegetarianos, incluso en algunos tipos de monos que incluyen follaje en su dieta; nosotros, por el contrario, no poseemos ningún depósito similar, ni siquiera de tipo vestigial.
La ausencia de colmillos prominentes o piezas óseas para cazar es un argumento común usado entre quienes defienden la hipótesis de un hombre vegetariano estricto. La realidad es que el tamaño de nuestros colmillos responde a una reducción del tamaño de nuestra mandíbula. Primates como el gorila tienen grandes colmillos y no son cazadores ni incluyen carne en su dieta.
Nuestros molares y premolares son los típicos de un animal omnívoro, poco especializado y bastante generalista en sus hábitos alimenticio.
Nuestra cultura
La dieta humana responde a los climas y a la disponibilidad de ciertos alimentos; pero todas ellas descienden de cazadores y recolectores muy oportunistas, que sabían explotar los recursos de su entorno.
Que las comunidades vegetarianas sean minoría y casi imposible de enumerar, sólo demuestra que no somos ni fuimos seres vegetarianos.
En conclusión
Nuestra historia es la historia de supervivientes, de gente que ha sabido adaptarse a su entorno, y que ha sabido superar las dificultades. Nuestra evolución, nuestra cultura y nuestra morfología son testigos de cómo un mono herbívoro se convirtió en un talentoso omnívoro, capaz de alimentarse de casi cualquier cosa.
Los argumentos a favor de una dieta vegetariana o vegana pueden ser bastante sólidos en el campo de la ética y del respeto a otros animales, pero inventar historias del tipo “ser vegano es mejor porque somos naturalmente veganos” es desconocer una parte vital de nuestra historia evolutiva.
Por último, más allá de argumentos nutricionales o dietéticos, no debemos olvidar el rol social de la comida, o el simple placer que produce esta actividad. Que encontremos apetitosa la carne, la leche o los huevos es uno más de los argumentos que soportan la dieta variada de la que tantas veces nos han hablado los nutricionistas de verdad, los que hablan con argumentos científicos y respaldados con evidencias.
Fuente: Sierra Norte Digital, Madrid