Escribe Diego Bengoa DE NUESTRA REDACCION
Acababa de bañarse cuando vio por la ventana de su habitación lo que sucedía y observó que se movía el techo. Remarcó que no hubo grandes problemas en la ciudad en la que está, pero que fue “intenso”
“Estaba en casa. Salía de bañarme, me encontraba en mi pieza -ubicada en el segundo piso- y empezó a temblar todo. Veía por la ventana y me di cuenta de lo que estaba sucediendo, los techos se movían”.
El relato pertenece a Madeline Rustichelli, una villamariense estudiante de la licenciatura en Ambiente y Energías Renovables de la Universidad Nacional de Villa María que desde hace casi dos meses se encuentra de intercambio en la Universidad Autónoma del Estado de México, en Toluca, ciudad capital precisamente de ese estado.
En aquella Nación ya vivió los dos terremotos que la sacudieron recientemente.
El martes “justo no había ido a clases a la mañana y tenía a las 15. Dos horas antes ocurrió el terremoto”, describió. “Se movía la puerta, las ventanas, se cortó la electricidad, pero no se cayó nada de las estanterías”, añadió.
Por la interrupción del suministro de energía quedó incomunicada ya que el teléfono celular que posee se conecta solo con WiFi. Cuando volvió la luz se encontró con “un montón de mensajes” de personas preocupadas por su situación y allí confirmó que las clases habían sido suspendidas. En este contexto, en esa jornada no salió de su vivienda.
“Fue todo intenso. Acá mismo en Toluca hubo casas en que las cosas se cayeron, algo que se vio también en los supermercados. Pero no hubo grandes problemas”, explicó a EL DIARIO.
Contó que “algunos edificios viejos en ciudad universitaria quedaron sentidos (en su infraestructura) pero ninguno se cayó”.
Madeline hizo mención al cuadro que se vivió en un edificio de administración de la universidad, de menos de diez pisos, en el que “la gente entraba en pánico, gritaba, pero afortunadamente no pasó nada”.
Durante todo el martes “se escucharon ambulancias y helicópteros, se suspendieron las clases creo que en todas las escuelas y en la universidad desde ese día hasta hoy (por ayer viernes) inclusive”.
Apuntó que esta medida se tomó esencialmente para que los habitantes revisen las condiciones edilicias de sus espacios y también para ayudar, generándose “muchos centros de acopios por todos lados para colaborar con Morelos y Puebla, que fueron epicentros” del fenómeno telúrico.
Aclaró que en Toluca “se sintió mucho” el sismo, pero “no hubo grandes alteraciones, afectados ni heridos”.
Rustichelli resaltó la “muchísima colaboración” de toda la población “en todas las facultades y escuelas, en los centros de acopio, brindando medicamentos, alimentos, productos de higiene”.
“Ya al día siguiente pedían colaboración en todos los centros de acopio para que la gente vaya a separar los elementos y a designarlos, y fueron tantas personas que ya los enviaban a sus casa porque eran muchos”, graficó.
La entrevista recalcó que, como se conoce, justo ese día se cumplía otro aniversario del trágico terremoto ocurrido el 19 de septiembre de 1985.
“Todos los años en los edificios hacen simulacros. El martes lo hicieron a las 11 y a las 13.15 se produjo de verdad. Una de las chicas que vive conmigo trabaja en el edificio de administración de la universidad de Toluca, nos comentó que a las 11 hicieron el simulacro y funcionó todo bien pero cuando sucedió realmente hicieron cualquier cosa, salieron por otras puertas y demás”, reveló.
Además comentó sobre lo vivido por la hermana de una de las chicas que viven con ella, y que trabaja en un décimo piso de un edificio en Reforma, ciudad de México. “Hicieron el simulacro y su cuartel de piso les advirtió que habían hecho todo mal. Ella llamó a un amigo y le dijo que si ocurría algo así hay que ir y tirarse al lado del ascensor y quedarse como una bolita. Dos horas después sucedió y es lo que ella hizo y sus compañeras fueron a su alrededor. Cayeron pedazos de pared, su cabello y ropa quedaron cubiertos de polvillo”, detalló.
“Cuando salió de ahí todas las amigas estaban muy nerviosas, fue caminando durante tres horas hasta su casa, les decían que caminaran lejos de los edificios y vio tres que se derrumbaron. Había mucho olor a gas y tuvo que desviar su ruta común”, relató Madeline.
Hoy México intenta encontrar algo de calma. “Varios de los que vinieron de intercambio tienen miedo. Yo ya pasé dos terremotos. Además en una ocasión nos robaron a siete chicos de intercambio y a uno le pegaron con un arma en la cabeza, le dieron medicamentos y quedó mal del estómago, por lo que sacó pasajes para volverse a Alemania justo el día del terremoto, por lo que no pudo volar”, relató.
Finalmente, ante la consulta de este matutino, dijo que cree que la ciudadanía “ya está adaptada” a convivir con este cuadro. “Una chica me comentaba que desde el jardín les enseñan cómo actuar”, cerró.