“¡Pero si está toda floja, caída y no hay forma de que se levante!”, grita una vieja al contemplar la Torre de Pisa, acaso recordando múltiples y desilusionantes encuentros íntimos con el marido. “Y, pasa que el paisaje tampoco ayuda”, retruca el hombre, rápido de reflejos. Más allá de la septuagenaria batalla dialéctica, se ve que nadie le explicó a la señora que la principal gracia de la célebre construcción radica justamente en ese extraño fenómeno de la inclinación.
Icono de Italia, la torre está ubicada en la ciudad que le da nombre, en la región de Toscana. Allí se planta medio ñeque, sorprendiendo al viajero con un leve declive que hizo desastres en la cabeza de decenas de ingenieros a través de los siglos y llenó los bolsillos de vendedores de llaveros y espantosos delantales de recuerdo que sirven para regalarle a alguien que uno odie mucho.
Así ha sido desde finales del Siglo XII, cuando fue erigida en el medio de una preciosa campiña. Desde entonces, hace las veces de campanario de la catedral lindante, a la que mira desde sus 56 metros de altura, arrogante y con aires de “decile al borracho del cura que deje de perder tiempo cantando canciones de ovejas, que Dios atiende acá arriba”.
Lo cierto es que el problema de la obra fue parcialmente solucionado en años recientes. Para ello, el Gobierno italiano realizó diversas remodelaciones entre los años 1990 y 2001, quedando la torre cerrada al público durante ese lapso. Hoy, la inclinación es de sólo 4 grados, lo que en centígrados equivaldría a la temperatura pectoral del Kun Agüero.
Pero no fueron estos los únicos cambios experimentados por la Torre de Pisa a lo largo de su casi milenaria historia. Mucho tiempo atrás, por ejemplo, se buscó fortalecerla cambiando las piezas originales de mármol de San Giuliano por las de Carrara, extremadamente duras. Casi tanto como la cara de Macri cuando dice “esto lo hacemos para mejorar la vida de la gente” mientras al lado los ministros se tienen que hacer un torniquete en la mandíbula para no recontrarremil cantarse de la risa.