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Estrés infantil: un mal que crece

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Estrés infantil: un mal que crece
Las causas no se vinculan con "cansancio por exceso de obligaciones o tareas" sino más bien a "situaciones traumáticas"

Cefaleas, dolores de panza, prurito y otros malestares generales a repetición pueden ser algunas de las alertas para detectar cuándo un niño sufre de estrés, una enfermedad que aumenta en la población infantil y que, sin embargo, tiene menos diagnóstico del que debería, aseguraron especialistas

Las causas no se vinculan con "cansancio por exceso de obligaciones o tareas" sino más bien a "situaciones traumáticas"
Las causas no se vinculan con «cansancio por exceso de obligaciones o tareas» sino más bien a «situaciones traumáticas»

El estrés infantil es una enfermedad bastante más frecuente de lo que la población, e incluso la comunidad médica, considera. Existe un subdiagnóstico, es decir, se diagnostica menos de lo que se da, y cuando uno enuncia esta situación, se lo subestima o se lo toma como una descripción de la abuela», dijo a Télam el pediatra Eduardo Silvestre.

El médico del Hospital Garrahan, explicó que «cuando el cerebro evalúa que una situación es peligrosa, activa un mecanismo adaptativo para defenderse y esto produce un cambio significativo en todo el organismo que denominamos estrés, es decir, es una alteración orgánica».

«Si bien la enfermedad es la misma que en los adultos, en los niños y adolescentes el estrés presenta distintas características y síntomas inespecíficos que varían según la edad», indicó el pediatra.

Y describió: «En el caso del período de lactancia, los más comunes son la irritabilidad, el llanto inconsolable, los trastornos en la alimentación y en el sueño, la falta de aumento de peso y el espasmo sollozo. Por su parte, en la primera infancia los casos de estrés pueden verse reflejados en problemas de conducta, trastornos gastrointestinales, de alimentación y del sueño».

En la adolescencia Silvestre explicó que «los síntomas más comunes son los trastornos psicoafectivos como la ansiedad o la depresión, trastornos en la conducta alimentaria, cansancio y dolor de cabeza crónico, desmayos periódicos, colon irritable e intolerancia al ejercicio físico».

En este sentido, la médica psiquiatra y psicoanalista infanto-juvenil Liliana Moneta, describió que «los síntomas de estrés no siempre son los mismos, y lo que más sucede es que se exacerba el período madurativo que está transitando, por ejemplo, si estaba tratando de dejar los pañales, va a tardar mucho más».

Sin embargo, Moneta identifica algunas manifestaciones comunes de los niños: «A partir de que hablan, los chicos igual no te van a decir ‘me siento angustiado’, pero sí se presentan dos características en forma repetitiva: dolor de panza y de cabeza», describió.

Según los especialistas, las causas del estrés infantil no se vinculan con «cansancio por exceso de obligaciones o tareas» sino más bien a «situaciones traumáticas».

«Los niños absorben de su entorno social, tanto de sus hogares, como de sus escuelas o de sus barrios. En ese contexto, el hostigamiento entre pares, o bullying como se lo conoce actualmente, está siendo un factor de mucha incidencia en el estrés infantil», describió Moneta.

Por su parte, Silvestre señaló que «una experiencia traumática para un niño puede ser una amplia variedad de situaciones; por supuesto que los abusos y maltrato, pero también puede ser el fallecimiento de un padre o madre, un divorcio y hasta un cambio de escuela».

«Esto -continuó- no implica que todo niño que atraviese una de estas situaciones va a quedar con estrés disfuncional, eso va a depender de muchos factores como la predisposición biológica, del sostenimiento vincular, crianza, es decir, un conjunto de factores biopsicosociales».

El diagnóstico de «estrés» para la familia del niño debe ser explicado cautelosamente: «Muchas veces pasa que la madre llega al consultorio luego de haber visto gastroenterólogos, neurólogos, cardiólogos y que todos le dijeron que el niño no tiene nada», detalló Silvestre.

Y añadió: «Entonces, si uno le dice que tiene estrés puede tomarlo como que uno no le creyó, o bien sentirse responsable, por eso es importante explicar de qué se trata y buscar el origen, porque si no, es pan para hoy y hambre para mañana».

En el mismo sentido, Moneta sostuvo que «a los padres les cuesta mucho aceptar que su hijo pueda tener estrés, y el trabajo no es sólo con los niños sino con las familias».

Finalmente, ambos especialistas coincidieron en la necesidad de que los pediatras estén «más alertas» para realizar el diagnóstico de esta enfermedad.

«Esta es una situación que tiene que atender en primer lugar el pediatra, cuando los padres cuentan que el chico no quiere levantarse, que le duele la panza todos los días o la cabeza, antes de derivar al especialista tiene que hurgar en las causas», concluyó Silvestre.

Fuente: agencia Télam, Buenos Aires