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Favorito de ciclistas y de otras almas sensibles

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Favorito de ciclistas y de otras almas sensibles

El pueblito despliega bondades al sureste del país galo, donde los Alpes toman real fuerza. Paisajes de ensueño, con el mítico Alp de Huez (emblema del Tour de France) y el Parque Nacional de Ecrins

Escribe Pepo Garay
Especial para EL DIARIO

Francia es enteramente bella. Queda clarito en sus praderas sabrosas, en sus mares revolucionarios, en su arquitectura deslumbrante. Pero más en sus montañas, sobre todo las que forman las dos cadenas más legendarias del Viejo Continente: Los Pirineos (al sur, marcando la frontera con España) y los Alpes (al este, aquí definiendo límites con Suiza e Italia). De esta última maravilla nos abrazamos para presentar a Bourg d’Oisans. Un poblado de nombre difícil y maneras fáciles, incansable generador de encanto galo y postales que tienen a los cerros como protagonistas.      

Aquí, en el sureste de la nación europea, en las cercanías de Italia, el juego lleva por nombre caminatas y contacto con la naturaleza. Saltos en parapente y regodeos de aventura. Arquitectura de villa veraniega y centros de esquí para pasarse el invierno entre las laderas. Encuentros con el Parque Nacional de Ecrins y con la inigualable Alp de Huez, montaña insignia de ciclistas y del Tour de France. Y vida, mucha vida al aire libre. Al sol. Al milagro alpino.

En la plenitud de la región Ródano Alpes, para muchos la más bonita de Francia, las vistas son de follaje que trepa y que se encuentra con roca pelada, lunar, infranqueable. La gestal es fantástica, sobre todo cuando incluye casitas tan de estilo y clase media, esos tejados, lo magnifique. Ese es el tono que buscan darle los aldeanos, unos cuatro mil, a lo sumo. Acostumbrados a las labores campesinas, al buen vino y el buen queso sobre una alfombra de césped y margaritas, los paisanos también tienen aprendido que aquí se vive del turismo.

La zona es favorita de holandeses, fundamentalmente aquellos amantes del ciclismo (que, por cierto, son mayoría en el país nórdico). Son los que invaden de naranja los cafetines del centro (una avenida/ruta de entorno en madera) y que llegan de a miles en competencias destinadas exclusivamente para ellos. Solo en Europa se consigue la acuarela, que adquiere su marca indeleble en el Alp de Huez.

Clasiquísimo del mítico Tour de France, la montaña ve pasar ciclistas durante todo el año. Pasionales, salen de la aldea y al poco tiempo empiezan a trepar. En poco menos de 15 kilómetros y 21 curvas de herradura (en “zigzag” o “caracol”), salvan un desnivel de más de mil metros, hasta coronar su esfuerzo con panorámica del valle de Osans, y cumbres eternamente nevadas.

 

No todo es en dos ruedas

Pero no todo es bicicleta en Bourg d’Oisans. Tras nuevo paso por los emprendimientos locales y el delirio a la mesa con fondieu de queso, viene bien visitar la Iglesia de San Lorenzo (estilo románico, siglo XIX) y marcharse a la esencia del paisaje circundante en nueva cuenta.

De ser invierno, la opción ya se dijo: centros de esquí a montones. Para el verano, expediciones a deliciosos pueblos vecinos como Rochetaille, L’Alpe de Venosc, Mont de Lanz o La Fonderie. Estos dos últimos tienen de coequipers a sendos lagos: Lac du Chambon y Lac du Verney, respectivamente. Allí, el agua a los pies y las quebradas al techo, el mundo se vuelve bien de Alpes.

Para darle mayor énfasis al anhelo, conviene meterse de lleno en el Parque Nacional Ecrins. Un coloso de 90 mil hectáreas que alberga casi 100 cumbres que superan los tres mil metros de altura y aproximadamente 40 glaciares. Un universo especial donde sí, adivinó bien el lector, las caminatas de un par de horas, días enteros o incluso semanas se multiplican por decenas.