Carlos Fuentealba fue un docente asesinado en una marcha en la que junto con otros compañeros reclamaban por los derechos laborales, por la libertad y por la profundización de la democracia.
Los mártires superan la propia realidad y la historia, están más allá de las miserias y los arreglos espurios de los sectores de poder. Hoy se cumplen nueve años del asesinato del compañero, y su figura, su temple, sus valores, son ejemplos para todos aquellos que asumen la responsabilidad de representar a sus compañeros para conseguir mejores condiciones de trabajo, para garantizar una educación pública de calidad y de igualdad para todos. Pero también un ejemplo para la sociedad, sedienta de líderes positivos.
Por otro lado, el poder no termina de comprender que matando no se silencia las voces, sino que por el contrario se multiplican y fluyen de ellas expresiones simbólicas de integración, de compañerismo, solidaridad y militancia. Nuestro país ha aprendido del sufrimiento dándole una trascendencia que supera el propio contexto del momento y se convierte en bandera de la recuperación de la ética del trabajo.
El pueblo ha demostrado su fortaleza frente a las injusticias, a las calamidades sociales, a la fuerza despótica y su dignidad en el transcurso de la historia, con la férrea voluntad de hacer: Memoria-Verdad-Justicia, porque sabemos que esas propuestas se convertirán en los paradigmas de “un mundo y de un hombre nuevo”, para cuya construcción muchos compañeros dieron su vida.
Los docentes, cuando hacemos memoria, lo hacemos comprometidos con el pasado y el presente, que exige y compromete a que sea viva, permanente, que se fortalezca y se renueve en el tiempo. Hoy necesitamos que la memoria tenga continuidad en el tiempo y en el fortalecimiento de la democracia y de los valores que sustentan la convivencia.
El ejercicio de la memoria debe dar espacio a Carlos Fuentealba y a todos los compañeros y compañeras que se quedaron en el camino de la lucha social, convirtiéndose en baluartes al sostener la convicción en el camino para defender los derechos de los trabajadores, de la educación y crear las condiciones para superar los conflictos que el Estado y sectores privilegiados imponen por la fuerza, con un modelo político y económico que sumerge en la marginación a todos los que con su trabajo producen la riqueza de bienes físicos, intelectuales y trascendentes.
Hoy no podemos desconocer nuestra historia, hacer como si nada hubiese pasado. Es imprescindible salir del silencio, reclamar por nuestros derechos, por una sociedad más justa, donde se dejen de naturalizar algunas situaciones y se comiencen a complejizar otras.
Hoy tenemos la obligación moral de ser responsables y honestos, de decir con todas las letras que frente al crimen del compañero Fuentealba: el excabo Poblete apretó el gatillo. El exgobernador Sobisch, dio la orden. El primero, actor material del asesinato, fue condenado a prisión perpetua, pero sigue manteniendo los privilegios “de pertenecer” y aún no fue trasladado a una cárcel común. El segundo, actor intelectual y con la responsabilidad política, fue absuelto.
Hoy necesitamos de una educación democrática, donde se aprenda el arte de la convivencia, en una sociedad fragmentada por el dolor, por el sufrimiento, por las injusticias…
“Carlos Fuentealba es un muerto incómodo. Lo sepultan una vez y otra vez y otra y nada. Tengo la sospecha de que esta porfiada resurrección no educará a sus asesinos, que ignoran la decencia y desprecian la docencia. Pero tengo la certeza de que ayudará a confirmar que no hay impunidad que sea eternamente impune”.
Eduardo Galeano
Secretaría de Prensa y Propaganda de UEPC
Departamento San Martín