Entrevista – Derecho a réplica – Tras ser sobreseído, el arquitecto villamariense dialogó con EL DIARIO
Acusado y encarcelado por la supuesta participación en un turbio negocio inmobiliario en la ciudad de Córdoba, el arquitecto villamariense Hugo Gabetta -que no llegó a ser procesado ni juzgado- no solo recuperó la libertad, sino que fue sobreseído en la causa, y la repasó paso a paso con EL DIARIO, que le había dedicado amplios espacios
Sereno, seguro en sus apreciaciones y con necesidad de contar cómo fueron las cosas “porque en esta ciudad está tanto mi historia familiar como mis afectos”, se mostró dispuesto a abordar la cuestión desde los más variados ángulos. La siguiente es una síntesis de la extensa charla que mantuvo con uno de nuestros periodistas.
-Vamos al comienzo. ¿Cómo se vio involucrado en lo que el fiscal Mariano Antuña consideró maniobras fraudulentas?
-Bueno, en 2008 y 2009 yo había proyectado y realizado dos obras que resultaron ser muy importantes: la casa de Oscar Cabalén en el country del Jockey Club (de Córdoba) y un edificio, el Guernica, en equipo con el reconocido Miguel Angel Roca. La primera fue publicada por la prensa especializada en arquitectura y con la segunda ganamos un premio internacional, ya que habíamos plasmado una idea fenomenal donde la construcción simulaba la explosión de una cantera de piedra de la que surgía un diamante, para lo que utilizamos y engarzamos precisamente toneladas de piedra en altura con cristales. En ambas obras conté con el mismo constructor, que también se hizo su fama. Y un día me dijo: “Me largo por mi cuenta”. El, el constructor, es el que me contrata los proyectos para los cuatro edificios que dijo que iba a hacer (en realidad, hizo hasta que se quedó sin plata porque las estructuras están; no es que uno vaya y se encuentre con el pozo). Pero yo no fui director técnico de la obra ni fui el representante técnico ni participé del negocio. Yo hice lo que me pidió y me fui a construir a Punta del Este. Ya no estaba en el país cuando la Justicia comienza a investigar si había vendido no sé cuántas veces algunos de los departamentos.
-¿Quién es el constructor?
-El ingeniero Pablo Salazar.
-¿Sigue preso?
-Sí, al igual que su esposa. Su hija fue liberada.
Un fiscal y… una fiscal
-Antuña lo mandó a detener porque sospechó que usted se equivocaba a propósito en los planos para que Salazar justificara las demoras en la realización de las obras…
-He sido titular de cátedra, ¿cómo le voy a errar en los planos? No quiero polemizar con nadie de la Justicia, pero quiero decir que no se hallaron elementos para procesarme, mucho menos para llevarme a juicio. Y, además, cuando la causa pasó a manos de la fiscal Valeria Ricci, junto a su secretaria, Mónica Barbero, lleyeron todo el expediente y advirtieron no solamente que los planos no estaban mal hechos, sino que habían sido aprobados por la Municipalidad de Córdoba y por el Colegio de Arquitectos.
-¿Antuña se quedó con la idea preconcebida y lo mandó a detener?
-Primero a Salazar, a su esposa y a su hija. Después a mí. Y a esto también lo quiero aclarar: nunca estuve prófugo. Nunca fui notificado. No tenía domicilio en el país. Vivía en Uruguay. Cuando me llegan noticias de todo esto, me puse a derecho.
-¿Cuánto tiempo pasó en la cárcel?
-Un largo tiempo. En la cárcel cualquier período de tiempo es largo. Estuve casi un año, hasta junio del año pasado. Ricci y Barbero se dieron cuenta de que no tenía por qué estar en esa condición y la fiscal ordenó que fuera puesto en libertad y este año fui sobreseído, entonces decidí hablar…
Villa María
-¿Por qué con EL DIARIO?
-Porque ustedes fueron muy duros conmigo. Es decir, informaban, pero con especial énfasis sobre mi persona más que sobre el caso, desde mi punto de vista. Que si pertenecía al jet-set internacional, que si tenía propiedades aquí o allá. Y a esta charla la tomo como un derecho a réplica porque en esta ciudad está tanto mi historia familiar como mis afectos. Sigo sintiendo mucho a Villa María por mi pasado, pero también porque veo que se ha desarrollado, que ha crecido con sus obras y me doy cuenta de que eso me gusta, o sea, hay un sentido de pertenencia… Yo no sé si quienes viven su vida aquí se dan cuenta de la ciudad que tenemos.
La cárcel
-Le pido que volvamos por un momento a la situación de privación de la libertad. ¿Cómo eran sus días en esa situación de encierro?
-Conmigo estaba Jorge Petrone (uno de los más prominentes empresarios de la construcción en la provincia de Córdoba), quien para mí fue una especie de Conde de Montecristo. El me dijo que me lo tomara con sabiduría, como una especie de “máster en relaciones humanas”. Me ayudaron mucho las charlas con él, que es de los tres empresarios de la construcción más importantes que tiene el país. Hablamos de una persona que ha hecho 20 mil viviendas, que le paga los haberes cada mes a 1.500 trabajadores. Me dio fuerzas; entrené no menos de tres horas por día y leí todo lo que me había quedado pendiente de leer con el paso de los años. El sigue ahí, pero pudimos proyectar juntos, imaginar cosas a futuro… Y fue ahí que me di cuenta de que hay tres cosas para las que no estamos diseñados: la primera cosa para la que no estamos diseñados es para perder un hijo. Estamos preparados, en todo caso, para enfrentar una enfermedad propia, para perder a un padre, pero no a un hijo. La segunda cosa para la que no estamos diseñados es para ir a la guerra. Nadie está diseñado para ir a matar o a morir sin saber por qué. Y la tercera cosa para la que no estamos diseñados es para perder la libertad… Estas son cosas que uno las puede hablar, discutir y asumir sobre ellas posturas de manual. Hasta que te pasa. Cuando te pasa, sabés de qué se trata. Lo sabías de manual, pero la realidad no es como está escrita en el manual.
“Absurdo…”
-¿Toma esa experiencia como una injusticia?
-Insisto, no quiero polemizar con funcionarios judiciales, yo quiero contar cómo son las cosas para que la gente saque sus conclusiones. Cuando usted me encarga un proyecto a mí, hay un protocolo a seguir: hacer un plano, la municipalidad que sea te lo aprueba, pagás el derecho de edificación y, a partir de ese momento, el proyectista no es el director técnico. Es como cuando se diseña un automóvil. Pasa por un organismo de seguridad que le controlará los frenos, el airbag; por un organismo de medio ambiente para revisar si sus emisiones son contaminantes; por un organismo de seguridad vial… y recién le dan la autorización para fabricarlo en serie. Por eso es absurdo pensar que una obra se va a realizar con los planos mal hechos… Yo entrego un proyecto y usted es el constructor. Yo no sé si usted lo va a hacer, lo va a vender dos o tres veces… ¿Se entiende?
-Se entiende, ahora…
-Pero déjeme que lo diga de otra manera porque no quiero que queden dudas: si usted va y le compra un Peugeot a Le Parc y a la noche sale a robar con ese auto, ¿qué culpa tiene la concesionaria que le vendió el auto?
La arquitectura
-¿Qué sigue en su vida de ahora en más?
-Construir. Ya estamos construyendo. No voy a usar más hormigón. Voy a tomar todo lo que la tecnología de punta nos ofrece. Actualmente hacemos hasta tres pisos en base a la construcción en seco, con perfiles en “T”, y no se nota que la casa, el edificio, están prefabricados. Tal vez, si surge la posibilidad de hacer una nota para charlar solamente de Arquitectura, lo cuente más en detalle. Lo que sí me parece es que los arquitectos tenemos un compromiso con la tecnología actual y creo que no debemos importar estilos históricos que en su momento fueron vanguardia.
-¿A qué se refiere?
-Y… en el gótico se contruyeron los famosos vitraux. Eso equivale en el año 1.200 a los cristales que usó Steve Jobs en el edificio de Apple, en Nueva York. Es decir, el vitraux era una manera de hacer más grande un vidrio usando plomo para pegar pequeños vidrios. Hoy tenemos hornos que nos permiten hacer enormes cristales de una sola pieza. Por eso es que digo que debemos ser condescendientes con la tecnología del momento. Hoy, lo que en los años 70 eran utopías a construir son construcciones de uso diario.
La charla sigue por otros carriles, se va por las calles de Villa María, en las que se ha reencontrado con el afecto y, de su mano, con los recuerdos. Conforme con haber contado su verdad, a la vuelta de una experiencia tremenda.
El arquitecto Hugo Gabetta también se va por las calles que aprendió de memoria en la niñez y la adolescencia, pensando en construir su futuro.
“A esto también lo quiero aclarar: nunca estuve prófugo. Nunca fui notificado. No tenía domicilio en el país. Vivía en Uruguay. Cuando me llegan noticias de todo esto, me puse a derecho”.
“Por eso es absurdo pensar que una obra se va a realizar con los planos mal hechos… Yo entrego un proyecto y vos sos el constructor. Yo no sé si vos lo vas a hacer, lo vas a vender dos o tres veces…”.
“Si usted va y le compra un Peugeot a Le Parc y a la noche sale a robar un banco con ese auto, ¿qué culpa tiene la concesionaria que le vendió el auto?”.
“Conmigo estaba Jorge Petrone (uno de los más prominentes empresarios de la construcción en la provincia de Córdoba), quien para mí fue una especie de Conde de Montecristo. El me dijo que me lo tomara con sabiduría, como una especie de ‘máster en relaciones humanas’”.