No les importaba que estuvieran en el cruce de bulevar Sarmiento y Mitre, en medio del paso de los autos, más aún, que a esa hora de la medianoche cada conductor debía esquivarlos porque ellos estaban en otro mundo… en su mundo. Uno era más negro que la noche cerrada; el otro, bien overo, de esos naranjas amarronados subidos de tono.

El domingo a la noche, en el límite con el barrio Sarmiento, los dos gatos cruzaron miradas, se pararon frente a frente y ninguno atacó primero.

Dicen que el rojo era valiente, pero el negro, traicionero…

Uno más alto que el otro, parecía imponer su diferencia de contextura, pero el otro, más chico, desafiante, con la osadía de sólo aquellos que quieren disputar el territorio, se mantenía inmutable, como pegado al pavimento.

Dicen que estuvieron eterna media hora y que sólo un desubicado chofer los encaró a matar y se tuvieron que dispersar.

Dicen que llevaron el desafío al último piso de un edificio en construcción para que nada los perturbe… Y que todas las noches todavía cumplen el ritual…

(Un noctámbulo lector nos acercó la foto a nuestra Redacción, sacada por él).