Germán Abdala, trabajador, militante sindical y político de gran estatura intelectual, en diversas ocasiones visitó Villa María. La mayoría de las veces que pisó las calles de esta ciudad, lo hizo por actividades relacionadas con lo gremial. Existen registros de varias de esas estadías incluso, de una de ellas, quedó la filmación de parte de su discurso. Fue durante 1990, cuando era secretario general de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE) de Capital Federal y diputado nacional. Durante 1988 había sido reelecto en el cargo gremial y al año siguiente electo diputado por el Partido Justicialista. Con el paso de los meses, junto a otros compañeros, vio cómo gran parte del peronismo adhirió a la propuesta menemista mediante la cual esa parcialidad política se convirtió al neoliberalismo económico.
En diciembre de 1989, junto a otros siete diputados nacionales, se apartó del bloque oficialista integrando el grupo disidente «de los ocho», también renunció a los cargos partidarios y a la afiliación del Partido Justicialista. No podía acompañar ese movimiento que pasó a levantar las banderas de las privatizaciones, de las relaciones estrechas con el imperialismo, de los indultos para los represores y también la denominada «flexibilización laboral». Esto último no era más que el feroz desmontaje del sistema protectorio de los trabajadores para dejarlos a la intemperie en un ambiente en cual sólo se pensaba en la maximización de los márgenes de ganancia por parte de la patronal. Desde el bloque de diputados justicialistas se repudió la acción de los disidentes tirando sobre ellos la sentencia «Van a comer anchoas en el desierto». Pero Germán y sus compañeros mantuvieron su posición y durante el primer semestre del ´90 recorrieron el país para preparar el Encuentro Nacional de la Militancia que tuvo lugar en Villa María.
En la visita a Villa María que referenciamos, estuvo acompañado por Víctor de Gennaro, con quien compartió la lucha desde la Agrupación Nacional Unidad y Solidaridad de la Asociación Trabajadores del Estado (Anusate) que crearon en 1977. Desde esa organización interna lucharon contra la entreguista burocracia sindical recuperando la conducción de ATE en 1984. Entre otros compañeros valiosos, en aquella oportunidad también acompañó a Germán Oscar «Cacho» Mengarelli, otros de los fundadores de Anusate y Darío Alessandro, quien también integraba el grupo de los ocho diputados nacionales que se plantaron rechazando el giro liberal del justicialismo liderado por Carlos Menem.
Eran tiempos donde el discurso del llamado nuevo liberalismo tenía una inusitada fuerza, de allí la valoración de la posición de los militantes como Abdala que elevaron su voz para denunciar, a la vez que participaron en la fundación de organizaciones que nuclearon a los trabajadores para resistir ese dañino discurso. Ese fue el caso de lo que comenzó a gestarse a principios de los 90, primero en el «Encuentro de Burzaco», luego en el «Congreso de los Trabajadores Argentinos» realizado en Rosario, que terminaría siendo la Central de Trabajadores de la Argentina.
La voz de Germán Abdala resonó fuerte en Villa María, señalando, con claridad, a quienes participaban del acto, que esas verdades, que esas recetas que se proclamaban como verdades absolutas no lo eran. Que sólo se trataba de la palabra de aquellos que querían implantar un modelo social desfavorable para las grandes mayorías. Abdala, un orgullo para el trabajador estatal, desmentía tanto la muerte de las ideologías como eso de «que ya los problemas no son más entre los pobres y los ricos; ya no son más entre los explotados y los explotadores», nada de eso es cierto, decía Abdala quien señaló «hoy aquí en Villa María hemos instalado este grito, donde las ideas no han muerto, nuestra memoria no está pisoteada, nuestro pasado nos da orgullo y nuestro presente es de transformación». Germán inscribía la lucha de los trabajadores en una tradición plagada de valiosos hombres y mujeres de cuyo accionar despierta orgullo. Un pasado que, trabajo militante mediante, debe formar parte de la memoria del conjunto de los trabajadores porque de allí no sólo surgen inspiraciones sino que esclarecen las miradas acerca de la evolución de las problemáticas y las luchas. En aquella oportunidad Abdala dijo «no vamos a permitir que la amnesia de quienes se salvan dentro de esta sociedad nos mansillen, nos olviden…» esa memoria. Llamó a los trabajadores a reconocerse herederos «de todos los héroes, de todos los próceres que lucharon por un país distinto». Entre otros nombró a Jorge Fernando Di Pascuale, dirigente sindical argentino del Sindicato de Farmacia, a John William Cooke y Atilio López, sindicalista que llegó a la vicegobernación de Córdoba y que fue asesinado por la Triple A.
En su discurso en Villa María, como lo hacía habitualmente, Abdala no sólo planteó enorgullecerse del pasado de los trabajadores y ejercer la resistencia, instó a ir por más. Así es que pidió «salir de la resistencia, para poder plantearle, a esta sociedad, que no sólo está el discurso de la derecha para explicar la crisis política. Sino que también, los sectores populares, tenemos una propuesta. Tenemos un planteo para explicar por qué hoy las dirigencias políticas, las dirigencias sociales, forman parte, todas, del mismo esquema de prebenda y de prostitución que han hecho que el conjunto de las masas dejen de creer en que es posible vivir en un país distinto. Este es nuestro compromiso…». Convocó a militar, no sólo a «dar buenos discursos» sino «encontrarnos en cada lugar, en cada barrio, en cada fábrica, en cada escuela, en cada universidad, en cada lugar donde está el pueblo porque nosotros apenas somos una puntita de ese pueblo que murmura, que late y que exige que haya una transformación en el país». Demandaba compromiso militante y ejercía el propio hasta niveles inimaginables. Su palabra pedía ejercer esa militancia para «demostrar que el campo nacional y popular tiene un país que ofrecer…que es capaz de decir qué hacer con la deuda externa, con el comercio exterior, con los mercados, con los grupos económicos».
En su discurso, de corte clasista, Abdala señalaba que los trabajadores no vienen de la nada, que existe una historia del sector de la cual estar orgullosos, que se puede trascender la resistencia y que se debe militar para hacer entender que desde esos sectores se tiene un proyecto de país digno. Este profeta de la ética y la lucha con meridiana claridad supo señalar que «es preferible intentar un camino autónomo, propio, nuestro, que a lo mejor en principio sea tan doloroso como el otro. Pero el final del camino es nuestro, estamos construyendo nuestra nueva sociedad». En aquel discurso desde Villa María cerró diciendo que quería «recordar a este poeta latinoamericano, nuestro, que dijo podrán arrancar mil flores, pero no van a detener la primavera».
La enfermedad nos restó su presencia física, pero las enseñanzas de Abdala continúan iluminando el camino hacia una sociedad digna.