Escribe: Juan Pablo
Quinteros Legislador provincial del FC
Legisladores del Frente Cívico, de la Unión Cívica Radical, del PRO y de Encuentro Vecinal presentamos este martes un proyecto de ley para derogar la Ley provincial 10.110 y todas las normas y disposiciones emanadas de la misma.
Se trata de una norma, modificatoria de la Ley 8.560, por la que se “propiciaba la incorporación del grabado indeleble del número de dominio en diversas partes de la carrocería de vehículos y motovehículos.
En dicha oportunidad, se argumentaba que “la sustracción de automotores y la comercialización de sus partes se ha convertido en uno de los delitos de mayor incidencia en la seguridad de la población”, para lo que se habían tomado en cuenta relevamientos del Centro de Experimentación y Seguridad Vial (CESVI). Dichos estudios indicaban, siempre tomando como referencia los considerandos del -por entonces- proyecto de ley, que “el robo de automóviles se incrementó en todo el país un 17,7%”.
“Según este informe, el interior del país encabeza los índices del crecimiento de robo de vehículos, con el 34,8% de incremento, destacándose las provincias de Córdoba, Santa Fe, Mendoza y Neuquén entre las más afectadas”, se agregaba.
La inconveniencia de los tiempos políticos obligó a demorar la aplicación de este nuevo “impuestazo” a los cordobeses. Hoy, con 6 meses de vigencia, la realidad nos muestra en forma inequívoca la incapacidad de este sistema para cumplir con los objetivos propuestos.
En primer lugar, la propia empresa ha reconocido a distintos medios periodísticos que el grabado “se puede borrar”, lo que dicho de otra manera resulta que no es “indeleble”. En segundo lugar, el carácter obligatorio no corresponde al grabado de autopartes, sino exclusivamente al pago del arancel. En tercer lugar, un informe periodístico el pasado 13 de julio expuso que en lo que va del año se han robado 213 autos.
Es decir, la realidad deja en evidencia que el sistema de “Grabado Indeleble de Dominio Múltiple de Automotores, Ciclomotores y Motocicletas”: ni es indeleble ni es obligatorio ni cumple con el objetivo para el cual fue creado.
Entonces, ¿por qué el Gobierno se empeña en sostener un sistema estéril, que genera una carga impositiva para el vecino sin otorgarle beneficios?
Evidentemente, este procedimiento defendido por Unión por Córdoba con argumentos poco convincentes, persigue una finalidad netamente recaudatoria.
A todo lo expuesto, cabe agregar dos cuestiones que reafirman nuestro pedido de derogación de la Ley 10.110.
Por un lado, ya nos encontramos amparados por la Ley nacional, que prevé un sistema de baja de vehículos registrados en DNRPA, para combatir, en el marco de la política nacional de seguridad, el robo de automotores y motovehículos.
Por otro, cabe señalar que en el apartado 1.1.8 del Anexo I del Pliego de Condiciones Generales y Particulares de licitación, el cual se refiere a daños y perjuicios, se establece que “en ningún caso, incluyendo la revocación fundada en razones de mérito, oportunidad o conveniencia se reconocerá suma alguna en concepto de daños y perjuicios al oferente o adjudicatario”. Por lo tanto, no es un impedimento para la derogación.
Creemos que este millonario negocio de la empresa Grababus, que ya detalláramos oportunamente en pedidos de informes solicitados al Poder Ejecutivo, debe cesar de manera inmediata toda vez que los resultados pretendidos no se han cumplido de manera satisfactoria, no tiene coincidencia con la legislación nacional al respecto y es contradictoria con la misma, asimismo constituye lisa y llanamente un impuesto más en el bolsillo de los cordobeses.
Opinión II – Una mirada política
Acerca del peronismo que… ¿vendrá?
Escribe: Norberto Colominas
Periodista
El kirchnerismo se está diluyendo. El justicialismo por venir asoma como una versión diluida de lo que fueron Néstor y Cristina Kirchner y, sobre todo, de lo que fue Juan Domingo Perón. Sin enzimas revolucionarias, sin mordiente, sin espíritu, ese peronismo en gestación será muy parecido a un menemismo tardío, dispuesto a negociar lo que no se debe y a conceder lo que no se puede, como ya se demostró con los muchos diputados y senadores justicialistas (¿?) que, entre otras leyes impulsadas por Mauricio Macri, votaron a favor del arreglo con los fondos buitre.
Así las cosas, es muy probable que el Partido Justicialista deba enfrentar las elecciones de medio término dividido en, por lo menos, dos partes. Daniel Scioli y Sergio Massa podrían ser los nuevos rostros. No importa quién de los dos saque más votos, porque de allí en más se acelerará su desarticulación.
Si las cosas ocurrieran como las describo sería lamentable para el justicialismo, pero, al mismo tiempo, una gran oportunidad para que aparezca y empiece a consolidarse una fuerza nueva que les devuelva a los argentinos la esperanza de un cambio para el lado de la independencia, de la soberanía, de la justicia y la inclusión social. Y, especialmente, para el lado del desarrollo con base en la industria y el mercado interno.
La parábola del radicalismo
El justicialismo está a punto de iniciar la misma parábola que virtualmente acabó con la Unión Cívica Radical, y por razones parecidas. Los radicales fueron vanguardia revolucionaria a principios de siglo, se amesetaron a mediados, no pudieron con el peronismo después del 45 y tras el interregno aceptable de Raúl Alfonsín y el desastre de Fernando de la Rúa se fueron diluyendo hasta convertirse en el engendro liberal que hoy vemos. Todavía no murió, pero se encuentra en camino hacia el cementerio.
Como siga así, otro tanto le espera al justicialismo, panorama ya vislumbrado durante el menemismo, esa versión liberal-conservadora de lo que con Perón fue un movimiento revolucionario, y que por eso lo derrocaron.
Dicho de otro modo, no se puede considerar peronista ninguna propuesta que no incluya la nacionalización de la banca y del comercio exterior, más un estricto control de precios, como hizo Perón.
Esto debe hacerse inexorablemente porque no hay otra manera de quebrar el modelo de acumulación del capital nacional más concentrado, asociado con las multinacionales.
Bienvenidos, entonces, los nuevos aires si un grupo político lo suficientemente fuerte y lúcido se anima a tomar la posta tras las sucesivas defecciones de la UCR y el PJ.
Bienvenida la revolución.