

Es la bioquímica más antigua que reside hoy en la ciudad, fue en dos oportunidades presidenta del Círculo de Bioquímicos de Villa María, comenzó a ejercer la profesión a comienzos de la década de 1960 y se jubiló a finales de la década de 1990, tiene 85 años, se llama María del Carmen Hillar, pero todos la conocen como Teté.
“Solo puedo hablar de cómo era la profesión durante el tiempo que la ejercí, pero hay que considerar que se trata de una profesión que ha mostrado avances importantísimos siempre, y casi a diario; y en la actualidad, como todos los adelantos tecnológicos que hay y los avances que se han hecho en materia de biotecnología, el campo de la bioquímica es extremadamente amplio”, advierte Teté cuando acordamos la nota y para dar un ejemplo del vertiginoso avance que experimentó la bioquímica desde su creación, Hillar marca el siguiente detalle: “Allá por los comienzos de la década de 1970 fui profesora en la primera promoción de 5º año del Técnico Lácteo, porque en aquella época, en la industria alimentaria, por ejemplo, en este caso la de los quesos, la bioquímica comenzaba a mostrar su gran utilidad, no sólo para estudiar las bacterias desde el punto de vista de la salud, sino para crear nuevos productos”, explica la profesional, y agrega que también en materia de veterinaria la bioquímica ha sido de gran utilidad.
Efectivamente, la bioquímica, como profesión, nació como una necesidad de establecer una estrecha correlación entre los estudios médicos, fisiológicos y químico biológicos, que en su momento estaban absorbidos por las carreras de Medicina y Farmacia.
Hoy, sin embargo, es una rama de la química que estudiaba la estructura y función de los componentes químicos específicos de los seres vivos, y que tiene aplicación en una enorme variedad de áreas, desde la genética a la biología molecular, pasando por la agricultura y colaborando estrechamente con la medicina. Asimismo, se divide en diversas especialidades como biología celular, genética, laboratorio clínico, inmunología y farmacología, investigando, por ejemplo, las propiedades de las proteínas que han llevado a importantes avances en el estudio del código genético, según se explica en diversos textos especializados.
La bioquímica es hoy una profesión sólidamente consolidada que tuvo un comienzo casual, como toda actividad humana que se origina en los carriles del desarrollo progresivo, que comenzó con el temor del enfrentamiento con la realidad circundante.
Sin embargo, cuando comenzó a ejercer, los bioquímicos aún se valían de sapos machos para hacer los test de embarazo. Hoy, con un Evatest, en cuestión de minutos el misterio del embarazo queda revelado y aquello de los sapos parece un cuento, una cosa de curandería. Con una sonrisa, la experimentada profesional explica en qué consistía la participación de los batracios en el diagnóstico de gravidez: “Le inyectábamos a los sapos la orina de la mujer. No sé por qué, si la mujer estaba embarazada, el sapo emitía espermatozoides, de sapo, claro, que eran como unas pestañitas que se veían a través del microscopio. Cuando se veían esas pestañitas, el test de embarazo era positivo. Si no había pestañitas, no había embarazo. No sé por qué reaccionaba así el sapo, pero así era”, recuerda.
No ha pasado tanto tiempo desde aquellos días hasta hoy, apenas unas siete décadas, pero la bioquímica ha evolucionado muchísimo en estos años.
“Creo que, en todos los años en que ejercí la profesión, uno de los mayores avances que más cambios generó fue la aparición de un aparato: el contador hematológico electrónico. Fue pasar de contar glóbulos rojos a mano, a través del microscopio, quemándonos las pestañas, a que los contara una máquina. Y también fue comenzar a depender cada vez más de la tecnología y a trabajar de manera interdisciplinaria con los técnicos especialistas. Y, por supuesto, a comenzar a estudiar inglés, porque todos lo manuales de las máquinas venían en ese idioma”, recuerda.
María del Carmen Hillar, Teté, allá por los albores del la década de 1960, era una joven delgadísima que sacaba sangre a domicilio a bordo de un Citroën gris e integraba el plantel de los 12 profesionales de esta disciplina que había en Villa María. Los nombra de memoria: Gornitz, Goldman, Zandrino, Bonino, Ancarani, Besoni, Marchini, Rosignoli, Burghi, Moreno, Balzarini y ella misma.
Ese mismo plantel fue el que trabajó arduamente para, en 1963, crear el Círculo de Bioquímicos de Villa María, “el primero de la provincia de Córdoba. En ese sentido fuimos precursores; y la actividad, por aquellos años, no estaba todavía debidamente regulada, no había legislación en Córdoba para nosotros. Se cobraba al contado porque no había otra manera posible de trabajar. Pasaron varios años hasta que empezamos a trabajar con las obras sociales. Recién en 1970 se creó el Colegio de Bioquímicos de Córdoba y salió por fin, si mal no recuerdo, en noviembre de aquel año la ley provincial. Tuvimos que luchar y trabajar mucho para que saliera esa ley, y luchar también un poco con los profesionales de Córdoba, que a pesar de haberse organizado institucionalmente después que nosotros, aquí en Villa María, como suele suceder con las capitales, querían todo para ellos”, recuerda Teté Hillar, quien se hizo cargo de la Presidencia de la entidad por primera vez en 1973 y luego regresó al cargo en una segunda oportunidad, en 1988.
Diez años después se jubiló, aunque siguió siendo por muchos años un referente indiscutido dentro de la profesión a la que tanto le dio y de la que tanto recibió.

Cuándo, quién y por qué
El 15 de junio se conmemora en la República Argentina el Día del Bioquímico, en recordación del nacimiento del doctor Juan Antonio Sánchez, propulsor de la instauración de una profesión bioquímica con fuertes bases científicas y profesionales.
El Doctorado en Bioquímica propendió a realzar los valimientos de la carrera farmacéutica y a constituir no un doctorado más, sino a realizar la aspiración legítima de sellar la hermandad científica entre el bioquímico y el médico.
Suele sostenerse en el campo médico actual que al menos un 70% de los diagnósticos están basados en algún estudio de laboratorio. Y resulta ya impensable imaginar un equipo de atención de la salud sin la presencia del bioquímico.
Sin embargo, la representación social generalizada de la figura de este profesional no hace honor a sus amplísimas y relevantes incumbencias, que han ido creciendo y desarrollándose en los últimos cinco decenios, para ocupar hoy un lugar central en los servicios de atención de la salud. Su actividad es fundamental en la prevención, el diagnóstico, el pronóstico y el tratamiento de las enfermedades; pero también en la dirección técnica de laboratorios de: análisis clínicos, bromatológicos, toxicológicos, de química forense y legal, de bancos de sangre, de análisis ambientales y de elaboración y control de reactivos de diagnóstico, productos y materiales biomédicos; así como en la investigación y el desarrollo, y en otra notable serie de competencias para las que habilita el título
Una semblanza de Juan Antonio Sánchez
Nació en Buenos Aires el 15 de junio de 1871 y falleció en 1953. Estudió en el Colegio Nacional de Buenos Aires y luego en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires, donde obtuvo el título de Farmacéutico en 1896.
“Con la visión de futuro que (Sánchez) siempre imprimió a sus obras, destacó las proyecciones de la nueva carrera y las modificaciones que introducidas en la enseñanza, prepararían al farmacéutico y al bioquímico para desempeñarse con eficiencia ‘en la industria farmacéutica nacional del porvenir’”, señala Carnevale Bonino en la historia de vida que elaboró sobre el químico argentino. En 1939, a raíz de una presentación de la Asociación Bioquímica Argentina, le fue conferido el título de Doctor Honoris Causa en Bioquímica y Farmacia. Se convirtió, así, en el primero y único Doctor Honoris Causa en la disciplina que él mismo creó.
“Allá por la década del 70 la bioquímica comenzaba a mostrar una gran utilidad no solo para estudiar las bacterias desde el punto de vista de la salud, sino para crear nuevos productos”.