La nueva arquitectura andina es una expresión arquitectónica, una forma de reivindicación y rescate de la identidad andina. Es considerada como una propuesta expresiva para todos los ciudadanos de Bolivia y el mundo, que posibilita a los habitantes la construcción de un imaginario urbano particular, permitiendo diversas interpretaciones, identificaciones y apropiaciones simbólicas de la obra.
Sin dudas es un nuevo concepto que llama la atención de muchos y da de que hablar, ya que no es algo que se pueda apreciar en cualquier lugar. Esta propuesta corresponde a un rescate de aquellos elementos que identifican a la zona de El Alto, Bolivia, los que permiten generar una identidad propia.
El creador del concepto
Freddy Mamani Silvestre, exalbañil boliviano convertido luego en ingeniero y constructor, es el impulsor de la nueva arquitectura andina, la cual ha recibido las denominaciones de “cholet” “choletito” o “cohetillo”, apelativos con los que no está de acuerdo su creador.
El impulsor de este concepto nació en una pequeña comunidad aimara llamada Catavi, partió trabajando hace veinte años como asistente de albañil, pero sus sueños lo empujaron a estudiar en la Facultad Tecnológica de Construcciones Civiles en la Universidad Mayor de San Andrés y posteriormente cursar la carrera de Ingeniería Civil.
Las obras realizadas
Este ingeniero y constructor lleva en su haber más de 60 obras en la línea de la arquitectura andina, las cuales comenzó a edificar a partir del año 2005, de acuerdo a lo señalado en una entrevista con un diario boliviano.
La denominación correcta
La denominación de la obra de Freddy Mamani como nueva arquitectura andina se puede comprender al observar en su obra un sincretismo entre las técnicas tradicionales de construcción y la estética andina, expuesto en las formas y colores utilizados en fachadas e interiores. Incorpora a sus edificaciones elementos culturales propios de los pueblos originarios de Bolivia.
¿Cuál es el propósito?
El objetivo de este estilo es generar un nuevo lenguaje arquitectónico, que dé cuenta de un relato particular y que permita a los múltiples lectores, ciudadanos y extranjeros, habitantes y observadores externos de su obra reconocer en la conjunción policroma y heterogénea de su propuesta una narración que nos habla de identidad y diferenciación, de búsqueda de nuevas maneras de hacer y contar, que han sorprendido a su gente y a quienes la observan a la distancia.
Colores y formas
La arquitectura andina se trata de construcciones de estilo barroco en las que predomina el uso de diagonales, trazos rectos, formas geométricas como la cruz andina o chakana y la incorporación de una vistosa paleta de colores que contrastan muy bien.
El cambio que generó
En la ciudad boliviana de El Alto se van contando, hasta el momento, 60 edificios peculiares por sus colores llamativos y sus motivos indígenas únicos, construcciones que están mudando definitivamente el panorama friolento y gris de esta ciudad andina que, anteriormente, no era más que un suburbio más de la capital de Bolivia, La Paz, pero que actualmente alberga a más de un millón de ciudadanos y una clase media en franca expansión económica.
Revolucionó el arte moderno
No caben duda de que el trabajo de Mamani representa, al mismo tiempo, una afirmación cultural y una renovación de la arquitectura mediocre, opaca y sin vigor que domina todavía gran parte de muchas ciudades andinas como El Alto.
¿Qué son los cholets?
Gracias al crecimiento económico que el país andino ha logrado en los últimos tiempos, el sector aimara de la población se ha beneficiado de este auge y, consecuentemente, una clase media aimara con gran poder adquisitivo ha florecido en varias ciudades como El Alto. Esta circunstancia ha hecho posible que varios aimaras puedan costearse la elección de una casa sin mayores problemas.
Construcciones llenas de color
Muchos ahora tienen la posibilidad de invertir en la construcción de chalets amplios que, a cargo del trabajo de Mamani, no resultan ser tristes imitaciones de las convenciones de construcción occidentales, más bien, valiéndose de ellas, les infunden motivos del arte aimara para afirmar, orgullosamente, que tal cultura no ha desaparecido y es parte inherente de muchos habitantes que conforman la nación boliviana.
Un “accidente” artístico
Freddy Mamani entiende perfectamente el papel que tiene como artista. Y aunque su primer cholet fue el producto de un accidente de inspiración cuando visitaba Tiawanaku, ahora tiene una conciencia muy clara y un propósito bien definido en relación a su arte.
Vino para quedarse
Este nuevo concepto de arte trata de manifestar sólidamente que la cultura aimara no es una frágil pieza de museo que pertenece a un pasado remoto e insondable. Es, más bien, un aspecto presente y muy valorado por varios individuos que ahora orgullosamente reivindican sus raíces culturales.
Un cambio positivo
Conocida internacionalmente por su folclor, alturas y paisajes que convergen en una cultura tradicionalista de colores saturados, por estos días Bolivia es también sinónimo de un “milagro económico”. Muchos creen que se convertirá en uno de los países con mayor crecimiento de Sudamérica y uno de los sectores más representativos de este auge es el de la construcción.
Proyectos originales
En economías y sobre todo en ciudades emergentes no es novedad que algunos de los principales problemas sean la falta de planificación, la pobreza y la inseguridad. Lo que sí llama la atención es que esta apurada urbanización esté acompañada de proyectos arquitectónicos originales y, más aún, genuinamente revolucionarios en su estilo.
Inspirado en la cultura aymara
Sus creaciones no escatiman; están llenas de colores vivos, espejos en las fachadas y exuberantes lámparas colgantes. A más de 4 mil metros de altura, en El Alto, Freddy Mamani sueña con construir una ciudad coherente con sus orígenes y cultura.
El costo de sus creaciones
El valor de las construcciones ha estado entre los 250 mil y 600 mil dólares. Gracias al éxito mediático que ha tenido su trabajo, éste también se ha expandido a edificios en Perú y Brasil.
¿Cómo comenzó todo?
La primer obra de Francisco Mamani fue un edificio elegante, con formas andinas, colorido y con un gran salón de eventos, algo que hasta entonces no había en la ciudad.
“Arquitectura transformer”
Consiste en construcciones de seis pisos que dominan las vistas de la ciudad altiplánica, de grandes paños acristalados y enmarcados en fachadas convertidas en composiciones plásticas de molduras de yeso ensayadas en el momento y bañadas en brochazos de colores. Una paleta cromática para la arquitectura tradicional, pero irresistible para una ciudad levantada en ladrillo, tras un paisaje altiplánico monocromático, frío y seco.