“…Villa Nueva hubiera sido teatro de una catástrofe idéntica a la que ocasionó su ruina en 1891…” Isidoro Paviotti
Escribe Luciano Pereyra
A cuatro años de la inundación de 2014, la sequía imperante hace difuso el recuerdo del caudal histórico que trajo el río Tercero. En este breve trabajo de investigación histórica recordaremos la creciente de 1919, acontecimiento olvidado por el recuerdo popular.
A lo largo de la historia de Villa Nueva, los intendentes, comisionados municipales, presidentes de la Corporación Municipal, jueces de Alzada o sacerdotes, lidiaron con diferentes amenazas naturales o antrópicas. Pestes como la viruela, el cólera, la peste bubónica, fiebre amarilla, sarampión, fenómenos naturales como ciclones, tornados e inundaciones. La fuerza popular mancomunada pudo sortear estas situaciones que muchas veces se intercalaban con malones, guerras civiles o crisis económicas.
El final de la Primera Guerra Mundial y al comienzo del tercer año de gobierno de Hipólito Yrigoyen, el intendente municipal de Villa Nueva, Isidoro Paviotti, escribía a Gregorio Martínez, ministro de Gobierno del gobernador radical Julio Borda, sobre la crecida del río Tercero, que según el documento consultado tuvo magnitudes superiores a todas las anteriores incluida la de 1891.
El domingo 16 de marzo de 1919 se produjo una crecida estival, que en un primer momento no se magnificó el impacto que iba a tener. Desde el sábado, el telégrafo anunciaba que el río traía un caudal enorme, no imaginado en fecha alguna recordada por la tradición. Esto traería inundaciones destructoras sobre las poblaciones ribereñas. Según el testimonio del intendente Paviotti, se estaba en presencia de una crecida superior a la que en 1891 arrasó a Villa Nueva.
Estos anuncios sembraron el sobresalto y muchos pensaron que esto era un alarmismo exagerado. Desde el sábado a la noche se fueron confirmando los hechos y se pudo observar que el cauce no sería suficiente para contener la corriente. A las 22.30, del domingo, comenzó el desborde por canales y desagües naturales, inundando las partes oeste de Villa María y Villa Nueva. El agua desbordó la cañada de los Castañones hasta dar con el dique que defendía a Villa Nueva de las inundaciones. Este terraplén se extendía, aproximadamente, entre los actuales barrios: Prado Español, Centro de Empleados de Comercio, San Antonio, Pinar de las Tejas y Vallecito. Siguiendo casi exactamente la línea recta que marcan las calles Marcos Juárez y Tierra del Fuego hasta dar con la calle Almirante Brown.
El pánico general se apoderó de la población, el agua contenida por el murallón (terraplén), fue embalsándose, inundando quintas y sembrados vecinos, hasta que el enorme caudal sobrepasó el dique y empezó a desplazarse por las calles. Del desborde a la destrucción del paredón había un solo paso. A las pocas horas se abrió una brecha de cuatro a cinco metros de ancho, pero la rápida reacción de autoridades y vecinos permitieron paliar la crisis arrojando centenares de bolsas de tierras.
“…este pueblo se ve condenado a vivir bajo la ingrata impresión de una perpetua y seria amenaza…”
El testimonio del intendente hace referencia a que el daño mayor no fue en relación a la rotura del dique y sus consecuencias como se temía en un principio. Sí sufrieron las consecuencias los caminos que daban acceso desde Arroyo Cabral y Pampayasta, éstos estaban literalmente destrozados. Como resultado se paralizó el comercio y la industria de la región ocasionando cuantiosas pérdidas. Otra consecuencia fue la inundación de centenares de hectáreas cultivadas, que perduraron varios días, porque el ferrocarril Pacífico carecía de alcantarillas suficientes para el escurrimiento de las aguas y constituía otro dique similar al terraplén. La empresa ferroviaria solo permitió la apertura ante la amenaza de una revuelta popular violenta.
Isidoro Paviotti, evaluando la situación, estableció cuatro obras necesarias.
1) Fue indispensable reforzar el terraplén, también limpiar el lecho para facilitar el escurrimiento.
2) Fue necesaria la apertura de una nueva calle al sur para establecer comunicación con las poblaciones vecinas.
3) Se reparó el puente sobre la Cañada de los Castañones seriamente dañado y única vía de salida de la población.
4) La empresa del ferrocarril abrió una serie de alcantarillas entre Villa Nueva y Sanabria, previa intervención del Gobierno provincial.
El transcurso del siglo XX, trajo los diques a la cuenca alta del Tercero, mermando la impetuosidad de las crecidas. Con el paso de los años los gobiernos de turno y la población en general fueron subestimando las crecidas y olvidando las enseñanzas de la historia. En 1984 y en 2014 el río Tercero demostró que no era un sueño de trasnochados el proyecto «Canal de Córdoba al Paraná», de Luis Huergo, o las ideas del Deán Funes y Mariano Fragueiro de convertir al Tercero en río navegable.
El terraplén o dique fue la defensa que tuvo Villa Nueva contra las inundaciones, se trataba de un parapeto de 5 metros de altura que se construyó hacia finales del siglo XIX, y se extendía desde la bajada del puente Vélez Sarfield en el barrio Prado Español hasta el Vallecito en el sur de la ciudad. Este sistema defensivo requería de un mantenimiento que fue prioritario para el municipio. Esta forma geográfica característica de la ciudad de aquellos años existió hasta la década de 1960 y en su tramo sur, hacia 1990 todavía se podía observar el montículo.